Los errores detrás de los males económicos
Un vistazo a tres áreas en las que tropezaron las autoridades de EE.UU. y Europa
Gobernantes y autoridades de todo el mundo no previeron la crisis financiera global. Pero cuando llegó, improvisaron y tomaron las riendas de la economía, alejándola del abismo. Si no lo hubieran hecho, las cosas habrían empeorado.
Ahora ha quedado en evidencia que los estrategas políticos y financieros de Estados Unidos y Europa también cometieron errores, que están contribuyendo al sombrío panorama económico de hoy. Si no los hubieran cometido, las cosas no estarían bien, pero sí mejor.
Con el lujo de la mirada retrospectiva, estos son tres de los errores:
Los intentos por ayudar a los atribulados propietarios de vivienda en EE.UU. fueron demasiado débiles.
Actualmente, se han iniciado más de 760.000 modificaciones hipotecarias permanentes bajo el programa del gobierno, mucho menos que los millones que anunció el presidente de EE.UU., Barack Obama. Los datos de la Asociación de Banqueros Hipotecarios sugieren que hay atrasos en los pagos o están en ejecución hipotecaria al menos 5,5 millones de préstamos. CoreLogic Inc., una firma privada de recopilación de datos, calcula que 10,9 millones de familias tienen hogares que valen menos que sus hipotecas; más de uno de cada cinco propietarios de casa en EE.UU. con una hipoteca es insolvente. Casi ninguno de ellos puede refinanciar su crédito, diluyendo las ventajas de las bajas tasas de interés que imperan hoy en día.
No hay maneras baratas de acelerar la cura del sector residencial. Casi cualquier opción es injusta, especialmente para quienes no tomaron préstamos superiores a su capacidad de pago. Cada gran solución tiene grandes desventajas. Permitir, por ejemplo, que los propietarios de vivienda renunciaran a las deudas hipotecarias declarándose en quiebra habría obligado a los bancos a modificar más préstamos, pero habría debilitado a entidades frágiles. Comprar casas de los bancos y alquilarlas sería costoso. La consecuencia es que los precios menguantes de las viviendas siguen siendo un lastre para la economía.
El gobierno de EE.UU. tiene una política fiscal incoherente.
La mitad de las veces, el gobierno habla de dar más apoyo fiscal a la economía. En diciembre, los republicanos consiguieron sus exenciones impositivas y los demócratas las suyas: nadie pensó sobre los déficits. La mitad de las veces, las autoridades hablan de la necesidad de reducir la deuda. El reciente acuerdo de reducción del déficit fiscal ignoró que la economía se está deteriorando.
Impera un intenso debate sobre los méritos de reducir inmediatamente el gasto gubernamental, pero hay pocas pruebas de que eso impulsaría el crecimiento de EE.UU. "La idea de que la austeridad fiscal desencadena un crecimiento más rápido en el corto plazo está poco respaldado por los datos", concluyó el Fondo Monetario Internacional tras examinar pruebas del año pasado. Esto es particularmente cierto en el caso de la economía de EE.UU. actual. Las tasas de interés no pueden caer mucho más para compensar las reducciones de gastos gubernamentales. Las exportaciones no son una fuerza grande como lo son en economías menores y por ende no pueden compensar tanto.
Una estrategia más inteligente habría combinado más ayuda de corto plazo para la economía con una mayor reducción del déficit de largo plazo, incluyendo restricciones al gasto en salud y una reforma del código tributario. Si se hubiera comenzado antes a aumentar el gasto en infraestructura, hoy estaría creando empleos. Si los políticos hubieran llegado a un acuerdo sobre la reducción del déficit en vez de crear otra comisión, la gente y los mercados tendrían más confianza en la capacidad del sistema de EE.UU. de hacer lo que tiene que hacer.
Europa probó la opción de abrirse paso como sea, pero no funcionó.
Los líderes europeos actuales no pueden hacer nada sobre el pecado original: la creación de una moneda única sin las institu-ciones de gobierno y las políticas fiscales necesarias. Pero convocan a cumbres frecuentes que hacen sólo lo suficiente como para impedir una catástrofe por otro mes y no lo suficiente para solucionar problemas subyacentes, y luego esperan que el Banco Central Europeo salga al rescate. Eso está socavando la confianza en Europa y perjudicando su economía.
El recurso de "qué tal si" es a menudo facilista y rara vez persuasivo. Pero qué tal si hace un año, Alemania y Francia hubieran empujado a Europa a declarar que la supervivencia del euro requeriría de cambios drásticos: la reestructuración de algunas deudas soberanas y el respaldo europeo colectivo para el resto, un fondo de ayuda suficientemente grande como para espantar a los especuladores y un giro encaminado a una mayor integración europea.
Si uno menciona todo esto a gente que está en el medio de cualquiera de los dos bandos, la respuesta se reduce a: "Sí, pero hay limitaciones políticas".
Es cierto. Pero en la política, el liderazgo es el arte de convertir lo necesario en posible.
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