Los hechos muestran que la solución no será rápida ni ordenada
El proceso de reestructuración de la deuda en dólares se viene haciendo dentro de un hermetismo tal que no queda claro si se está tanteando el terreno del proceso o si están hablando con los bancos de inversión casi en secreto. Esto es lo que sostienen desde el Gobierno y, dado el cronograma de reestructuración planteado por el ministro Guzmán, uno quisiera creer que es el caso, por lo exigente en lo que se refiere a los tiempos. Si bien todavía no se sabe bien cuál es el plan macro consistente a que tanto se hace referencia, es posible darse cuenta del rumbo que está tomando el proceso por algunos hechos observados, máxime después de la presentación del ministro en el Congreso.
Considero que fue positiva la gira que hizo el Presidente hace unos días por Europa en busca de apoyo en el proceso de reestructuración. La política es importante, sobre todo si está el FMI involucrado en el proceso. Pero en última instancia son los números fiscales los que quieren ver los que ponen la plata para decidir cómo proceder. Lo demás es discurso.
Con respecto a esto, el ministro reveló lo más importante en el Congreso. El Gobierno quiere tener un superávit primario muy discreto recién en 2023 y no se va a empezar este año a reducirlo, por lo que es obvio que el 1% del PBI (o 1,5%) de mayor recaudación impositiva esperada por los aumentos de impuestos se irá a gasto de gobierno.
Estas declaraciones no dejan otra alternativa que deducir que el Gobierno se va a sentar a la mesa de negociaciones haciendo un recorte importante de la deuda (haircut). Es casi contable. Para estabilizar la deuda pública a los niveles actuales se necesitarían niveles de superávit primario significativos (más del 2% del PBI) y una economía creciendo a tasas que lucen demasiado altas en la coyuntura argentina, por lo que para estabilizar los ratios de deuda sobre producto se debe reducir el monto de la deuda (y que las tasas de interés disminuyan). Con este prospecto en las cuentas, toma sentido el dicho del ministro de buscar establecer "un ejemplo a nivel mundial de cómo resolver una crisis de deuda".
Oferta insuficiente
A una mesa de negociación concurren el Gobierno con los acreedores, y los objetivos de ambas partes no están alineados. Una propuesta de que recién en cuatro años va a haber fondos para empezar a reducir la deuda será insuficiente para los acreedores. El escenario de que le sigan prestando plata a Argentina (o que se demoren los pagos) para seguir financiando déficits primarios por cuatro años, con un plan económico al que solo se le conoce el adjetivo de "consistente", no se ve realista.
Lo más probable es que los acreedores quieran mejorar la oferta y, por lo que dijo el ministro en el Congreso, no pareciera que el Gobierno vaya a ser muy flexible. Sin embargo, hay que reconocer la posibilidad de que la estrategia del ministro sea mostrarse como un "tipo duro" (lenguaje de teoría de juegos más que de un western) al principio de las negociaciones y así obtener mejores resultados finales.
Una propuesta mala para los acreedores se podría ver menos mala dadas las expectativas con las que fueron a negociar. Si este fuera el caso, sería una proeza terminar con las negociaciones en marzo. Por otro lado, el hecho de haberse impuesto un calendario exigente para solucionar el tema de la deuda hace pensar que quizás el escenario más probable sea que no habrá mucha discusión: es esto, lo toman o lo dejan, y es probable que los acreedores opten por lo segundo.
Por lo dicho, sigue siendo difícil leer la estrategia oficial. La prudencia es un activo en estos procesos y el Gobierno la venía teniendo hasta después de la gira europea. Pero hay hechos que hacen pensar que no es por prudencia el silencio y que las cosas no están saliendo como se pretende.
El gobierno nacional se había comportado con mucha más prudencia que la revelada en la saga bonaerense del vencimiento de la deuda provincial de hace unas semanas. Después de amenazar con un default y luego de acusar a los fondos de no tener corazón, Kicillof terminó pagando. Sin embargo, a nivel nacional la manera en la que se manejó la licitación de la deuda en pesos, el hecho de que haya quedado desierta y la reacción que tuvo el Gobierno son preocupantes.
Primero, revelan lo obvio: los acreedores se fijan en las probabilidades de que les paguen sus acreencias, y el hecho de que la licitación se haya declarado desierta muestra que no hay mucha confianza por su parte en lo que viene con respecto a las negociaciones de reestructuración.
Segundo, el reperfilamiento del bono AF20, después de declararse desierta la licitación, muestra que no estaba en los planes hacerlo y, por lo tanto, es una señal de que no hay plan o no se está cumpliendo como pretende el Gobierno. Si hubiese estado en los planes, lo habrían anunciado antes. Si bien encuentro razón en algunos argumentos que se dieron en el comunicado, el hecho de que haya sido tardío no tuvo beneficios y mostró la falta de interés en refinanciar deuda por parte del mercado.
Hasta que se empiece a negociar, seguirán siendo muchos los interrogantes de cómo evolucionará el proceso, pero los hechos van indicando que estamos leyendo una crónica en la que la solución con los acreedores no será en el plazo establecido ni ordenada, a no ser que realmente el Gobierno vaya a dar un ejemplo a nivel mundial de cómo resolver un problema de deuda.
Director de Proficio, exgerente de Investigaciones Económicas del Banco Central de Chile
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