Los algoritmos asumen el mando del corretaje de bonos
Ryan Sheftel y un puñado de genios de las matemáticas debatían acaloradamente en una mañana reciente en una oficina de Manhattan cómo generar ganancias del mercado más líquido del mundo: los bonos del Tesoro estadounidense.
Su dilema era cómo obtener una ventaja sobre otras decenas de empresas que buscan señales del mercado para comprar y vender valores milisegundos antes que sus rivales. Horas después, luego de que alguien sugirió emular los movimientos de los bonos del Tesoro simulando las colisiones de los átomos dentro de un metal —un intento de predecir las respuestas del resto de los operadores a las oscilaciones del mercado—, el grupo empezó a modificar sus exclusivos códigos de computadora para que reaccionaran con mayor rapidez.
La conversación fue sólo una muestra de que las estrategias de corretaje computarizado de valores, o algoritmos, han reconfigurado el mercado de bonos del Tesoro, de US$12,7 billones. El mercado de renta fija atraviesa los mismos cambios que ya convulsionaron a los de acciones y divisas.
Las empresas que utilizan algoritmos enfatizan que están expandiendo el flujo de órdenes y estabilizando los precios, aun-que sus detractores advierten signos de que con su velocidad estas compañías magnifican las turbulencias en los puntos de inflexión del mercado.
Los reguladores aún no se han formado una opinión sobre el impacto del corretaje mediante algoritmos en el mercado de bonos del Tesoro, pero las cifras demuestran una participación cada vez mayor en los volúmenes.
Anthony Perrotta, socio de la firma de investigación Tabb Group, estima que las firmas no bancarias dedicadas al corretaje de alta velocidad representan 60% de la actividad en los rincones más activos del corretaje electrónico, un alza frente a 45% en 2012.
"La tecnología ha introducido un nuevo conjunto de participantes al mercado de bonos del Tesoro, volviéndolo más propenso a actuar de forma imprevista", dice Amar Reganti, estratega de la gestora de fondos Grantham Mayo Van Otterloo & Co., de Boston, y ex subdirector de la oficina de gestión de deuda del Departamento del Tesoro de EE.UU.
Las firmas que transan mediante algoritmos argumentan que deberían ser evaluadas según sus estrategias individuales o las conductas que los reguladores quieren erradicar, no sobre su forma de organización. El corretaje con algoritmos, dicen, es realizado por una gama de entidades, incluyendo los bancos que han invertido en esta tecnología.
A otros les preocupa que los algoritmos compitan los unos con los otros y se copien sus estrategias de inversión, lo que exacerbaría los movimientos del mercado en cualquier dirección.
Hace unas décadas, prácticamente la totalidad de los bonos del Tesoro se compraban y vendían por teléfono en bulliciosos pisos de negociación en Wall Street. Un comprador llamaba a un representante de ventas de un banco, quien tomaba la orden de compra, se paraba y gritaba al sistema de intercomunicador o sobre un corredor cercano solicitando un precio. Si el cliente aceptaba el precio, y el precio no se movía en el interín a raíz de alguna noticia, se completaba la operación.
A veces "podía ser bastante agitado", recuerda Thomas Connor, director operativo de la corredora de valores de Nueva York Amherst Pierpont Securities y ex director de operaciones de bonos del Tesoro de EE.UU. de J.P. Morgan Chase & Co.
Ese proceso ahora está casi completamente automatizado en pantallas. Aunque la compraventa de bonos del Tesoro es dominada por alrededor de 10 compañías que usan tecnología de punta y llevan nombres como Jump Trading LLC y KCG Holdings Inc., en el mercado también participan entre 35 y 40 firmas más pequeñas como Tower Research Capital LLC.
GTS contrató a Sheftel, que antes se desempeñaba en Credit Suisse Group AG, lo que refleja un giro más amplio en Wall Street que les resta protagonismo a los corredores humanos. Sheftel se marchó cuando el banco formó una empresa conjunta con Tower para transar bonos del Tesoro.
Muchos observadores consideran que las firmas de corretaje automatizado juegan un papel positivo, al expandir la cantidad de participantes en el mercado y amortiguar los golpes que ellas mismas contribuyen a generar.
Los recortes de los bancos le han restado profundidad al mercado de bonos del Tesoro, es decir el monto que se puede transar sin mover los precios, que ahora se ubica entre 30% y 40% por debajo de los niveles anteriores a la crisis financiera, señala Matthew Scott, un operador de bonos del Tesoro de la gestora de fondos Alliance Bernstein LP, que administra unos US$471.000 millones.
"Hay un mercado cada vez más concentrado en torno a unos pocos y muy sofisticados actores", dice Gil Mandelzis, director de las plataformas de negociación EBS BrokerTec, que son parte de ICAP PLC. Estas plataformas tratan de acaparar la mayor parte de las negociaciones electrónicas entre los bancos y los operadores automatizados en bonos del Tesoro.
Algunos están preocupados porque ciertas estrategias de corretaje de alta velocidad otorgan la impresión de una demanda que, en realidad, no existe. La Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas prepara una propuesta que presentará pronto sobre los controles de riesgo en los mercados de futuro de transacciones algorítmicas.
Las 10 empresas de corretaje automatizado más activas fueron responsables de más de 90% de la actividad en un intervalo de 12 minutos que los reguladores examinaron en detalle de una negociación de bonos del Tesoro correspondiente al 15 de agosto de 2014, según un documento del gobierno. Otra señal de que las empresas de corretaje de alta velocidad están ganando terreno es que los bancos solían cotizar los precios entre ellos, pero ahora se los solicitan a entidades no bancarias como GTS.
- 1
- 2
El Gobierno oficializó la poda a la obra pública y el Tesoro le pidió a la Secretaría que devuelva 1 billón de pesos
- 3
Se vende mañana: un fiscal detectó irregularidades en la inminente subasta de un edificio del INTA y pide evitar “posibles hechos de corrupción administrativa”
- 4
Opinión. Zonas de exclusión: no es el glifosato sino el asfalto el que mata la vida biológica de los suelos