Los grandes maestros también quieren conocer y aprender de sus alumnos
¿Cómo prepararse para un encuentro con uno de sus héroes profesionales? Es una pregunta difícil, que puede darnos vueltas en la cabeza durante meses, y en este caso ocurría mientras se acercaba la fecha de cursar en la ciudad de Ann Arbor, EE.UU., el Programa Ejecutivo en la Universidad de Michigan.
Era en pleno otoño boreal, y en la ciudad se respiraba el aire a estudios, conocimiento y descubrimientos, típico de un lugar donde todo gira alrededor de la universidad. Todo, incluida la carpa con la que los estudiantes de "Michigan U" protegerían una de esas noches la "M" dorada que decora la plaza contra los "vándalos" de Michigan State, con quien jugarían su clásico de fútbol americano.
Se palpaba también, el horror y el dolor por la masacre de Las Vegas, que había ocurrido sólo unos días antes.
Y fue así que finalmente, un día estábamos frente a algunos de los gigantes de nuestra profesión: Dick Beatty, Kim Cameron, Bob Quinn, y el maravilloso Horst Abraham -coach de los exitosos equipos de Ski de 1980 y 1984 y sobreviviente de campos de concentración nazis.
En el programa se aprendió, discutió y habló de todo: estrategia, métricas, gestión del talento, cultura corporativa, conversaciones complejas, liderazgo positivo, cambio radical, nuevas tendencias, fronteras de los recursos humanos, etc. La principal frase que daba vueltas en esos encuentros es: "How high is high?", o "¿Cuán alto es lo alto?".
Pero faltaba todavía el encuentro con Dave Ulrich, director del programa y un héroe personal de muchos, líder absoluto de nuestro campo de trabajo, con veinticuatro libros publicados, y un hombre global, actualizado: la síntesis de un profesional de nuestro tiempo.
Cuando finalmente llegó la hora de conversar, la situación fue todo lo contrario a lo esperado, todo lo que uno no imagina que puede pasar: el "héroe", el "prócer", la "eminencia" se reveló como un hombre simple, sencillo, de una humildad asombrosa. Su sonrisa permanente, su conocimiento de la profesión y del mundo y su empatía bajaron el encuentro a tierra y generaron el rapport de una forma natural, algo que nadie que no fuera genuinamente cercano con el otro podría fabricar. Y, de los aspectos formales y profesionales pasamos sin darnos cuenta, a hablar de cuestiones personales, de nuestra vida, la familia, y de las cosas que están pasando en el mundo.
Los argentinos tenemos una ventaja: Ulrich conoce mucho nuestro país. Con humor habló sobre nosotros, a quienes imagina como gente que sabe de todo, hizo bromas con el fútbol y habló del papa Francisco. Pero al escucharlo preguntar sobre nuestro trabajo caímos en la cuenta de que él quería aprender, saber y absorber de nosotros tanto como nosotros de él. Esa fue sin dudas, la gran lección del encuentro.
Ulrich es optimista frente al mundo contemporáneo. Pero lo preocupa la "lentitud" (sic) con la que el área de Recursos Humanos tarda en adaptarse a los cambios del mundo digital. En su visión, la nuestra es un área crítica no sólo para las operaciones, sino para el negocio en sí mismo de la empresa. Pero para mantener ese rol, debe adaptarse a mayor velocidad, incorporando conocimientos y prácticas que todavía parecen quedarle lejos.
Sabe también que el cambio digital y tecnológico es vertiginoso, y que es difícil seguirle el paso, pero cree que no sirve resguardarse en ese argumento. Hay que trabajar más y mejor para adaptarnos.
De todas formas, en esos días de otoño, su principal foco estaba puesto en algo mucho más cercano, humano y concreto: trabajar como soporte, apoyo y coach de la gerenta y del equipo de RRHH del hotel Mandalay Bay de Las Vegas, desde donde Stephen Paddock disparó los 700 tiros que cobraron 58 vidas. Mientras nos contaba el caso y sus detalles, era cada vez más tangible la paradoja: la angustia que debía sentir esa mujer y su equipo, pero también la suerte que tenían, de poder contar con un profesional de su envergadura y un ser humano de su calidad a su lado, en esa hora de tanta oscuridad y confusión.
El principal aprendizaje estuvo centrado en dejar que que el profesor se lleve algo de nosotros, de la misma manera que nosotros nos llevamos algo de él. Los gigantes también necesitan nutrirse de nosotros, porque en definitiva, somos todos humanos.
Consultor en Innovación Disruptiva
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