Los empresarios relegados se reacomodan para la restauración kirchnerista
Miguel Galuccio es un sobreviviente. Llegó a la conducción de la petrolera YPF en mayo de 2012, fue la carta de Cristina Kirchner para atraer inversiones tras la estatización de la empresa, participó de internas feroces en su gobierno y subsistió cuatro meses tras la salida de su jefa. El ingeniero entrerriano iba a La Ñata, el lugar en el mundo de Daniel Scioli, hablaba con su opositor Sergio Massa y almorzaba con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, que dudó antes de removerlo de su cargo cuando llegó a la Casa Rosada. Esas relaciones antes molestaban a la ahora vicepresidenta electa, pero las tensiones quedaron en el pasado.
Galuccio se relanzó en el sector privado tras la creación de la petrolera Vista. Fuera del Estado perdió exposición pública, pero últimamente retomó el diálogo con Cristina Kirchner, con quien habla del futuro petrolero del país. Nadie en su entorno asegura que volverá al gobierno con el cambio de mando, pero tampoco lo desmienten. Y los empresarios que lo resistían comenzaron a tenerle aprecio. Prefieren que Cristina escuche su voz antes que la de Federico Bernal, director del OETEC, un "observatorio" de la energía. Ven a este bioquímico y biotecnólogo como un resabio postrero del exministro de Planificación, Julio De Vido. Su currículum lo acredita: se presenta como exasesor de esa cartera y del propio De Vido en su paso por Diputados, con quien escribió un libro enciclopédico titulado "Néstor y Cristina Kirchner. Planificación y federalismo en acción", prologado por la expresidenta.
La oleada kirchnerista redondeó el filo que tenía Bernal para la crema del empresariado local. "Es una persona con la que se puede hablar", rescató un ejecutivo que se define como antiperonista. Y el presidente de una empresa petrolera argentina reconoció que había madurado.Incomparables entre sí, Galuccio y Bernal tienen un punto en común: son apellidos que en el imaginario del establishment habían sido expulsados para siempre del poder público, pero ahora tallan en las discusiones que le darán forma al futuro gobierno. Ambos encierran paradojas que caracterizan a una administración de coalición. Bernal es bien considerado por Cristina Kirchner, pero no genera consenso en el naciente albertismo. Algunos lo colocan en IEASA (la exEnarsa). Son sólo pronósticos en un organigrama que está lejos de completarse.
La historia de Galuccio es más curiosa. Los empresarios que aún lamentan la ida de Macri recuerdan que echó a Alberto Fernández de YPF cuando se hizo cargo de la empresa. Fue tema de conversación días atrás en un círculo de poderosos. Quienes acompañaron a Galuccio en aquellos días lo cuentan distinto. Cuando llegaron ellos, dicen, sólo evitaron renovarle el contrato que le habían hecho sus antecesores.
Hay otros datos que nadie cuestiona. Al presidente electo lo había contratado Repsol cuando la empresa española aún era dueña de YPF. Tras la estatización, Fernández acusó a Cristina Kirchner de filtrar la información, que se difundió por primera vez en el diario Tiempo Argentino y desató un escándalo. Si ambos lograron superar esas diferencias, no hay motivos para pensar que el nuevo jefe de la Casa Rosada mantenga algún encono con Galuccio, a quien llaman el mago petrolero.
El nudo del regreso kirchnerista ajusta en otros tejidos del sector petrolero. El interlocutor habitual de Fernández en YPF era Sebastian Eskenazi –antecesor de Galuccio en la cima de YPF-. El conductor del Grupo Petersen es otro de los que volvió al futuro. Eskenazi se reunió por última vez con Fernández el martes anterior a las elecciones, como figura en una nota de LA NACION. Antes de ese día, Alberto se había juntado con Cristina Kirchner, quien en abril de 2012 dio la orden de expropiar la empresa que manejaba Sebastián.
La convivencia de los viejos nombres exigirá paciencia. No sólo para el pasado común, sino también por los recién llegados al poder. Una muestra: el 22 de agosto pasado se reunieron en el Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG) ejecutivos con los interlocutores designados por la mesa chica del Frente de Todos para hablar en esa ocasión.
En representación de la política estuvieron Esteban Kíper (hombre cercano a Axel Kicillof, exvicepresidente de Cammesa y autor de la fórmula stress tarifario), Andrés Repar (fue vicepresidente del Enargas en los ’90 y hoy trabaja en la UMET, la universidad de Víctor Santa María) y el economista Arnaldo Bocco. El líder era Nicolás Trotta, rector de la UMET y coordinador de los equipos técnicos del naciente albertismo. Son apenas referencias en una lista mucho más larga para ocupar lugares en la conducción del Estado, la mayor bolsa de trabajo del país.
Más que entre petróleo y aceites, las llaves del poder futuro crecen entre pastillas y jarabes. Eskenazi y Alberto tienen un amigo en común: Adrián Kochen. Y los dos últimos mantienen una relación de cercanía con Hugo Sigman, a quien todos señalan como el nuevo dueño de la línea privada entre el presidente electo y los empresarios (fue el gestor de la reunión entre Fernández y Marcos Galperin, de Mercado Libre).
Sigman es dueño del Grupo Insud, pasó de emprendedor a millonario con los laboratorios –es dueño de Elea, entre otros-, se define como socialdemócrata y es amigo de Felipe González.
Los documentos públicos muestran que Sigman estuvo más cerca de los Kirchner que de Macri. El 21 de agosto de 2008 por la noche, en la Casa Rosada, se reunió con Cristina Kirchner y con el ministro de Planificación, Julio De Vido. El registro oficial de audiencias no especifica el motivo del encuentro y aclara que a ellos sólo se les sumó Fabián Sigman. Cinco días más tarde volvió a participar de una reunión con la Presidenta para anunciarle inversiones de Gas Natural Ban (su sociedad es accionista de la distribuidora, que ahora se llama Naturgy). El grupo fue más nutrido. Se sumó, entre otros, Roberto Baratta, que era mano derecha de De Vido y se hizo más conocido tras la investigación de los cuadernos de las coimas.
Sigman volvió varias veces más a ver a Cristina Kirchner. El 3 de agosto de 2011, en el marco del Consejo de Empresarios del Mercosur, por ejemplo, y estuvo a solas con ella e Ignacio Ramonet -director de la edición española de Le Monde Diplomatique, un producto de Sigman- el 8 de septiembre de ese año.
En cambio, no hay, al menos registradas, reuniones oficiales con Macri. Sólo se juntó en dos ocasiones con Gustavo Lopetegui –era mano derecha de Marcos Peña- en representación de los laboratorios, contra quienes la Casa Rosada desplegó una pelea por los precios de los medicamentos del PAMI, y una con Pablo Avelluto cuando era ministro de Cultura.
El cerco farmacéutico se cierra con el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, interlocutor del sector desde su paso por la cartera de Salud en la gestión de Cristina Kirchner. Allí se hizo amigo de Eduardo Macchiavello, presidente de Cilfa (representa a las mayores empresas nacionales del rubro- y timonel de Roemmers). En 2016, este laboratorio le vendió a la empresa de la familia del gobernador la firma San Juan de los Olivos, que explota olivares en la provincia de San Juan.
El triunfo de Fernández catapultó a Manzur como jefe tácito de una liga de líderes provinciales para cogobernar que postula el presidente electo cada vez que puede. Fernández asistió a la asunción de Manzur para refrendarlo, al igual que el dueño del Banco Macro, Jorge Brito, uno de los pocos empresarios que se acercaron hasta allí.
Brito disminuyó su exposición pública en los años de Macri. Coincidió con la definición del Caso Ciccone, por el que está preso el exvicepresidente Amado Boudou y él, procesado. Había motivos económicos para asistir (el Macro es fuerte en Tucumán y en todo el Noroeste), pero también políticos. El banquero tiene llegada al Frente de Todos a través de uno de sus integrantes clave, Sergio Massa. Brito había conocido al candidato a diputado más votado en las últimas elecciones cuando estaba a cargo de la Anses. Su banco, luego, se convirtió en sponsor de Tigre, el club del que fue presidente Massa.
En enero de este año, Macri inauguró en Puerto Madryn un parque eólico de la empresa Genneia, donde los Brito tienen inversiones. Su presidente es Jorge Pablo Brito, hijo de Jorge.
Jorge Pablo pasó un momento incómodo con el Presidente cuando ceremonial de la Casa Rosada le pidió que no se sacara una foto junto a Macri en la inauguración de ese parque. Nunca le explicaron los motivos, pero las sospechas apuntan a la mención del apellido con la causa Ciccone. Por la crisis del país, casi 12 meses después las obras del parque eólico se frenaron. Al menos, el apellido de los banqueros tuvo un momento de desagravio cuando volvió a ser bien recibido por el poder en Tucumán.
Quizás nadie encarne mejor el nuevo signo de los tiempos que Rubén Cherñajovsky, dueño del grupo Newsan. Entre otras cosas, produce electrodomésticos bajo las marcas Noblex, Siam, ATMA, Sanyo y Philco. Casi todo proviene de Tierra del Fuego, cuya industria electrónica, basada en el ensamblaje de piezas, fue apalancada por la última gestión de Cristina Kirchner y temió por la desaparición con la llegada de Macri al poder.
La Casa Rosada sostenía que la ineficiencia del sector obligaba al consumidor local a pagar más por algo que se podría traer más barato de afuera. El tiempo hizo su trabajo: los funcionarios desistieron de las posturas más radicales, el sector aumentó su eficiencia y Macri visitó las instalaciones de Chernajovsky al menos dos veces.
Cherñajovsky dice que repite el mismo discurso industrialista desde hace 40 años y asegura sin ponerse colorado que el empresario está obligado a incidir en algunas políticas públicas para mejorar el ecosistema en el que se desarrollan sus compañías. Rechazó el plan de Macri para importar computadoras y su grupo recortó 3000 empleos en estos años. Pese al enojo, reorganizó la empresa en virtud de "la apertura" y armó una "compañía distribuidora". En cuatro años vio tres veces a Macri, pero el presidente electo lo recibió cuatro días después del triunfo. Fue el 31 de octubre pasado. Al cabo del encuentro, le dejó un pedido a Fernández: "Ojalá no te pase que te quedes aislado y termines escuchando sólo a tres personas que también están aisladas", le encomendó.
Salió de la reunión encantado con Fernández, que luego difundió en Twitter: "Rubén Cherñajovsky, uno de los empresarios más importantes del país, vino a contarme que en febrero Newsan comenzará a fabricar lavarropas LG en su planta de Avellaneda. Además, planea ampliar su negocio de exportación de alimentos con inversiones superiores a US$50 millones". El hechizo fue recíproco.
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