Las urgencias de hoy pueden condicionar el futuro
La actualidad económica argentina continúa ensombreciéndose. Una característica clave de las administraciones kirchneristas ha sido privilegiar el corto por sobre el mediano y largo plazo, con decisiones que maximizaban ganancias en la coyuntura, sin tener en cuenta las consecuencias en el futuro. Este comportamiento se ha profundizado con el paso de los años. Y se ha convertido en regla en los últimos meses, con un horizonte de decisión que hoy prácticamente es de semana a semana, algo que no debería sorprender teniendo en cuenta que estamos frente a su último año de gestión. Pero lo que sí es novedoso y resulta preocupante es que los costos de sus decisiones podrían extenderse mucho más allá de los próximos años, comprometiendo cuestiones estructurales.
Es tal la gravedad de los desbalances, y tan evidente el enfoque cortoplacista oficial, que no sólo se está gestando una pesada herencia sobre la próxima gestión en términos de desequilibrios macroeconómicos y sectoriales. Lo que resulta verdaderamente preocupante es que las decisiones que están siendo adoptadas en pos de resolver las urgencias de hoy pueden condicionar las posibilidades de desarrollo de la Argentina. En particular, poner cotas a una política industrial con foco en las próximas dos décadas.
Una de las principales oportunidades que se presentan en el horizonte local para los próximos años es el potencial industrial que se desprenderá del desarrollo de los sectores estratégicos en el país, principalmente el energético, la minería y la agroindustria. Éstos garantizarán un aumento de la demanda de bienes finales, intermedios, bienes de capital, partes y servicios, que debería aprovecharse para diversificar los sectores industriales y agregar valor a través de la innovación y el conocimiento, para evitar la primarización de la economía doméstica. Con lo que esto significa en materia de estabilidad macroeconómica, pero también en términos de cantidad y calidad de empleos, poder adquisitivo de los trabajadores, pobreza y ascenso social.
En el caso del desarrollo de proyectos energéticos o mineros, por ejemplo, se demandará a su vez servicios de construcción para los yacimientos y plantas, maquinaria y equipo especializado, transporte liviano y de carga, productos químicos y numerosos servicios anexos para los equipos de producción. Esto puede generar oportunidades para las industrias como la siderurgia, la metalmecánica, la automotriz o la química, como también encadenamientos hacia adelante, como la petroquímica o la metalurgia.
Sabotaje al potencial productivo
Sin embargo, las decisiones que está adoptando el Gobierno en su último año de gestión parecieran estar saboteando este potencial que posee la Argentina e incentivando, en cambio, un proceso de de-sustitución de importaciones de largo plazo.
El ejemplo más palpable de las últimas semanas son los acuerdos a los que se arribó con China. Con la mirada puesta exclusivamente en conseguir divisas e inversiones en el año electoral, no se han ponderado debidamente por error u omisión los efectos condicionantes que puedan tener sobre cualquier política industrial futura, dado que al poseer carácter de Estado-Estado resultarán de difícil reversión.
Los acuerdos, o lo poco que se conoce de ellos, prevén inversiones chinas en sectores estratégicos que actualmente presentan un gran atraso y déficit, y que muestran un importante potencial de crecimiento y de derrame para los encadenamientos industriales locales. Las más relevantes son la construcción de las represas Kirchner Cepernic, y las centrales nucleares Atucha III y IV.
Por ejemplo, aun cuando la Argentina está avanzando en el desarrollo del primer prototipo de reactor nuclear producido en el país, CAREM 25, la futura central nuclear Atucha IV utilizará tecnología desarrollada en China. Esto implicará un menor grado de participación local, que a su vez se concentraría en los segmentos de menor valor agregado, dejando a la industria china el desarrollo de los componentes con mayor grado tecnológico. A su vez, la industria siderúrgica podría verse particularmente perjudicada si los insumos por utilizar en la construcción de los proyectos energéticos, finalmente, provienen del país asiático.
Además, el acuerdo con China contradice una de las pocas políticas de Estado que se han mantenido en las últimas décadas en la Argentina como ha sido el Mercosur, y en particular la relación con Brasil, nuestro socio estratégico más importante. Es bueno tener en cuenta que el único destino al que le vendemos una cantidad significativa de productos industriales con razonable valor agregado es el país vecino. Si la paciencia estratégica brasileña terminara por agotarse, a la de-sustitución habrá que agregarle la pérdida de mercados regionales para la industria, lo que no haría otra cosa que profundizar esa tendencia.
Así, estamos frente a los últimos meses de un gobierno que se va y que ya no deja solamente una pesada herencia macro y de regulación, sino que en lo que le queda puede hipotecar el desarrollo argentino. Habrá que estar muy atentos, ya que hoy el andamiaje institucional no parece ser el adecuado para evitarlo.
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