Lo importante no es solo lo que hace un gobierno, sino también cómo reacciona la sociedad
El actual contexto invita a pensar sobre el concepto de reserva de valor y a analizar diferentes alternativas para invertir los ahorros; un punto central es definir en quién o en qué confiamos para tomar decisiones sobre nuestros recursos
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Con el placer de recibirlos en este espacio, los invito hoy a pensar juntos no solo en qué significa reserva de valor para los próximos meses, sino también en con quién preservar ese valor.
Especular es tomar decisiones hoy sobre el futuro, sin tener la menor idea de lo que pueda pasar en ese futuro. Por eso, todos especulamos todo el tiempo, cuando pensamos dónde invertir dinero y con quién hacerlo, con quién compartir un viaje, o qué carrera o emprendimiento sostener o descartar. El resultado va a terminar definiendo si fuimos responsables e inteligentes, o fracasados, o timberos.
Qué sabemos, en la Argentina, para los próximos meses:
Vamos a tener más inflación, ya que con la emisión monetaria sin respaldo y con la falta de insumos que terminará restringiendo aún más la oferta de productos, sumado todo ello al atraso cambiario, al atraso tarifario y a los ajustes salariales, es imposible bajar la expectativa inflacionaria. La suba del índice de precios será cada vez mayor
Vamos a tener menos dólares, ya que la sequía le pega con fuerza a la actual cosecha de trigo y de maíz, a la vez que los precios no son tan buenos como los de los últimos meses. O sea, tendremos menor cantidad de granos a menores precios internacionales.
Vamos a tener un contexto global más adverso, por los conflictos bélicos, las subas de tasas de interés y las caídas en los niveles de actividad económica.
El dólar blue va a tener mayor presión por el famoso dólar Qatar.
“En lugar de incentivar inversiones para lograr que ingresen más divisas, el Gobierno parece que se divierte eligiendo quiénes merecen los dólares”
Vamos a vivir una puja distributiva entre pobres, ya que, al haber pocos dólares, hay industriales que piensan que no hay que venderles dólares a los que viajen al exterior, pero los que viajan dicen que se los merecen y que los industriales deberían traer los suyos. Los del Fondo Monetario Internacional (FMI) dicen que los dólares son para repagar la deuda y que nadie los debería usar. Los productores de Coldplay dicen que esos pocos dólares se necesitan para traer al grupo musical, para así poder levantar el ánimo de la población. Los que importan neumáticos argumentan que son necesarios para frenar las protestas y los cortes. Todos tienen razón, pero ninguno va a conseguir los dólares que necesita. Y el Gobierno, a todo esto, en lugar de incentivar inversiones para lograr que aumente el ingreso de divisas parece que se divierte eligiendo arbitrariamente quién es el merecedor del mes de algunos pocos dólares.
Lo más irónico es que debaten sobre quién merece los dólares que no pertenecen a ninguno de ellos, ya que son del que los genera, produce y exporta y nadie le consulta sobre el valor. Es más, hay algunos exportadores a los que les siguen pagando 150 pesos.
Entonces, a todos los inconvenientes que tiene nuestra macroeconomía le tenemos que sumar la poca empatía entre los sectores económicos privados, por culpa de la mala política pública.
¿Y qué es reserva de valor, en este contexto?
Claramente, en nuestro país no es el peso. Su pérdida de poder adquisitivo es notoria y se va acelerando. Lo más fácil es ahorrar en otras monedas (dólar, euro, cripto), pero no es lo más eficiente, ya que también se deprecian (a muy bajo ritmo). El ejemplo, extraído de la película El Fundador, es la famosa hamburguesa “un cuarto de libra con queso”. Ésta nació en 1969, valiendo y pesando un cuarto de libra. Hoy vale cinco dólares. Ese es el ritmo de depreciación de la moneda de los Estados Unidos.
“El precio de los activos y la calidad de los inversores siempre son buenos termómetros de las expectativas y de la percepción del riesgo”
En este contexto prefiero invertir en el sector privado y no en el público. Creo que un emprendedor tiene muchas más posibilidades de generar oportunidades que una gran corporación o empresa que dependa del Estado.
Qué hacer, entonces, con 100.000 pesos:
1. Un ahorrista puede hacer un plazo fijo en pesos y obtener un 75% anual de interés. Al renovar el depósito cada 30 días, terminará con 200.000 pesos en un año. Consideraría hacerlo con el 25% del dinero, teniendo en cuenta lo que uno sabe que va a necesitar para consumir en el próximo año.
2. Un ahorrista puede invertir ese dinero en un plazo fijo UVA, que ajusta por inflación. Para mí, el nivel de la suba de precios va a superar los tres dígitos. Entonces, el ahorrista logrará el objetivo de mantener el poder adquisitivo de su dinero. El problema es que la inversión tiene un plazo mínimo de 90 días; por eso, solo pondría el 15%.
3. Con el 60% restante dolarizaría la cartera con tres productos: 20% en bonos argentinos en dólares; es muy riesgoso, pero están al 20% de su valor y, si sale bien, se puede multiplicar por cuatro el monto y, si sale mal, hay poco para perder. La otra forma de dolarizar es invertir en empresas en las que se confíe, en las que a uno le gustaría que trabajen sus hijos, a las que se les compra lo que producen con satisfacción, en las que a uno mismo le gustaría trabajar. Pero, antes, uno debería preguntarse: ¿hasta qué riesgo estás dispuesto a asumir?, ¿de cuánto tiene que ser el beneficio que me conforme, como para que se justifique que delegue la confianza, teniendo en cuenta que existe un diagnóstico consensuado de que el mundo en general y la Argentina en particular atraviesan un ciclo más recesivo?
“Este es el momento de empezar a asumir ciertos riesgos e invertir en empresas, porque creo que el próximo ciclo, después de la crisis, será productivo”
Para algunos –para mí, por ejemplo– vale la pena asumir el riesgo, porque la renta es mucha y son estos los momentos de asumir desafíos. Para otros, que no confían en quienes conducen, es preferible dejar pasar este viaje, más allá de las promesas de interesantes rentas, y no hay nada como una moneda fuerte escondida en una media, diría Roberto Moldavsky.
En lo particular, creo que este es el momento de empezar a asumir ciertos riesgos y, de a poco, invertir en empresas, puesto que creo que el próximo ciclo, luego de esta crisis, será productivo.
Finalmente, prefiero invertir el dinero de mis hijos en un emprendedor que les va a cuidar esos ahorros más que un político o que una megacorporación que transa con el Estado, o un Banco Central, o un organismo multilateral.
El precio de los activos y la calidad de los inversores siempre son muy buenos termómetros de la sensación térmica sobre las expectativas y la percepción del riesgo implícito. El mercado de capitales resulta ser un gran formador de “valores” en todo sentido. Valores mensurables monetariamente y “valores éticos”, que son los que determinan si un activo o una persona logra perdurar.
Uno puede invertir, con pesos, en acciones de empresas argentinas o de empresas de cualquier lugar del mundo. Esta última opción existe gracias a los instrumentos llamados Cedear (Certificados de Depósitos Argentinos, que replican el comportamiento de empresas globales). Bajaron mucho en el último año y representan un riesgo administrable. Siempre digo que riesgo no es en lo que uno invierte sino, cuánto uno invierte. Si uno compra una porción que le permite dormir con tranquilidad, tarde o temprano los resultados son muy satisfactorios.
Cierta vez, en busca de inversiones me dijeron: “Lo importante no es solo lo que hace un gobierno, sino cómo reacciona la sociedad ante ello.”
Un último párrafo referido a con quién preservar valor. Yo tendría en cuenta, antes de cualquier atributo patrimonial o de expertise, si testea favorablemente dos preguntas, respondidas por tu intuición: 1) ¿Le comprarías un auto usado? 2) ¿Le dejarías la administración del dinero de tus hijos o de tus padres?
Séneca decía: “Hay que disfrutar los placeres actuales sin comprometer los del futuro”. El ahorro transformado en inversión puede generar restricciones de consumo en el presente, para poder disfrutar mejores días en el futuro.
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