Cristina y Alberto: nace un capitalismo de amigos para "refundar" la Argentina
Aún es incipiente, pero ya se logra ver el fenómeno. Los últimos días de diciembre fueron, en realidad, los primeros de un nuevo capitalismo de amigos que se instaló en la Argentina. A Gobierno nuevo, amigos nuevos; a regulador renovado, regulados renovados.
Los cambios de protagonistas en la escena empresaria no se anuncian en marquesinas, pero suceden mientras el país se entretiene en miles de temas que roban la atención. La compra de Edenor por parte de un consorcio empresario nuevo y los rumores de las conversaciones de grupos ligados al sindicalismo para hacerse de la mayoría accionaria de Telefónica son dos hechos concretos que muestran lo irremediable.
La estatización de todos los corredores viales y lo que se vislumbra para el sector de la salud, quizás, también genere la necesidad de otras relaciones. Gran parte de aquellos amigos del viejo kirchnerismo se retiran para dar lugar a otros que pueden colocar una alfombra roja más mullida con esta nueva versión que encarna Cristina Kirchner arropada detrás del traje del presidente Alberto Fernández.
La fiebre reguladora de todas las administraciones kirchneristas siempre fue de menor a mayor y generó la necesidad de empresarios cada vez más cercanos al círculo íntimo. Jamás bajó la presión de normativas sectoriales, y hasta particulares, y siempre buscó y consiguió, más cercanía de los dueños de las empresas. No hubo en estas administraciones respeto a la "distancia social" con las compañías, sobre todo, con las reguladas o las que producen bienes que por razones políticas o económicas le interesaron a la Casa Rosada.
Aquellos amigos de entonces, ya no se sientan en la mesa principal. Serán reemplazados por otros, con carcajadas más cómplices, esos que son capaces de soltar una risotada al escuchar chistes malos.
Justamente la regulación surgió como un instrumento para corregir fallas del mercado. Pero esas normativas y la supervisión y control del Estado pueden convertirse en un elemento distorsionador. Una de las principales distorsiones se origina cuando los actores de ese capitalismo prosperan no por hacer las cosas mejor que la competencia, sino por capturar ese entramado institucional que podría llamarse regulación. Dicho de otra forma, tener el favor de los que aprueban las normas o manejan las instituciones. Bienvenidos, entonces, al nuevo capitalismo de amigos versión cuarto kirchnerismo.
El caso Edenor
La venta de Edenor bien puede mirarse históricamente. En 1992, un consorcio liderado por Electricité de France se quedó con una porción de aquellos servicios que eran explotados por la estatal Segba. Eran épocas en que las grandes prestadoras, especialmente de Europa, apostaban por la seductora ecuación financiera que proyectaba el famoso uno a uno. Pero la ilusión duró un tiempo. Después de la caída de la convertibilidad, aquellos contratos de concesión se hicieron impagables en dólares, las tarifas se pesificaron y empezó un proceso de renegociación que nunca avanzó. Finalmente, en 2005, la francesa se retiró y vendió su parte. Entonces se acercó un grupo argentino que se suponía que tendría mejor relación con el regulador, árbitro, juez y parte en un negocio eléctrico. Confiaban en que el acceso a los despachos y el conocimiento de la idiosincrasia criolla les daría ventaja.
El tiempo pasó y ese grupo, entre los que estaba Marcelo Midlin, principal accionista de Pampa Energía y de Edenor, ya siente que el contralor necesita otros amigos. Entonces confiaban en el negocio financiero y en la posibilidad de una suba de tarifas. Pero ahora ya nadie ve posible armar un negocio en base a esos valores, un precio político que pone la administración de turno de acuerdo con el calendario electoral. Mindlin no sólo lo sufrió en las presidencias de los Kirchner, sino que también en épocas de Mauricio Macri , que congeló sus tarifas en 2019. A fines de 2020, compró un ticket de salida convencido que ya no es el hombre para lo que viene en materia de distribución eléctrica.
Ahora bien, ¿qué viene? "Sin renegociar la deuda que ya se contrajo y sin que se siga acumulando para adelante, el negocio es inviable", confesaba un hombre que participó de varias de las renegociaciones que intentaron en los últimos años. La deuda, justamente, es la que se contrae para comprar la materia prima que vende la firma, es decir, la electricidad mayorista. El vendedor es Cammesa, una compañía que fue manejada con mano firme, primero por Julio De Vido y Roberto Baratta, y luego, por gente cercana a Axel Kicillof y a La Cámpora.
Lo que viene es negociar el dinero que se debe y la forma de no generar nuevas acreencias sobre Edenor. No es posible dar servicio en este marco sin la mano amiga del regulador.
Por lo pronto, la Casa Rosada hizo los deberes. Casi en silencio, en la semana que se anunció la venta dispuso reconocer una deuda que la provincia y los municipios bonaerenses a Edenor y Edesur por el servicio prestado a los barrios de emergencia bonaerenses. Son alrededor de $4100 millones de los cuales cerca de $1600 millones son para la empresa que ahora será propiedad de Daniel Vila, José Luis Manzano y Mauricio Filliberti. A los amigos, todo. Casualidades o no, en el momento que los ejecutivos de Edesur manejaban rumbo a la Casa Rosada a firmar el ansiado acuerdo, un incendio intencional cerca de una torre disparó los sistemas de emergencias que desataron un apagón en la zona de la concesionaria.
YPF, el otro caso paradigmático
El caso YPF también es paradigmático de la necesidad de cercanía empresaria. Pocas corporaciones fueron tan obedientes y complacientes con aquel primer kirchnerismo que la YPF manejada por Repsol. Hizo todos los deberes que le escribían desde la Casa Rosada, varios de ellos dictados por el entonces Jefe de Gabinete y actual presidente, Alberto Fernández. Pero allá por 2008 se necesitaba alguien más amigo de la casa, casi que un invitado a la pasta del domingo. Néstor Kirchner le pidió a los españoles venderle al grupo Petersen, de la familia Eskenazi. Lo hicieron, y se cobraron con un descomunal acuerdo en el que se repartían 9 de cada 10 pesos de dividendos durante un tiempo.
No solo eso. El favor regulador llegó de inmediato. En febrero de 2008, cuando se selló la operación, el precio del litro del combustible más usado por los particulares era de 1,949 pesos en las estaciones de la petrolera ahora estatal. Es decir, desde 2002 a 2008 aumentó de uno a dos pesos, aproximadamente. Pero todo cambió con la gestión de Eskenazi. Aquellos amigos de entonces tuvieron alguna idea de independencia. La familia Eskenazi dejó de expresar la cercanía necesaria y fue reemplazada por el Estado mismo. El precio del combustible pasó de 1,949 a 8,34 pesos por litro a mediados de 2013, cuando se cumplía poco más de un año de gestión estatal.
Algo similar sucede ahora. Las cercanías de otra época son distancias insalvables ahora y varios ya no están dispuestos a nuevos sacrificios. Irremediablemente serán reemplazados por quienes tengan la llave para destrabar las normas que entreguen lo poco que queda del negocio.
Dicen Daniel Carpenter y David Moss, en un trabajo publicado por la Universidad de Cambridge, que la captura del regulador es "el resultado o proceso por el cual la regulación, en la ley o en su aplicación, es consistente o repetidamente dirigida fuera del interés público hacia intereses de una industria regulada". La Argentina, además, suma una particularidad: el regulado y el regulador, se asocian.
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