Los impactantes costos de una pandemia mal manejada
El reporte de Perspectivas Económicas de la OCDE, publicado la semana pasada, fue lapidario con la Argentina. Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la Argentina será el país que más años tardará en recuperar el nivel del PBI per cápita previo a la pandemia, entre 46 países analizados.
Al mismo tiempo que el reporte subió fuertemente su estimación de crecimiento de la economía global para 2021, de 4,2% previamente a 5,8%, resaltó que la recuperación será muy heterogénea. Factores como el ritmo de vacunación, y por lo tanto de reapertura de la economía, y las políticas de apoyo, tanto fiscales como monetarias, serán claves para el crecimiento.
Un grupo pequeño de países, que incluye paradójicamente a China, ya recuperaron el nivel de PBI per cápita prepandemia en 2020. Casi la mitad de los países desarrollados, incluyendo a los Estados Unidos, Japón y Alemania, lo lograrán en el curso de 2021. También lo harán algunos (pocos) países emergentes, como la India y Chile. Un grupo importante llegará a la misma meta en 2022. Lo harán 15 países desarrollados, incluyendo a Gran Bretaña, Francia e Italia, y dos emergentes, Brasil y Colombia. De los 33 países desarrollados incluidos en el informe, solo dos arribarán al nivel prepandemia en 2023: España e Islandia; también lo harán Costa Rica y México, entre los emergentes. En el pelotón de fondo quedan tres países: Sudáfrica y Saudí Arabia, que se espera que recuperen su nivel prepandemia en 2024, y la Argentina, con una recuperación del nivel del PBI per cápita pronosticada recién para el 2025. “Primer puesto”, en el reino del revés.
Los datos y las proyecciones económicas de 2020 y 2021 sustentan la catastrófica predicción de la OCDE para nuestro país. El año pasado la economía argentina cayó 9,9%, casi el triple que el 3,5% que se contrajo la economía global. En general, las economías que cayeron más fuertemente en 2020 son las que más están rebotando en 2021. Es el caso del Perú, por ejemplo. Su economía se contrajo 11% en 2020, pero se espera que crezca 9% en 2021. La economía argentina, en cambio, es difícil que se expanda más de 6%.
Hasta hace un par de meses, el consenso de economistas según la encuesta de expectativas del Banco Central, esperaba un crecimiento de 6,7% para 2021. Pero el recrudecimiento de la pandemia y de las restricciones a la movilidad están haciendo recalcular los pronósticos. En realidad, la actividad perdió vigor hace rato. Luego de una expansión muy fuerte en enero, la economía se contrajo en febrero y –levemente– en marzo, según información del Indec. Los datos de movilidad de Google muestran que, basado en el promedio para cuatro categorías asociadas a la actividad económica (almacenes, negocios, lugares de trabajo y lugares de transporte), esta se habría contraído más del 2% por mes tanto en abril como en mayo. Mal augurio para los datos de actividad que se vienen. Dado que el invierno todavía no comenzó, es probable que las restricciones a la movilidad continúen de una manera u otra, lo que impediría una recuperación fuerte en el corto plazo.
Una vez que empiece a levantar la temperatura, y con la campaña de vacunación mucho más avanzada, la economía comenzará a tomar vuelo nuevamente. Pero lo que más va a recalentarla es el gasto público preelectoral.
De enero a mayo de este año, el ministro de Economía Martín Guzmán implementó un feroz ajuste fiscal. La combinación de una suba de impuestos de casi el 70% interanual y de un aumento del gasto primario (sin intereses) de aproximadamente el 30% interanual llevaron el déficit primario de 2,3% del PBI en los primeros cinco meses de 2020 a un estimado de 0,3% del PBI en el mismo período de 2021. Estos datos, misteriosamente, no incluyen los $148.000 millones del eufemísticamente llamado “Aporte Solidario”, con los cuales el Gobierno podría haber mostrado un leve superávit primario. Quizás sean artimañas de Guzmán para evitar que el ala kirchnerista lo vea más FMIista que el FMI. Este ajuste fiscal, al igual que la influencia de Guzmán, ya es cosa del pasado. Para los meses que vienen se espera un fuerte crecimiento del gasto público en subsidios, en programas para paliar los efectos de la cuarentena y en obra pública.
Pero, más allá de la recuperación de la actividad que se verá en los meses previos a las elecciones, al país le quedarán importantes secuelas de largo plazo. No me refiero solamente al impacto que tendrá la corrección de los desequilibrios macro acumulados. Más que nada, preocupan los efectos de más largo plazo en nuestro capital físico, intelectual, social y reputacional de las pésimas decisiones que tomó el gobierno a lo largo de la pandemia.
Sin dudas, la herida más importante quedará en la educación de los más jóvenes, que tendrá un impacto muy importante en la distribución del ingreso y en la capacidad de la economía de crecer en el futuro mediato. Según la OCDE, el cierre de las escuelas en la Argentina es uno de los más largos del mundo. Desde el inicio de la pandemia las escuelas estuvieron totalmente cerradas por más del doble que el promedio de los países de la OCDE.
El impacto educativo de estos cierres es muy importante. Algunos datos de encuestas realizadas por el Observatorio Argentino por la Educación son estremecedores. Durante 2020, el 81,6% de las escuelas en la Argentina realizó solo actividades asincrónicas. Es decir, no hubo clases propiamente dichas. Solo un 51% de las escuelas encuestadas tuvo comunicación con sus alumnos todos los días de la semana, proporción que cae al 35,5% en los barrios populares.
Un 27,3% de los alumnos discontinuó sus estudios en algún momento de 2020 en los barrios populares. De ellos, un 9,1% expresó que no pensaba volver a las aulas en 2021. En el mismo sentido, una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo estima que la tasa de exclusión educativa aumentará más del 10% en la Argentina en los alumnos entre 15 y 17 años con respecto a su nivel prepandemia.
Las pérdidas económicas futuras estimadas tanto para los estudiantes como para el país son muy elevadas. Según otro reporte de la OCDE, el cierre de las escuelas durante un año puede llevar a una pérdida permanente de ingresos laborales de 4,6% como mínimo y 7,7% en promedio para los estudiantes afectados. Esto debe ser tomado como un mínimo. Por un lado, el aprendizaje es un proceso dinámico, con lo cual las escuelas cerradas no solo implican menos conocimiento nuevo, sino también potencialmente la pérdida de lo ya aprendido. Por otro lado, no toman en cuenta el impacto socio-emocional y motivacional en los estudiantes. Por último, no tienen en cuenta las pérdidas en la educación preescolar, que es crucial en el desarrollo, especialmente para los niños con más desventajas.
A nivel país, el mismo trabajo dice que el costo económico del cierre de las escuelas por un año se puede estimar en una reducción permanente del 4,3% del PBI. El valor acumulado hasta el fin de siglo, descontado a valores de hoy, equivale a la pérdida de dos años de actividad de todo el país. La comparación con los centavos que el Gobierno ahorró en vacunas indigna.
Otra herida importante de las erradas decisiones del Gobierno en pandemia quedará en el mercado laboral. A diferencia de la mayoría de los países del mundo, en los cuales la creación de empleo es muy fuerte, en la Argentina languidece. El empleo privado en relación de dependencia era en febrero de este año un 3% inferior al nivel prepandemia, y eso que rigen restricciones y elevados costos de despido.
Así, el peronismo, cegado en su manejo de la pandemia por un relato anticientífico, está perdiendo algunas de las características que lo hicieron tan exitoso en el pasado. El politólogo norteamericano Steve Levitsky argumentó en un libro escrito en 2003 que la resiliencia del peronismo se había basado en poder adaptarse y pasar de ser un partido de base sindical a uno con base en los movimientos sociales. Este mismo peronismo tiene olvidada a su base sindical, que pierde empleo sistemáticamente, y secuestrada a su base popular, al restringirle la base fundamental de la movilidad social, la educación.
La oposición debería tomar nota de este descalabro y preparar planes acordes. Las soluciones del pasado no son las mismas que las que plantean las necesidades del presente. Así como el ingeniero Álvaro Alsogaray pregonaba un shock de confianza y el ingeniero Mauricio Macri promovía un shock de inversiones, quienes quieran enamorar al electorado argentino y captar parte del voto peronista en 2023 tendrán que proponer las bases para generar un shock de empleo y un shock educativo.
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