Los peligros de subestimar factores de riesgo
Una paradoja cada vez más obvia ha hecho su aparición este año en los mercados financieros mundiales. Si bien los riesgos geopolíticos –el conflicto entre Rusia y Ucrania, el surgimiento de Estado Islámico y la creciente agitación en todo Medio Oriente, las disputas territoriales de China con sus vecinos, y ahora las protestas masivas en Hong Kong y el riesgo de una ofensiva– se han multiplicado, los mercados han mantenido un perfil alcista, cuando no decididamente burbujeante.
Los precios del petróleo han caído en vez de subir. Los mercados mundiales de acciones, en general, han alcanzado nuevos máximos. Y los mercados de crédito muestran bajos diferenciales, mientras que el rendimiento de los bonos a largo plazo ha caído en la mayoría de las economías avanzadas.
Es cierto, los mercados financieros en las economías con problemas –por ejemplo, los mercados rusos monetario, de acciones y de bonos– se vieron negativamente afectados, pero el contagio más generalizado que suelen engendrar las tensiones geopolíticas hacia los mercados financieros no se ha materializado.
¿A qué se debe la indiferencia? ¿Son los inversores excesivamente autocomplacientes?; ¿o es racional su aparente falta de preocupación, dado que el actual impacto económico y financiero de los riesgos políticos del momento –al menos, hasta ahora– ha sido modesto?
Los mercados mundiales no han reaccionado por varios motivos. Los bancos centrales en las economías avanzadas (Estados Unidos, la zona del euro, el Reino Unido y Japón) mantienen tasas de referencia cercanas a cero y se mantuvieron bajas las tasas de interés de largo plazo. Esto impulsa los precios de otros activos riesgosos, como las acciones y el crédito.
En segundo lugar, los mercados han asumido que el alcance del conflicto entre Rusia y Ucrania seguirá siendo limitado y no crecerá hasta llegar a una guerra a escala completa. Por lo tanto, si bien las sanciones y contrasanciones entre Occidente y Rusia aumentaron, no causan daños económicos y financieros significativos a la Unión Europea ni a EE.UU.
En tercer lugar, la agitación en Medio Oriente no ha disparado un shock masivo en el suministro ni los precios del petróleo, como los de 1973, 1979 y 1990. Por el contrario, existe capacidad excedente en los mercados de petróleo. Irak puede estar en problemas, pero alrededor de 90% de su petróleo se produce en el Sur, cerca de Basora, que está bajo control chiita, o en el Norte, bajo el control kurdo. Solo 10% se produce cerca de Mosul, bajo control de Estado Islámico. Finalmente, el único conflicto en Medio Oriente que podría llevar a que los precios del petróleo se disparen –una guerra entre Israel e Irán– es un riesgo contenido por las negociaciones internacionales en curso con Irán para limitar su programa nuclear. Parece que hay buenos motivos por los cuales los mercados han reaccionado hasta el momento benignamente ante los riesgos geopolíticos actuales. ¿Qué podría cambiar eso?
Varios escenarios vienen a la mente. En primer lugar, la agitación en Medio Oriente podría afectar los mercados si ocurriesen uno o más ataques terroristas en Europa o EE.UU.
En segundo lugar, los mercados podrían estar evaluando incorrectamente que los conflictos como el de Rusia y Ucrania, o la guerra civil en Siria, no crecerán. La política exterior del presidente ruso Vladimir Putin puede volverse más agresiva en respuesta a los desafíos internos a su poder, mientras Jordania, el Líbano y Turquía están siendo desestabilizados por el colapso sirio en curso.
En tercer lugar, es más probable que las tensiones geopolíticas y políticas disparen un contagio global cuando un factor sistémico que incide sobre la economía mundial entra en juego. Por ejemplo, la minitormenta perfecta que enturbió los mercados emergentes a principios de este año –e incluso se extendió por un tiempo a las economías avanzadas– ocurrió cuando las turbulencias políticas en unos pocos países (Turquía, Tailandia y la Argentina) se cruzaron con las malas noticias sobre el crecimiento chino. China, con su importancia sistémica, fue la chispa que encendió el polvorín de la incertidumbre regional y local.
Hoy (o pronto), la situación en Hong Kong junto con un mayor debilitamiento de la economía china, podría disparar serios problemas financieros. O la Reserva Federal de EE.UU. podría iniciar el contagio al abandonar las tasas nulas antes y a mayor velocidad que lo esperado por los mercados. O la zona del euro podría recaer en recesión y crisis, y revivir el riesgo de redenominación en caso de que la unión monetaria se disuelva. La interacción de alguno de estos factores mundiales con fuentes regionales y locales de tensión sería peligrosa.
Si bien podría decirse que los mercados se han mostrado racionalmente autocomplacientes, no se puede descartar el contagio financiero. Hace un siglo, los mercados incorporaron en los precios una probabilidad extremadamente baja para un gran conflicto, ignorando los riesgos que llevaron a la Primera Guerra Mundial hasta finales del verano de 1914. Entonces, los mercados no se destacaban por su capacidad para incorporar adecuadamente los riesgos de baja probabilidad y alto impacto a los precios. Ahora tampoco.
El autor es profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York