Los meses calientes que le esperan a la inflación y al bolsillo
En abril habrá ajustes en el gas y el turismo y en mayo aumentará el agua; las proyecciones para el segundo semestre
La bocanada de aire que significó a los bolsillos el 1,3% de inflación de enero se terminó rápido con el aumento de febrero del 2,5%, que promete ser el primer mes de un trimestre pesado en términos de suba de precios. El aumento de la electricidad, el gas, las prepagas, la nafta y el transporte prometen calentar la medición del índice de precios al consumidor durante marzo y abril, y podrían volver a caer sobre los bolsillos en la última parte del año.
Aunque en la consultora Ferreres prevé una inflación anual del 19%, Bein estima un incremento de precios del 21,5% y Ecolatina del 24%, los tres coinciden en que marzo y abril estarán por encima del 2% mensual, como consecuencia de la acumulación de aumentos de precios regulados.
La primera parte del aumento de la electricidad, las prepagas, los cigarrillos y la telefonía celular elevaron los precios en febrero. En marzo cayó sobre los bolsillos el segundo incremento de la luz, los colegios privados y es el mes en el que tradicionalmente sube la indumentaria. Abril llegará con ajustes en el gas y el turismo, como consecuencia de la Semana Santa. Y en mayo estará seguramente vigente el aumento de AYSA del 23% por el servicio de agua potable y cloacas que sería del 23 por ciento.
La gran incógnita es qué sucederá con el valor del transporte público, que tenía previsto un aumento para abril pero hay algunas chances de que se extienda hasta mayo y hasta que se postergue más a tono con el calendario electoral que con el objetivo de bajar los subsidios. Para completar el cronograma, en el primer semestre, antes de que termine junio el precio de las naftas tendría un nuevo incremento del 8 por ciento.
Pero no son los únicos meses HOT en cuestión de precios
“Hay un atolladero por el ajuste de las tarifas en la primera parte del año, con marzo como el candidato a tener la inflación más alta por el impacto del rubro educación, pero el último trimestre también será fuerte porque hay una segunda oleada de tarifas a la que puede sumarse una devaluación del peso que recomponga parte del atraso cambiario que no va a ajustarse antes de las elecciones”, estima Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina.
Fausto Spotorno, director de Ferreres y asociados, tiene una estimación de inflación anual algo más en línea con la pauta del Gobierno, prevé un aumento de los precios del 19 por ciento. Pero advierte que además del peso de los precios regulados, algunos sectores con fuerte incidencia en la canasta de consumo pueden dar una sorpresa.
“La leche tiene problemas de stocks y ese cuello de botella puede forzar un ajuste de precios mayor al de la inflación. Algo similar pasa con el sector ganadero, donde la recomposición de stocks hará que los precios de la carne sigan con tensión durante todo el año”, advierte Spotorno.
Segundo semestre
En Ecolatina esperaban que la suba de los precios regulados fuera más limitada, pero corrigieron las proyecciones después de ver los primeros aumentos del año. Pasaron a prever un ajuste de tarifas mayor y también un dólar planchado por lo menos hasta las elecciones legislativas de octubre. “La corrección de las tarifas es más fuerte pero el tipo de cambio ajusta mucho menos y funciona como ancla, eso da un empate en términos de inflación”, dice Sigaut Gravina.
Marina Dal Poggetto, directora de Bein y asociados, coincide con el pronóstico de recalentamiento de los precios para finales de año, aunque recalculó a la baja la proyección de inflación anual que inicialmente esperaba que fuera del 24% y ahora estima en 21,5%: “Creemos que algunos puntos de inflación que correspondían a tarifas se postergarán hasta pasadas las elecciones y prevemos que la paritaria será menor de lo que pensábamos, bajando de un promedio de aumento de salarios del 27% a uno del 23,5%”, argumenta la economista para explicar la corrección.
El mayor dilema para los bolsillos este año es que los precios que aumentan son difíciles de reemplazar o recortar. Cuando las subas se dan en bienes de consumo, el comprador tiene la opción de recortar el consumo, cambiarse a segundas o hasta terceras marcas. Con los servicios públicos, más allá de algún ajuste marginal en el consumo, el recorte o el reemplazo por un alternativo no son opciones válidas.
“Cuando la inflación es de precios regulados y en productos inelásticos, donde el consumidor no puede cambiar el tipo o volumen de consumo, el impacto en el bolsillo es directo y funciona como si fuera una baja directa de los ingresos”, dice Spotorno. Los libros lo llaman “efecto ingresos”.
Pero también se da el llamado “efecto sustitución” porque si bien el consumidor no puede reemplazar el gas natural por el de otra marca u otro tipo de energía más económica para calefaccionarse, sí sustituye otros consumos.
“Es un caso conocido, se trata de lo mismo que pasó en el 2016 donde mientras que el promedio dio 40% en la inflación, la indumentaria subió apenas un 14% y los electrodomésticos un 28%, porque fueron de los rubros más afectados por el efecto sustitución y la caída de las ventas”, sintetiza Spotorno.