Los desafíos de la Argentina que viene
Concluido el comicio de hoy, la administración que se haga cargo del país a partir del 10 de diciembre deberá enfrentar desafíos diferentes a los que vivió el país en los últimos años.
Ya no habrá circunstancias externas, tecnológicas y comerciales inmensamente favorables. Tendremos un mundo que, más allá de las acciones que ejerzan las administraciones de las naciones más desarrolladas como los organismos multilaterales, enfrentará tiempos de creciente dificultad en términos de bajo crecimiento, crisis bancarias y baja credibilidad.
En ese contexto, los problemas que fue acumulando la Argentina a lo largo de los últimos ocho años se observarán en toda su dimensión y habrá que lidiar con ellos y superarlos.
El desafío más inmediato será el creciente desequilibrio en el balance de pagos externo. La Argentina va a entrar en una situación de déficit en cuenta corriente por la combinación de tres factores. En primer lugar, la demanda interna creció por encima de la producción, y eso lleva a un déficit en las cuentas externas. En segundo término, una caída de los precios de sus principales productos de exportación así como un tipo de cambio más competitivo de nuestros países vecinos. Y, por último, el fenómeno estructural de la crisis energética que obliga al país a una creciente dependencia del resto del mundo, con un impacto sobre el sector externo, debido a que la producción cae sistemáticamente y la demanda continúa creciendo de acuerdo con el desempeño de la economía.
Ese condicionante externo se verá sin duda agravado por la dificultad del financiamiento que enfrentará tanto el sector privado como el sector público, en un mundo de tanta incertidumbre y de tanta volatilidad. Este problema externo forzará a una desaceleración del crecimiento económico, tanto más acentuada cuanto menos se corrija la competitividad propia. Lo que no se percibe sobre las discusiones del valor de la moneda es que la corrección que no se practica por tipo de cambio se termina practicando por cantidades y en ese sentido el impacto será severo.
El segundo desafío que tiene la próxima administración será la inflación. La inexorable corrección del ritmo de devaluación del peso, para lidiar con el problema externo, ejercerá una presión sobre la tasa de inflación que requerirá un programa muy sofisticado en política de ingreso, en política fiscal, en el crecimiento del nivel de gasto público, de manera de actuar en forma compensatoria al mayor dinamismo que se le aplicará a la política cambiaria. La inflación es determinante porque puede influir en la demanda de dinero local y en el nivel de intermediación financiera.
Hemos tenido en todos estos años, luego de la convertibilidad, una extraordinaria facilidad para aumentar la cantidad de dinero aproximadamente 22 veces, y haber corregido el tipo de cambio sólo cuatro veces y media.
Esa asincronía estuvo vinculada a una mejora excepcional de demanda del dinero por factores complejos, como son el impacto que tuvo en nuestro funcionamiento financiero la crisis ocurrida en 2002 -por la enorme devaluación inicial-, ya sea con el impuesto a las transacciones financieras o con la información que transmiten los mecanismos regulatorios de las operaciones que se hacen por medios electrónicos.
Dilema fiscal
El tercer dilema económico que se avecina es de carácter fiscal. Allí hay una acumulación de problemas muy significativos. Lo más relevante es la dinámica de los subsidios que se otorgan para atenuar o evitar las correcciones en los precios de los servicios que se proveen bajo regulación estatal.
En ese aspecto, los subsidios tienen un crecimiento exponencial, debido a que cada vez son una fracción más grande de la cobertura del costo de los servicios. Esa dinámica, muy por encima de la tasa de inflación, compromete severamente el futuro.
Seguramente esto no podrá seguir así, ya sea por la razón fiscal o por el incentivo que se ha creado a un consumo excepcional de energía de carácter anormal para países de ingresos como el de la Argentina, y que ha llevado a una gran vulnerabilidad en este aspecto de las políticas públicas.
El cuarto punto está relacionado a la descapitalización de nuestra economía. Hubo una gran descapitalización en el rodeo ganadero, en las reservas de gas y petróleo, en la seguridad social. Esta descapitalización se traduce en el largo plazo en un menor nivel de crecimiento de la actividad económica.
En consecuencia, la Argentina necesitará en el futuro inmediato mejorar sustancialmente los niveles de inversión en comparación con el pasado, porque ya no se podrán depredar las reservas energéticas o las arcas de la Anses.
Estos cuatro grandes desafíos que deberá afrontar la próxima administración no pueden barrerse bajo la alfombra, ni tampoco pueden excluirse del debate político y de la opinión pública. Los problemas que enfrentaremos son solucionables si se los encara con firmeza y convicción.
El autor fue ministro de Economía y candidato presidencial
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