Los activistas, un aliciente y un castigopara las compañías de Estados Unidos
El ascenso de los inversionistas activistas en Estados Unidos ha generado un debate en los mercados, en las juntas directivas e incluso en la campaña presidencial. Este tipo de inversionistas ¿es bueno o malo para los negocios?
Para responder esta pregunta, The Wall Street Journal analizó de manera exhaustiva lo que ocurre cuando un activista de renombre desembarca en una de las grandes compañías de EE.UU. Conclusión: el activismo a menudo mejora los resultados operacionales de una empresa… casi tan a menudo como no lo hace.
En los últimos años se ha producido un marcado aumento de esta clase de inversión, con personalidades de los fondos de cobertura como Nelson Peltz, William Ackman y Daniel Loeb comprando participaciones en algunas de las mayores empresas estadounidenses, tales como Procter & Gamble Co., Yahoo Inc. y Apple Inc., para luego presionar por cambios que incluyen desde recompras de acciones a escisiones.
Uno de los ejemplos más recientes fue el anuncio hecho el lunes de que Trian Fund Management LP, de Peltz, comprará una participación de US$2.500 millones en General Electric Co. Ese mismo día, Ellen Kullman dijo que dejará el cargo de presidenta y directora ejecutiva de DuPont Co., cuyas acciones han estado en problemas desde mayo pasado, cuando el gigante químico bloqueó la oferta de Trian por un puesto en la junta.
The Wall Street Journal analizó 71 campañas contra empresas con una capitalización de mercado superior a US$5.000 millones durante un período que se remonta a 2009, el comienzo de la ola de este tipo de agitación.
El estudio consideró los cambios que tuvieron lugar en estas empresas respecto de otras firmas comparables en términos de ingresos, márgenes, gastos corporativos, eficiencia laboral y retornos para los accionistas.
Los datos obtenidos refuerzan la conclusión cada vez más popular en el mercado: la mejor respuesta corporativa al activismo no es ni que el directorio o el presidente ejecutivo rechacen al activista, ni que consientan cualquier demanda sin cuestionamientos. Las empresas pueden salir en cambio más beneficiadas, dicen algunos asesores, si analizan detenidamente cada propuesta y el historial del activista.
"El foco está cambiando (de rechazar la propuesta) a ver si la idea es buena o mala", dice Avinash Mehrotra, codirector del grupo de defensa del activismo y de asesoramiento de accionistas de Goldman Sachs Group Inc. Un factor clave para juzgar los méritos de una idea, señala, es el marco de tiempo que el activista exige al directorio.
El análisis muestra que las acciones de las grandes empresas que han enfrentado el desafío de un activista tienen más probabilidades de tener un desempeño superior a las de sus pares de la industria, pero la diferencia no es muy grande. De los casos analizados, un poco más de la mitad (38) condujo a mejores retornos para los accionistas respecto de empresas pares después de que el activista hizo pública su oferta. Al final, la campaña promedio supera al resto por poco menos de 5 puntos porcentuales.
Al mismo tiempo, las empresas del estudio tuvieron un rendimiento ligeramente inferior al de sus pares en términos de cre-cimiento de las ganancias y los superaron ligeramente en los márgenes de ganancia. En cuanto a los gastos de capital como porcentaje del flujo de caja operativo —considerados como una medida de reinversión—, de las 48 empresas con datos para hacer esta medición, 25 aumentaron el gasto o lo dejaron en el mismo nivel, mientras que 23 lo redujeron.
Aunque mucho se ha escrito sobre el aumento del activismo, su efecto a largo plazo en las empresas sigue siendo poco entendido y polémico. Algunos sostienen que los activistas son un necesario mecanismo de control de los líderes corporativos, a quienes hacen ser más responsables por sus decisiones y el gasto de la compañía. Otros dicen que los ac-tivistas hacen que los ejecutivos teman tomar decisiones inteligentes que necesitan tiempo para dar sus frutos. Y otros señalan que el tema debe analizarse caso por caso, una perspectiva que la información recopilada por The Wall Street Journal confirma.
Incluso aquellos que se encuentran en los lados opuestos del debate han sugerido recientemente que la verdad está en algún lugar intermedio.
Laurence Fink, presidente ejecutivo de la firma de gestión de inversiones BlackRock Inc., ha argumentado que los movimientos de corto plazo a menudo asociados con los activistas son un riesgo para la economía, aunque afirma que eso no quiere decir que todo activismo sea nocivo para las empresas.
La candidata presidencial Hillary Clinton ha prometido reformas fiscales que tienen en la mira a los activistas, aunque reconoce que algunos activistas ayudan a los administradores a rendir cuentas por sus actos.
Y son cada vez más los activistas que dicen que no todas las campañas son beneficiosas para las empresas.
"No creemos por ningún motivo que todo el activismo de hoy sea bueno o que todos puedan entrar en el mismo saco", dijo el veterano agitador Carl Icahn en una entrevista reciente. "Hay malos activistas y estamos de acuerdo en que eso es negativo. Lo único que quieren hacer es entrar, mover el bote y hacer un negocio rápido".
En general, los datos de la investigación muestran que la mejor oportunidad que tiene un activista para aumentar el rendi-miento de una gran empresa es obtener un puesto en la junta, ya sea para algún empleado o para un representante de confianza. De los 38 casos de empresas acicateadas por activistas que superaron a sus pares de la industria, los activistas obtuvieron un lugar en el directorio en 24 de ellos. El resultado sugiere que para marcar una diferencia en una gran empresa —cuyo equipo de gestión ya tiene que escuchar los consejos de banqueros, abogados y analistas— es conveniente tener una voz en la junta directiva.
Algunos activistas, como Icahn, ValueAct Capital Management LP, Trian Fund Management y Relational Investors LLC, buscan una representación regular en la junta directiva. Entre sus éxitos figuran los casos de Adobe Systems Inc. y Forest Laboratories Inc.
ValueAct utilizó la representación que consiguió en la junta directiva de sus siete inversiones para superar a sus rivales en el estudio.
La firma de San Francisco, cuyo fundador y director ejecutivo, Jeff Ubben, ha sido muy franco sobre la necesidad de su industria de evitar las ganancias a corto plazo aún a riesgo de empañar su reputación, superó a sus rivales en los siete casos estudiados, con una media de 16,5 puntos porcentuales por encima de ellos. Ubben fue nominado recientemente a la junta de 21st Century Fox, que hasta mediados de 2013 fue parte de News Corp., la casa editorial de The Wall Street Journal.
Otros inversionistas ven claramente el valor de la intervención en los directorios de grandes empresas. De las 71 campañas analizadas, 46 buscaron representación en la junta y 40 lo consiguieron.
De todos modos, la influencia en la junta no garantiza el alza de las acciones: 16 empresas con activistas quedaron a la zaga de sus pares, incluyendo J.C. Penney Co., donde la intervención de Ackman contribuyó a un fallido intento por cambiar la estrategia corporativa.
En la investigación, J.C. Penney tuvo el peor desempeño en comparación con sus pares y el segundo peor retorno para los accionistas. Sólo la compañía energética en quiebra Walter Energy Inc. tuvo un rendimiento inferior.
Muchos menos activistas en el más alto nivel de las grandes compañías parecen preocuparse con una de las peticiones más comunes del sector: la recompra de acciones. En el estudio, los activistas buscaron recompras en sólo 25 de los 71 casos.
Moraleja: si usted va a apuntar a una gran empresa, tiene que ser más creativo que simplemente pedir un suculento cheque.