Los exportadores de Japón se adaptan a la fortaleza del yen
Una valorización de 34% del yen frente al dólar en los últimos cinco años le ha asestado un duro golpe a la famosa máquina exportadora de Japón. La moneda fuerte ha acelerado una ola de tercerización de la producción al extranjero, que ha contribuido a la aparición de déficits en la balanza comercial japonesa, antes inimaginables. Sin embargo, un resistente grupo de compañías exportadoras ha logrado sobrevivir e incluso prosperar en medio del caos cambiario.
Un ejemplo es Tamagawa Seiki Co., una firma de 74 años cuya sede se encuentra en medio de huertos de manzanas Fuji en las laderas de los Alpes del Sur de Japón. La compañía, un engranaje clave en la atribulada cadena de suministro japonesa, está expandiendo constantemente su plataforma de producción en el país, en lugar de mirar al exterior.
Su secreto para superar el alza del yen son los sofisticados giroscopios y sensores de última generación usados en autos híbridos, satélites y hasta aviones de combate, y que no tienen sustitutos fáciles de encontrar. Este año, la empresa está ampliando las líneas de ensamblaje en tres fábricas de Japón para aumentar en 15% su producción de sensores de autos híbridos y dejarla en 10 millones de unidades al año.
"Nuestros rivales directos en Estados Unidos han desaparecido uno por uno debido a fusiones que han creado grandes proveedores de sistemas que han perdido el interés por producir piezas individuales. El resultado es que los técnicos fueron despedidos y la tecnología se atrofió", explicó a The Wall Street Journal el presidente de la empresa, Norifumi Hagimoto. "No necesitamos fábricas en el exterior para ser una compañía global".
Toyota Motor Corp. es de lejos el mayor cliente de Tamagawa, pero la firma dice que también es proveedora de General Motors Co. yVolkswagen AG, y goza de un cuasi monopolio en la cadena de componentes automotores en los denominados sensores de rotación y ángulo, utilizados para pasar de manera fluida y silenciosa del motor que usa gasolina al eléctrico.
Tamagawa informa que entre sus otros clientes se destacan la taiwanesa Foxconn Technology Group., una contratista para Apple Inc., que también provee piezas para robots industriales y gigantes aeroespaciales como Airbus SAS y Boeing Co.
Pero Tamagawa no es la única. Otros pequeños exportadores japoneses que están creciendo a pesar de la fortaleza del yen incluyen a Okano Kogyo Co. que fabrica minúsculas agujas hipodérmicas de apenas 0,2 milímetros de espesor; Mikuro Spring Co., que tiene una participación de 70% en el mercado global de resortes de punta redonda para bolígrafos; Yamaju Ceramics Co., que controla 30% del mercado mundial de obleas de silicio monocristalino, que sirven para transmitir sonido en los teléfonos celulares; y Meisei Industry Co., que ostenta un tercio del mercado global de cables eléctricos de bajo voltaje usados para transmitir electricidad en los electrodomésticos.
Fabricantes de nicho
Aunque 60% de los exportadores de pequeño y mediano tamaño se vieron perjudicados por la apreciación del yen en 2011, según una encuesta citada en un reciente informe del Ministerio de Comercio, otro 40% asegura que el cambio no les ha impactado o fue incluso positivo.
Esta resistencia ilustra por qué los fabricantes japoneses de élite, si bien golpeados, continúan teniendo un peso vital en el escenario global y se alistan a cosechar grandes ganancias si el yen empieza a caer desde sus máximos frente al dólar y otras monedas. "Esos fabricantes de nicho tienen un dominio casi invencible sobre el mercado de sus productos, por más que el yen se valorice", dijo Takashi Masuda, economista jefe del centro de estudios japonés Toray Corporate Business Research Inc.
Tamagawa atribuye a su destreza tecnológica y a su base de clientes fieles su capacidad para seguir anclada en Japón. La em-presa de capital cerrado no divulga ganancias, pero sus ventas superaron los 32.600 millones de yenes (US$395 millones) en 2011, su segundo año consecutivo de crecimiento tras un bajón causado por la recesión, a 24.200 millones de yenes, en 2009.
En un momento en que las automotrices del mundo sufren las consecuencias de las pérdidas en Europa, provocadas por una persistente recesión y la rápida depreciación del euro, Tamagawa abrió en julio su primera oficina de ventas en Alemania, con seis empleados a tiempo completo. Hagimoto espera que las exportaciones a Europa, que el año pasado sumaron 4.000 millones de yenes, se dupliquen dentro de cinco años.
En 2011, alentada por algunos clientes, Tamagawa inauguró una fábrica en China, su primera incursión en el exterior, que produce subcomponentes utilizados en robots industriales. Sin embargo, eso representa apenas una fracción de sus ventas.
Tamagawa provee el equipo usado para colocar las barras de combustible en todas las centrales nucleares de Japón, así como la mayoría de las piezas usadas en el brazo robotizado de la Estación Espacial Internacional y sensores cruciales dentro de Curiosity, el vehículo de la NASA que aterrizó en Marte en agosto. Los contratos militares representan cerca de 20% de las ventas de la compañía, sobre todo giroscopios de última generación para los modernos aviones y misiles japoneses.
En el otro extremo del espectro, la empresa se ha visto atraída a la producción en masa de autopartes. En el transcurso de 10 años, el negocio evolucionó de una pequeña división hasta constituir 35% del total de las ventas de Tamagawa. La división que contribuye con el grueso de sus ingresos es la dedicada a la producción de componentes utilizados en la automatización industrial.
La tecnología surgió de una solicitud de Toyota antes del lanzamiento, en 1997, de su modelo híbrido Prius de primera gene-ración. La automotriz necesitaba un engranaje mecánico capaz de calibrar el paso del motor que usa gasolina al eléctrico.
Toyota pidió entonces a los proveedores que aumentaran mucho su capacidad para atender al aumento previsto en la demanda global por el Prius de la generación siguiente, en 2003. Sin embargo, el fabricante se frustró con la intransigencia de Tamagawa, que no quería abandonar su tradición de producción en pequeños lotes.
Hagimoto relata que su empresa se sintió sobrecargada con el pedido y no estaba segura de que podía satisfacer la escala de los pedidos sin sacrificar la calidad. "Dudamos antes de dar ese paso", reconoce. "Pero al final, nos dimos cuenta de que si no lo hacíamos, otra empresa lo haría. Hasta ahora, no nos hemos arrepentido".