Los países petroleros ponen la alfombra a las compañías que antes rechazaban
Algunos de los mayores países productores de petróleo del mundo están haciendo más fáciles las condiciones para atraer a las petroleras occidentales que cotizan en bolsa.
Durante años, México, Irán, Irak, Argelia y Libia —la mayoría de ellos entre los 10 mayores productores del mundo— fueron ferozmente nacionalistas a la hora de proteger sus hidrocarburos. Les ponían a las firmas occidentales condiciones punitivas para desarrollar sus reservas o no hacían negocios con ellas, manteniendo un estricto control de sus suministros a través de las petroleras estatales.
Ahora, ante una gama de problemas, estos países buscan explotar sus reservas y ofrecen a las empresas occidentales condiciones más generosas para conseguir su asistencia. ¿Qué podría significar todo esto? Muchas cosas.
Beneficio imprevisto
En muchos casos, la apertura representa un potencial beneficio económico para los países productores. El gestor de activos BlackRock estima que la liberalización sumaría un punto porcentual al crecimiento anual del Producto Interno Bruto de México, es decir unos US$12.000 millones.
También intervienen consideraciones políticas locales y globales. En los casos de Irán, Libia y Argelia, la población es adicta a los precios bajos de la energía y a un alto gasto social financiado con los recursos del petróleo. Todo esto está en riesgo conforme los países tienen problemas para aumentar la producción y necesitan nuevos ingresos para aplacar un posible malestar o prevenir problemas.
La liberalización podría significar más estabilidad para los consumidores occidentales. Es menos probable que los automovilistas enfrenten alzas bruscas en los precios de la gasolina como las que tuvieron lugar en julio de 2008 —cuando el petróleo se disparó a US$147 el barril— si hay nuevas fuentes para atenuar el efecto de las interrupciones de suministro. Pero el petróleo podría no ser mucho más barato que hoy: los analistas calculan que debido a que gran parte de esta producción se realizaría en zonas que son costosas de desarrollar, los precios se mantendrán en al menos US$70 el barril.
Los principales interrogantes están en las propias petroleras, renuentes a hacer comentarios sobre potenciales acuerdos. Pero no está claro si regresarían a todos esos países, señalan analistas. La evolución del negocio podría favorecer distintos proyectos de exploración en lugares que no presentan los riesgos políticos que suponen Medio Oriente y el norte de África.
Como mínimo, el hecho de que estos países estén extendiendo una rama de olivo muestra que las principales petroleras occidentales han recuperado poder de negociación en países que solían dominar. "El péndulo quizás se esté alejando de una producción energética dominado por el Estado", afirma Jonathan Wood, director asociado de temas transnacionales de la consultora británica Control Risks.
La marginación de las principales petroleras occidentales de estos países constituyó un enorme cambio en el equilibrio de poder. Hasta comienzos de los años 70, las grandes firmas controlaban 85% de las reservas petroleras del mundo, pero el resentimiento se estaba acumulando. Los países productores comenzaron a ver la participación occidental como una forma de neocolonialismo y querían recuperar el control de sus recursos energéticos.
Comenzaron a nacionalizar el suministro o a limitar la inversión extranjera. Cuando la situación se estabilizó, la participación de las grandes petroleras occidentales privadas en las reservas mundiales se desplomó a 6% mientras las reservas caían en Estados Unidos y Europa. Por ende, las empresas tenían escaso margen de maniobra frente a las duras condiciones de negociación en Medio Oriente y el norte de África.
En 2004, por ejemplo, Libia pidió 90% del petróleo producido por las empresas. Al año siguiente, Argelia obligó a las firmas foráneas a ceder el control de sus yacimientos e impuso un impuesto sobre las ganancias de más de US$30 el barril.
En muchas instancias, las petroleras aceptaron estos acuerdos. Pero no se quedaron de brazos cruzados: comenzaron a invertir en nuevas tecnologías en sus países. En los últimos años, esas apuestas comenzaron a rendir frutos. Avances como la perforación en aguas profundas y la fracturación hidráulica para extraer petróleo de formaciones rocosas de esquisto abrieron paso a reservas a las que antes no se podía acceder y revirtieron casi tres décadas de caída en la producción de crudo en EE.UU.
El resultado es que las energéticas de EE.UU. —y algunas europeas— están reduciendo su presencia en otros países. Producir petróleo de esquisto en EE.UU. cuesta 14 veces más que el petróleo convencional en Medio Oriente. No obstante, los operadores obtienen la propiedad total de la producción y los proyectos, en contraste con los países de Medio Oriente, donde la mayor parte queda en manos del Estado.
La producción de petróleo en EE.UU. ha ido en aumento y la de los países proteccionistas ha decaído. La producción de crudo descendió más de 20% en Irán en los últimos dos años. La producción de México bajó 25% el año pasado desde los niveles de 2005, mientras que la de Argelia cayó 12% en el mismo período.
Todo esto está llevando a los países a buscar ayuda occidental para hallar fuentes de petróleo a las que antes no se podía acceder.
Grandes cambios
La mayor reorganización se está produciendo en México, el décimo productor mundial hasta 2012, según el informe anual de estadísticas de BP PLC. No sólo la producción de México viene cayendo de forma constante, sino que la demanda creciente de electricidad hizo que el país se volviera dependiente del gas natural importado y los precios se han disparado.
Nuevas leyes están poniendo fin al monopolio de la estatal Petróleos Mexicanos sobre crudo y gas, y pronto permitirán la participación de empresas extranjeras por primera vez desde 1938. La liberalización podría duplicar la producción al agregar 2,5 millones de barriles diarios según Citigroup Inc. Además de impulsar el PIB, el nuevo marco podría aliviar la tensión sobre el suministro de energía y los costos del combustible.
Chesapeake Energy Corp., Total SA y Chevron Corp. han expresado interés en México. Total firmó en abril de un pacto de cooperación técnica con Pemex. "Es un paso gigantesco", señala el presidente ejecutivo de la petrolera francesa, Christophe de Margerie, sobre la apertura de México. "Pero no sabemos cómo serán los contratos".
Los cambios en Irán, el sexto productor mundial hasta 2012, no son tan transformadores, pero involucran muchas expectativas políticas. Se espera que en los próximos años, Occidente levante su prohibición a la inversión en campos petrolíferos iraníes. Irán evalúa cambios en sus estrictas regulaciones con el fin de elevar 43% su capacidad de producción. No solo se les dará a las empresas un control sin precedentes sobre los proyectos, sino que los acuerdos durarán entre 15 y 20 años, frente a los cinco años de los contratos antiguos.
Hasta el momento, las nuevas políticas no están provocando el tipo de turbulencia registrada en el último siglo. En México, por ejemplo, una huelga masiva dio paso a la nacionalización del petróleo, y el Partido Revolucionario Institucional, que la llevó a cabo, utilizó el proceso como un hito en la historia moderna mexicana para el resto de su extenso periodo en el poder, que terminó en 2000. Al volver al poder en 2012, el PRI decidió revertir la nacionalización. En Irán, donde la estatización de los recursos desató un golpe de estado auspiciado por Occidente en 1953, la oposición a prospectos de nuevos contratos no se deja escuchar.
De todos modos, la apertura podría enfrentar oposición de burócratas que temen la agitación de facciones que se oponen a las medidas, dice Denis Florin, un director asociado de la consultora de París Lavoisier Conseil.
Todo depende de cómo las petroleras respondan. Invertir más en Medio Oriente y en el norte de África representa el retorno a proyectos tradicionales, dice Amy Myers Jaffe, directora ejecutiva de energía y sustentabilidad en la Universidad de California. Pero no es seguro que las petroleras regresen a esas zonas. "Hay una preferencia cada vez mayor a explorar esquisto en América del Norte, Australia y China. La crisis en Ucrania ha reforzado la tendencia a pensar sobre el riesgo geopolítico como un gran factor", señala.
El dinero también es importante. "Las inversiones en crudo y gas de esquisto en EE.UU. han sido como una máquina de imprimir dinero para las empresas que han tenido mucho éxito", dice Jaffe. "Es poco probable que los países petroleros de Medio Oriente y el norte de África le quiten ese capital al auge petrolífero y gasífero de EE.UU.", indica.