Los mitos urbanos sobre los negocios del campo: guía para no dejarse engañar
Un libro escrito por Iván Ordoñez y Sebastián Senesi reseña los números, los desafíos y las necesidades de un sector clave para la economía de la Argentina
El desafío no fue menor: explicar ese universo que se reduce a la palabra "campo". ¿Qué es? ¿Cómo funcionan esas economías que sumadas motorizan gran parte de la Argentina? ¿Cómo piensan los empresarios que pasan sus vidas cerca de las tranqueras? ¿Cómo se entrelazan con la sociedad?
La idea es explicar el campo para que lo entienda la gente que no es del campo y, además, ayudar a los emprendedores de los agronegocios a entender el contexto "glocal" en el que operan. "La agricultura es una compleja historia de 10.000 años, nació para superar el principal desafío de la humanidad: obtener una fuente regular de alimentos". Así comienza Campo. El sueño de una Argentina verde y competitiva, recientemente publicado por Aguilar (2015).
Más allá del protagonismo que tuvo el sector en la vida política, y sobre todo económica, en los últimos años, algunos latiguillos o mitos se han instalado en el discurso. Aquí un intento por explicarlos.
El campo es producción primaria
El campo moderno es en realidad un sistema de agronegocios que trasciende lo que ocurre dentro de la tranquera. Sus proveedores se encuentran en la frontera del conocimiento gracias al desarrollo de la biotecnología y los estudios para potenciar el rendimiento de las plantas y el cuidado de los cultivos: hay más tecnología que en la producción de celulares o autos. Por otro lado, aguas abajo en la línea de producción, la transformación de granos en proteínas animales (desde carne hasta lácteos) y miles de alimentos, fibras y energía dista muchísimo de ser algo rudimentario. Hacerlo con calidad de clase global para acceder a los principales mercados es un desafío que los argentinos sólo lograron alcanzar parcialmente.
El campo sólo produce soja que se exporta en grano a China
Si bien la soja es el cultivo más extendido y China es un cliente importante para la Argentina en lo que se refiere al grano, el 70% de la soja cosechada se exporta procesada (harina de soja, aceite y biodiesel). Es correcto que el sistema de agronegocios de la soja tiene un claro foco exportador; sin embargo, el consumo local de biodiesel elevó fuertemente su demanda interna ya que, en la actualidad, de cada 10 litros de gasoil que entran a un tanque de un vehículo, 1 es de biodiesel. Por otro lado, se estima que 1018 productos de supermercado utilizan la soja como ingrediente, por ejemplo la glicerina en la pasta de dientes o la lecitina en los chocolates, solo para nombrar algunos casos.
Los clientes de la harina de soja (principal producto de exportación) están atomizados entre Europa, el sudeste asiático, África, Medio Oriente y América latina, aunque también llega a Oceanía. El grueso del aceite exportado es consumido por la India y países de América latina, mientras que una parte importante del biodiesel exportado va a España.
La Argentina, además de ser el segundo exportador mundial de soja, es el primero de limones y peras, y 1 de cada 5 maníes que se exportan en el mundo es cordobés. Además, el país es un jugador determinante en la producción de manzanas, vino, arándanos, naranjas, aceitunas, pescados y mariscos y chía, por mencionar algunos productos. La lista podría extenderse de no ser por los cierres de exportación en trigo, maíz, carne vacuna y lácteos. En la actualidad, el 58% de las exportaciones argentinas pertenecen al sistema de agronegocios, de los cuales menos de la mitad se explica por el subsistema de la soja.
El campo no genera empleo
Como todas las actividades que incorporan conocimiento (en forma de mecanización, biotecnología, etc.), el trabajo tranqueras adentro eleva su productividad de manera significativa y se generan menos puestos, en tanto que los que quedan se hacen más específicos, son de conocimiento intensivo y, a la vez, aumentan su ingreso; por ejemplo, la cosecha ya no es más manual. Al mismo tiempo, se crean nuevos puestos de trabajo de mayor calidad tranqueras afuera: científicos, mecánicos, abogados, contadores, traders, etcétera.
Por otro lado, el sistema de agronegocios requiere, para funcionar, una red de contratos, que van desde las operaciones de siembra, pulverizada y cosecha hasta la logística y almacenamiento de granos y carnes (a modo de ejemplo, mover la cosecha anual de 100 millones de toneladas de grano demanda 3 millones de viajes de camión ida y vuelta), incluyendo actividades tan disímiles como la investigación científica y el desarrollo del mercado financiero que presta soluciones para dar liquidez a la operación.
Las estimaciones de economistas críticos del agro argentino como sistema productivo explican que 1 de cada 5 empleos es generado por el sistema de agronegocios, pero dejan fuera de dicho cálculo, por ejemplo, a las empresas que producen cosechadoras. En el libro Campo. El sueño de una Argentina verde y competitiva se muestra que dichas compañías pertenecen al sistema (y otras, como aquellas que producen fertilizantes, etc.). Si son tomadas en cuenta puede estimarse que el 25% del empleo argentino está sustentado en el agro.
El campo está concentrado
El agro argentino funciona en red. Es muy difícil encontrar a un productor agrícola que sea a la vez dueño de la tierra, las máquinas, contrate a todos los empleados y, además, utilice capital propio para operar su producción. En general, se generan contratos donde cada uno de esos elementos necesarios para producir se arrienda. Más del 60% de la agricultura se realiza en campos arrendados y una porción significativa de la inversión en siembra se financia a cosecha: la figura del hacendado cuyo eje de generación de valor era la propiedad de la tierra y capital ya no existe en el agro argentino. Hoy la generación de valor está definida por la capacidad de inyectar conocimiento en la operación, administrar los contratos exitosamente y distribuir el riesgo entre actores del sistema.
Por otro lado, el nivel de atomización de la producción es monumental: de acuerdo con datos de la AFIP el 80% de la producción de granos es manejado por 18.000 productores y las estimaciones del Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa) hablan de 70.000 ganaderos de más de 100 cabezas (en total hay más de 250.000).
Si bien otros nodos del sistema de agronegocios (como exportadores, frigoríficos, molinos o empresas productoras de agroquímicos o semillas) no muestran un grado semejante de atomización, exhiben los grados de concentración similares a los de otras áreas de la economía con un número nada despreciable de competidores de distintos tamaños.
El campo no genera tecnología
El agro argentino es una usina de generación y adopción de tecnología dura y blanda. La siembra directa, una técnica de cultivo revolucionaria que permite reconstruir la cobertura de materia orgánica del suelo, restaurando su fertilidad, es un desarrollo en el que técnicos argentinos hicieron punta. Por otro lado, el desarrollo de variedades de semillas tiene larga data en el país y es extremadamente competitivo. De hecho, el 40% de las variedades de soja utilizadas en Brasil fueron desarrolladas por empresas argentinas. La mayoría de la soja que se siembra en Uruguay es importada de la Argentina.
En el área de la biotecnología, dos empresas argentinas se encaminan a lanzar de manera comercial el primer trigo (resistente a la sequía) y la primera papa (resistente al PVY) del mundo. Adicionalmente, en el corto plazo el desarrollo de la resistencia a la sequía también estará disponible para la soja, siendo el primer evento transgénico para ese cultivo desarrollado por argentinos.
Mirando hacia adelante, la agricultura de precisión, que hace uso del big y micro data, está tomando un impulso importante en el país sobre la base del desarrollo de distintas tecnologías, como sensores instalados en máquinas que recopilan información, uso de imagen satelital y drones.
Tranqueras adentro
Campo. El sueño de una Argentina verde y competitiva
Autores: Iván Ordóñez y Sebastián Senesi
Editorial: Aguilar
El primer eslabón
Alimentos
El libro empieza con la explicación de lo que significa para un sector como el campo el desafío de alimentar a la humanidad
Números
En los últimos setenta años, el sector pasó de tener que producir para 2500 millones de personas a los 7200 millones que actualmente viven en el planeta
Tierra adentro
En 1990-1991, el país producía 36,2 millones de toneladas de granos y sembraba 16,2 millones de hectáreas. En 2013-2014, producía 99,6 y sembraba 30,6 millones
Más que alimentos
"El campo argentino es mucho más que vacas, trigo y soja. Es una fábrica a cielo abierto de alimentos, telas y biocombustibles. Un complejo sistema de inversión, planificación, producción y logística", relata el libro
Ivan Ordóñez y Sebastián Senesi
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