“Los empresarios”, frente a un cambio en las reglas
Una vez que se convence de la firmeza de las autoridades en su gestión, la mayoría se ajusta, porque su “negocio” no consiste en ganar pulseadas verbales, sino en producir resultados, para poder seguir viviendo y pagar los salarios
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Por disposición del presidente de la Nación X el empresario Y es el único autorizado para fabricar y vender panchos en el país. Luego de las elecciones, el presidente X es reemplazado por el presidente Z, quien deroga la disposición que otorgaba el referido monopolio. ¿Qué hace el empresario Y cuando ocurre esto último?
Alternativas: 1) mata (mejor dicho, contrata a profesionales para que maten) al nuevo presidente, 2) lo coimea para que mantenga la disposición, 3) trata de convencerlo de que su monopolio es “lo que le conviene al país”, 4) resiste, si piensa que el cambio en las reglas del juego es transitorio y 5) se ajusta, si considera que el cambio llegó para quedarse.
Una vez que se convence de la firmeza con la cual las nuevas autoridades encaran su gestión, la enorme mayoría de los empresarios opta por la última alternativa. Porque son empresarios: su “negocio” no consiste en ganar pulseadas verbales, sino en producir resultados, para poder seguir viviendo, pagar los salarios, etc.
La mayoría de los empresarios no sabe hablar. La mayoría de los cirujanos tampoco, y ni qué decir de la mayoría de los pintores. Saben decidir, operar y pintar, respectivamente. Yo le puedo explicar a usted claramente la cirugía que le están por practicar, pero si lo opero usted se muere.
No es de empresario rendirse, sino pelear, adaptándose a las nuevas reglas del juego. Vienen a mi memoria un par de ejemplos que ilustran lo que quiero decir. Hasta fines de la década de 1980, tanto el grupo Techint como el grupo Arcor vendían en el mercado interno. El primero, caños; el segundo, caramelos. A raíz de la apertura económica practicada durante la década de 1990, salieron al mundo y son hoy mucho más grandes que si sólo hubieran seguido vendiendo localmente.
Claro que, frente a un cambio en las reglas del juego, no todas las empresas podrán sobrevivir. Pero, según mi experiencia, pocos de los cierres tienen que ver con resignación empresaria. La mayoría se debe a cuando no pueden operar, porque a raíz de una disputa sindical camiones estacionados en la puerta de la fábrica le impiden operar o sufren el mantenimiento de costos locales artificiales cuando se abre la economía.
A los verdaderos empresarios, que son la mayoría, no hay que apoyarlos, hay que dejar de molestarlos, distraerlos, etc.; para que puedan dedicarse a trabajar, en vez de estar meramente ocupados.
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