Lorena Giorgio: “El anuncio del entendimiento con el FMI fue clave para evitar una crisis”
La economista advirtió que llegar a un acuerdo no significa que se concrete un reordenamiento de la economía y consideró que este año el escenario será mediocre, con alta inflación y con caída de los salarios reales
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Es licenciada en Economía por la UBA, graduada con mención Magna Cum Laude, y luego completó la maestría en Economía Aplicada en la Universidad Torcuato Di Tella; trabajó once años en EconViews, la consultora fundada por Miguel Kiguel; desde abril del año pasado lidera el área de análisis macroeconómico en Equilibra
Lorena Giorgio, economista jefa de Equilibra, cree que el escenario económico en 2022 será mediocre. Con un crecimiento del PBI inferior al 1%, proyecta una caída de los salarios reales y una inflación que superará los valores de 2021. “Difícilmente podamos bajar de un 2,5% mensual, con mucha suerte, en los próximos 12 meses. A eso se le suma la poca confianza en el peso y el fuerte déficit fiscal financiado con emisión. Y la verdad es que en la Argentina, al menos en el corto plazo, necesitamos de una inflación que baje, pero que no baje con mucha fuerza”, dice.
–¿Por qué?
–La mayor parte del gasto público está indexado a la inflación pasada, fundamentalmente jubilaciones, asignaciones, pensiones. Y si baja drásticamente la inflación, se va a disparar el gasto público en esos rubros. Por otro lado, el Banco Central tiene un stock de pasivos remunerados de más de 10 puntos del PBI y se necesita inflación para licuar ese ratio. Hay que recordar que solo con una inflación de 50% anual el Banco Central puede financiar al fisco en casi dos puntos del PBI sin que haya un mayor desbalance monetario, midiendo la base monetaria sobre el producto. Entonces, si bien coincido en que la inflación es un problema a atacar, la verdad es que es una batalla que se va a dar de forma gradual. Es interesante ver que cuando se habló del entendimiento con el FMI no se mencionó nunca ninguna meta de inflación. Sí se analizaron el gasto público, las cuentas fiscales o las reservas, pero hasta ahora nadie dijo hacia dónde va a ir la inflación. Y eso es porque tanto el Fondo como el Gobierno son conscientes de que hay atrasos en ciertos precios relativos. Y, obviamente, es muy ambicioso en ese contexto pedir que este año haya una inflación menor a la de 2021.
–¿Cuál es su proyección?
–Estamos viendo una inflación acumulada a diciembre de 56%, en línea con una suba del tipo de cambio oficial y un ajuste tarifario promedio de 55%. Y, ayudado por la inflación internacional, el tipo de cambio real va a mejorar un 5%.
–¿Cuál es su visión sobre el principio de acuerdo con el FMI?
–El anuncio de un entendimiento fue un factor determinante para evitar una crisis económica. Tenemos que partir de ahí. Siempre es mejor acordar que no acordar, y no hay acuerdo bueno o malo, sino uno cumplible o posible. Un default probablemente hubiera derivado en una crisis cambiaria, con más brecha, más inflación y una recesión profunda. El punto positivo es que este entendimiento parecería que va a evitar ese escenario, pero acordar tampoco garantiza que haya un reordenamiento macro que se concrete. Y hay factores que son los que van a estar determinando las chances de concreción del nuevo programa. Uno de ellos está en las posibilidades económicas y otro, en la capacidad de la coalición gobernante de poder implementarlo. Sobre este último punto, ya vimos que hay discusiones internas y apoyo de otros espacios políticos. Se supone que con un mínimo consenso se va a poder aprobar en el Congreso, pero son cuestiones claves la generosidad detrás del acuerdo, qué financiamiento neto implicará y la suerte externa. Sin acuerdo, en el mejor de los casos la economía caía 2,5% en 2022. Y con una sequía importante, difícilmente se pueda cumplir con la meta de reservas, quedan pocos dólares para importar y si no se crece, difícilmente se pueda llegar a la meta fiscal de la forma en la que expresó Guzmán, manteniendo el gasto real.
–¿Y es cumplible esa condición?
–El escenario en el que el déficit baja no por una reducción del gasto en términos reales sino creciendo y con más fiscalización luce alcanzable solamente en los papeles. En 2021 hubo 0,5% del PIB que vino del aporte solidario y hay US$1000 millones menos de recaudación por retenciones de la mano de la sequía. Hasta el escenario más optimista implica que el gasto tiene que bajar en términos reales en 2022. Pero sabemos que hay una parte que sí va a bajar, y es el gasto electoral y el asociado al Covid, que es 1,5% del PBI. En temas como las jubilaciones no habrá tantos bonos extraordinarios como hubo en 2021, y también se van a recortar las transferencias a provincias, porque el nuevo consenso fiscal da luz verde a que se aumenten impuestos provinciales o se creen nuevos. Y el otro tema es el de los subsidios económicos. Para que se mantengan constantes, tiene que haber un aumento tarifario en 2022, y es un punto que no se puede perder de vista, porque habrá aumentos en los costos de generación, habrá que importar un mayor volumen de gas a un precio más alto, y también combustible para generación térmica, que tiene un costo mayor que el gas importado de Bolivia. Estimamos que este año el déficit energético externo va a ser US$3000 millones mayor al que fue en 2021, y es otra fuente por las cuales la restricción externa se volvería operativa en 2022. Sin una suba tarifaria de entre 50% y 100%, suben los subsidios en relación al PBI.
–¿Cómo ve el nivel del tipo de cambio hoy?
–Algo de corrección real tiene que haber, porque el año pasado el tipo de cambio multilateral se atrasó más de 18%, y ciertamente hay que recuperar por ese lado. Y hago mención a un concepto estructural, porque hay quienes dicen que el tipo de cambio real está en los niveles promedio de los últimos 30 años y no está atrasado, pero hay que pensar que estamos en una economía totalmente diferente a la de hace 30 años, con una productividad diferente y, sobre todo, con una presión impositiva diferente. Hoy una empresa que quiere invertir en la Argentina, con una fábrica por ejemplo, no mira solamente que haya un tipo de cambio real competitivo. También analiza la presión tributaria que tiene que enfrentar y la compara con los beneficios que podría obtener. Y del lado del gasto público, se redirecciona a otros lados y no se prioriza el gasto en infraestructura, hacer mejores rutas por ejemplo, que sería beneficioso para la productividad de esa empresa. Entonces, mirándolo desde ese lugar, se puede pensar que el tipo de cambio hoy debería ajustar y depreciarse un poco más para volverse competitivo, dado el contexto económico del país.
–En los últimos años las jubilaciones perdieron poder adquisitivo. ¿Cómo se puede resolver ese punto entre la indexación del gasto y la necesidad de preservar el valor de los ingresos?
–En años anteriores, si bien formula perdió, lo cierto es que hubo bonos extraordinarios que lograron compensar esas pérdidas y es un tema que debe tenerse en cuenta. Pero lo que debería suceder es que se alineen las metas de inflación, que se tengan metas creíbles y alcanzables, y que todos los agentes crean que el número va a ser ese. Y ahí podrían fijarse tanto pautas salariales como ajustes de cualquier otro contrato, apuntando a una inflación esperada que esté cerca de ese dato final.
–Mencionaba el tema de la productividad. ¿Cuál es análisis y su proyección sobre ese tema?
–Nosotros esperamos una suba bastante mediocre de la productividad para 2022; nuestros números indican que los sectores que van a dinamizar el crecimiento en 2022 van a ser los que requieren menos divisas para su operatoria. Sabemos que una de las principales restricciones de la economía argentina es la externa, y es que no hay dólares. Se viene evidenciando con un Banco Central que frena importaciones, que limita cada vez más las divisas que aprueba para que se paguen esas operaciones. Y por eso, los sectores que van a ser los más dinámicos, con condiciones climáticas favorables, van a ser el agro y los que tienen que ver con servicios que no requieren dólares. Son los que se están recuperando de la pandemia, como los restaurantes, la hotelería, la recreación, la intermediación financiera. Justamente son esos sectores en los cuales la productividad no es tan alta como en otros, como la industria.
–Por un lado, el Banco Central no tiene dólares, pero en 2021 hubo un superávit comercial de casi US$15.000 millones. ¿Por qué se da esa dinámica?
–Primero, porque las divisas se usaron para mantener el tipo de cambio atrasado en un año electoral, y también para mantener la brecha contenida. Y este año no vamos a tener esos dólares adicionales del agro. La disponibilidad de dólares dependerá de cuán generoso sea el acuerdo con el FMI y de la suerte que pueda venir del frente externo, porque con la sequía de enero, más allá de que en las últimas semanas hubo buenas lluvias, se estima una pérdida potencial de exportaciones del agro de alrededor de US$4000 millones, y eso en términos de derechos de exportación son alrededor de US$1000 millones. A diferencia de 2021, tenemos un cepo mucho más fuerte, porque también se están limitando las importaciones, y el Banco Central no está interviniendo en el mercado de bonos para moderar la brecha. Sí vamos a contar con los DEG que va a devolver el FMI, pero habrá que ver qué otras cosas se pueden negociar en el marco del acuerdo, si hay algún préstamo bilateral, si llegará la ampliación del swap con China que se comentó, o si otros organismos multilaterales aportarán divisas.
–¿Y qué impacto puede tener ese escenario sobre la actividad?
–Los cálculos dan que, con una sequía moderada, que generaría una pérdida de US$6000 millones de exportaciones, con un acuerdo con el FMI generoso que permita contabilizar dentro de la meta de reservas unos US$1000 millones de préstamos bilaterales, con la devolución de todos los DEG entregados en concepto de pagos de capital en 2021 y enero de 2022, que son alrededor de US$4450 millones, y sumando el 0,9% del PBI de financiamiento neto de organismos multilaterales, esa restricción externa permitiría que la economía crezca 0,5% en 2022. Es decir que los dólares disponibles para importar van a permitir crecer, como máximo, 0,5%. Con un arrastre estadístico de 3 puntos, estamos hablando de una actividad que, de punta a punta, cae. El FMI aumentó el crecimiento proyectado incluso después de que se conocieran los datos de la sequía, y es raro.
–¿Y en cuanto a los salarios y el nivel de consumo?
–Con una inflación que rondará el 56%, con un ajuste del tipo de cambio que oscilará por ahí y con tarifas que suben, el componente que ajusta son los salarios. En 2021, de punta a punta, pudieron ganarle a la inflación, pero difícilmente podrán repetir eso en 2022. Vemos salarios reales cayendo. Y sumado a los menores ingresos, descontamos que haya tantos bonos y refuerzos a planes sociales como hubo en 2021, que fue un año electoral. Cuando uno suma la masa de ingresos totales, sumando salarios, jubilaciones y asignaciones, la caída es mucho más importante, y se ve un consumo privado que difícilmente suba en 2022. Con una construcción que, si bien viene mostrando dinamismo, podría perderlo si la brecha se reduce por un acuerdo exitoso con el FMI. Por la sequía hay pérdidas importantes en las exportaciones, y ahí la suba en el precio no llega a compensar el efecto de menores cantidades, así que no sé de donde sale el input para sacar conjeturas de un crecimiento de 3%.
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