Los bancos de Japón pasan apuros para prestar dinero
La escasez de deudores ilustra las dificultades que afronta la ‘Abeconomía’ para mejorar la confianza
OKAYAMA, Prefectura de Okayama.- Shuichi Takeda, el presidente de Koeido Co., un fabricante de golosinas fundado hace 156 años y domiciliado en esta ciudad en el sudoeste de Japón, cree que el país está finalmente saliendo de un bajón de 20 años.
Las ventas de masas de mijo dulce de la empresa se han mantenido estables. La compañía está invirtiendo unos 80 millones de yenes (US$800.000) en renovar dos tiendas, un indicio de que la economía japonesa está mostrando señales de vida, impulsada en parte por un flujo de crédito barato provisto por el banco central que ha propulsado la bolsa y estimulado el crecimiento.
Pero ante la incertidumbre de la demanda futura y el alza en los costos del azúcar importado, Koeido es renuente a emprender proyectos de mayor envergadura y contraer nuevos créditos para reemplazar equipos o expandir su negocio, aunque los bancos casi se lo están rogando.
"La economía no mejora necesariamente sólo por la relajación monetaria", advierte Takeda. "Y uno no toma dinero prestado sólo porque los intereses estén bajos".
En esta prefectura semiindustrial de 1,9 millones de habitantes, la escasez de prestatarios ilustra la realidad detrás del experimento económico japonés: es más fácil incrementar el dinero circulante que conseguir que la gente lo ponga a rendir.
El problema es más grave en regiones como Okayama, ubicadas lejos de los grandes centros urbanos y las compañías globales que han sido el motor del repunte económico.
Normalmente, el estímulo monetario se transmite a la economía a través de los bancos, que absorben el dinero barato y luego lo otorgan en préstamos, fomentando el gasto, la inversión y el crecimiento.
No obstante, décadas de una caída en la demanda y los salarios han espantado a los posibles deudores. Conforme disminuía el crédito, las firmas financieras colocaron más dinero en la seguridad de los bonos soberanos. Actualmente, los bancos japoneses acumulan aproximadamente 142 billones de yenes (US$1,4 billones) en bonos gubernamentales, en torno a 14% del mercado. En Estados Unidos, la cifra es de apenas 2%.
Cuando Shinzo Abe asumió como primer ministro el año pasado, propuso solucionar la situación con una inyección monetaria como la que utilizó la Reserva Federal de EE.UU.; una de magnitud suficiente como para sacar el dinero de los bonos y dirigirlo hacia la economía real.
El banco central ha duplicado sus compras de bonos, adquiriendo el equivalente a 70% de las nuevas emisiones, en un intento por desplazar a los bancos y otros inversionistas del mercado y obligarlos a destinar su dinero a otros fines, como préstamos o inversiones en bienes inmobiliarios, para estimu¬lar la economía.
Pero la iniciativa está poniendo en aprietos a las firmas financieras japonesas, que aseguran que simplemente no ven otro lugar seguro donde colocar sus fondos.
Chugoku Bank Ltd., el mayor prestamista de Okayama, destina casi tanto dinero a las acciones y los bonos como a la concesión de préstamos. Su cartera de créditos incluso registró una ligera caída en el trimestre concluido el 30 de septiembre.
Mientras tanto, sigue teniendo en torno a US$11.200 millones (más de un tercio de su portafolio) invertidos en bonos soberanos.
Datos oficiales divulgados la semana pasada confirmaron la precariedad de la recuperación japonesa al mostrar que el crecimiento se redujo a la mitad en los tres meses que concluyeron el 30 de septiembre, en comparación con el primer semestre del año, tras una desaceleración de las exportaciones y el consumo.
De todos modos, la política de crédito barato ha logrado algunos avances. La inyección de fondos del Banco de Japón, de la mano de un mayor gasto fiscal, han debilitado el yen, atraído inversión extranjera, apuntalado los ingresos de las empresas exportadoras y animado un poco el consumo. En los primeros seis meses del año, Japón se expandió a un ritmo más acelerado que el resto de las economías desarrolladas.
Sin embargo, la denominada Abeconomía aún debe resolver un problema fundamental: las empresas y consumidores del país no sienten la confianza suficiente para endeudarse e invertir. "La idea de que el Banco de Japón compre bonos y que luego el dinero empezará a convertirse en préstamos para empresas o minoristas, es sólo un ejercicio teórico", dice Masato Miyanaga, presidente de Chugoku. "Lo más importante es que (el gobierno) se apresure a concretar una estrategia de crecimiento, que ponga en marcha la actividad económica privada".
Eleanor Warnock y Phred Dvorak