Londres: quién es el tatuador argentino que tiene lista de espera de un año
Se fue en 2011 de la Argentina, donde era artista plástico; es “residente” en uno de los estudios de tatuaje más conocidos de Europa
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Para tatuarse con el argentino Daniel Bidolski Prandi hay que esperar hasta agosto del año que viene. No tiene turnos antes. Conocido como “the gardener” -se especializa en motivos de flora y fauna- está instalado en Londres hace unos años. Dejó Buenos Aires en 2011. Ya entonces era conocido como artista plástico como “Dani Dan”. Trabaja en el estudio Parliament Tatoo, uno de los más conocidos en el ambiente, y prepara la apertura del suyo.
Con tatuadores consagrados -en el mundo hay varios, en general especializados en diferentes temáticas- el costo de un día de tatuaje en Parliament es entre 800 y 1.200 libras esterlinas (entre $120.000 y $150.000), dependiendo del tatuador y el proyecto.
A los 24 años decidió aprovechar la invitación de un galerista de Berlín: “Siempre tuve la idea de viajar y conocer otros lugares; pintaba profesionalmente desde que terminé el secundario y vendía en galerías, participaba de muestras, del ArteBA”, cuenta a LA NACION.
Lo invitaron a Rusia para hacer arte callejero, a una exposición en París. “Se armó un escenario que invitaba a quedarme; en Europa la oportunidad de conocer el mundo es más fácil y accesible”, repasa. Hace nueve años pasó de pintar a tatuar.
A los 14 años se hizo el primer tatuaje y recuerda que a su mamá “obviamente, no le parecía. Así que seguí en el plan tela. En ese momento no le di muchas más vueltas. En Europa empecé a probar con un amigo tatuador y, de un día al otro, me pareció que era una actividad que me correspondía”.
Bidolski Prandi asegura que la actividad le dio la oportunidad de “hacer algo para alguien; son horas vivas en el cuerpo de alguien y eso permite que exista otro vínculo con la gente, una conexión, una cocreación y no lo contemplativo que hacía antes”.
Cuando comenzó a aprender la técnica hacía motivos convencionales, pero a medida que fue pasando el tiempo se especializó en las plantas y animales. “Siempre tuve plantas, siempre me gustaron y la transición fue bastante orgánica”, dice.
En su caso, trabaja “free hand” (“mano libre”), dibuja con marcador en la piel y después tatúa. Sostiene que es una manera en que se combinó pintura y tatuaje. “Se mezclan en la manera de componer, de abordar el proceso -añade-. Es como pintar; no hay una propuesta cerrada, quien se lo hace y yo jugamos a esta experimentación”.
Hay quienes llegan al estudio con pedidos concretos y otros más abiertos a sugerencia. Bidolski Prandi no hace tatuajes pequeños, solo grandes porque entiende que es la mejor forma en que se adapta el diseño al cuerpo. “Hay más espacio para, el impacto es distinto. La gracia es crear piezas que acompañe la morfología del cuerpo”.
Comenta que en la oferta “enorme” de tatuadores en el mundo la especialización en determinados motivos es la vía para diferenciarse. Una sesión puede llevar entre ocho y diez horas de trabajo y un tatuaje completo, varias jornadas.
A Parliament, uno de los estudios más importantes de Europa especializados en tinta negra, llega gente de diferentes países a tatuarse. Hasta hace tres años él viajaba por diferentes lugares, pero entonces le ofrecieron ser “residente” allí. “Pasé de una lista de espera de tres meses a un año”, resume.
El formato de Parliament, como de los grandes estudios, es alquilar los espacios donde cada tatuador tiene su “estación” con todo el instrumental. En el caso del londinense, además de los “residentes” hay tatuadores “invitados” que llegan por un tiempo. “En el mundo del tatuaje no existen universidades, pero sí estos estudios que validan la carrera”, explica.
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