Los datos del mercado laboral salen de la bruma estadística
Los datos del segundo trimestre del año difundidos por el Indec días atrás denotan una preocupante situación laboral, en tanto la tasa de desempleo se acerca a los dos dígitos. Es inevitable intentar comparar con los datos previos: frente a la suba de la tasa de desocupación hay una leve alza de la de empleo. En valores absolutos, en un año habría 400.000 empleos nuevos y otro tanto de nuevos desocupados. Podría decirse que sería necesaria una explicación satisfactoria al incremento de la tasa de actividad, es decir, a por qué hay más personas en el mercado laboral.
Pero hay al menos dos razones por las que buena parte de los comentarios de estos días deben ser tomados con pinzas. Una es la cuestión estacional. No es metodológicamente correcto ni útil comparar los nuevos datos con los últimos conocidos del tercer trimestre de 2015. Y en especial no pueden compararse porque son los primeros datos que se tienen saliendo de la bruma estadística.
En el verano de 2007, el camino que el gobierno de entonces decidió recorrer fue el de torcer los datos de la realidad, con la convicción de que así esa realidad no iba a ser percibida por el conjunto de la sociedad.
Se puede reconstruir el camino que empezó con la supresión del cómputo del precio de la lechuga, que en ese momento se había disparado. Al mismo tiempo se modificó el tratamiento de los datos sobre los gastos en salud y en turismo. El resultado fue "exitoso" para quienes imaginaron tamaño desatino: el índice de precios al consumidor de enero de 2007 no mostraría el verdadero incremento de casi el 2%, sino que resultaría de poco más de la mitad: 1,1%. De allí en adelante, la distancia entre los números manipulados y los que hubieran correspondido se mantuvo en torno de una relación de dos a uno.
Como era previsible, la falsificación y el ocultamiento trascendieron la frontera del índice de precios. Primero se afectó el cálculo (derivado parcialmente de aquel) de la pobreza y la indigencia. Luego, dentro del mismo Indec se afectaron otros índices, hasta que se llegó a alterar las estimaciones de crecimiento económico, de participación salarial y muchas más.
La Encuesta Permanente de Hogares (EPH), histórica fuente de información sobre el funcionamiento del mercado de trabajo y otros datos socioeconómicos, no quedó al margen del atropello. No sólo se "secuestraron" las bases de usuarios desde 2007 durante casi tres años, sino que en ese ínterin se incluyeron datos inexplicables como el "aumento" del empleo en el cuarto trimestre de 2008. Durante 2007 y 2008 el empleo se estancó, según la EPH, pero hacia fines de 2008, cuando se avizoraban los efectos de la crisis financiera internacional y se impulsaron desde los planes de protección de empleo (Repro) hasta medidas de estímulo para contrarrestar la caída del consumo (programas para automotores, motocicletas, heladeras, etcétera), la EPH informó que había habido un salto del empleo, con la creación de casi un cuarto de millón de puestos. Nunca se explicó tal contradicción.
Años después, los datos de la EPH informaron la peculiar noticia de que el ingreso de los asalariados precarios habría crecido a mayor velocidad que el de los protegidos. Contemporáneamente, quizá para atemperar el impacto informativo de la caída de la tasa de actividad y la de empleo, se dijo que la población de referencia de las ciudades relevadas era sensiblemente más alta que lo que se consideraba hasta entonces. Así, tasas más bajas sobre poblaciones más elevadas daban como resultado un volumen de empleo aparentemente estancado.
Cuando éramos chicos nos decían que la mentira tiene patas cortas. Eso no fue tenido en cuenta por los responsables de la estadística, que no repararon que en 2014 la Encuesta Anual de Hogares Urbanos arrojó 400.000 empleos menos que en 2013.
Por entonces ya se había decidido oficialmente no calcular más la pobreza por ser algo "estigmatizante". El último dato publicado era del orden del 5% de la población, cuando las mediciones alternativas hablaban de tres o cuatro veces ese porcentaje.
Con el cambio de gobierno llegó el reemplazo de la cúpula del Indec. Se sancionó la emergencia estadística y se interrumpieron las publicaciones de la mayor parte de las series. Paulatinamente algunas de ellas se recompusieron (índices de precios, cuentas nacionales, etcétera) y ahora hay datos de empleo y desempleo.
Los ciudadanos y el periodismo tienen derecho a mirar sus resultados con sumo interés y a intentar contrastar los nuevos valores con los últimos conocidos. Pero no es posible hacer la comparación. Habrá que disponer de los datos del resto del año para evaluar mejor dónde estamos parados.
El autor es director del Centro? de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) de la UBA? e investigador del Conicet