Las transformaciones durables dependen de pequeños cambios en la conductas personales
En el libro La ciencia de los detalles, sus autores Nicolás Ajzenman y Florencia Lopez Boo exploran el impacto en las sociedades que tienen los pequeños cambios
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Para lograr el ansiado desarrollo económico, el país necesita una reconfiguración de su estructura productiva, que asegure la diversificación y la promoción de sectores con valor agregado. Es imperioso adoptar políticas innovadoras para mejorar la educación y planificar la inversión en infraestructura. Se hace indispensable llevar a cabo reformas profundas que fortalezcan y transparenten las instituciones. Debemos atacar las inequidades sociales, asegurar la igualdad de género, y proteger el medio ambiente.
Estas propuestas tienen en común no solo una retórica empalagosa, sino, además, objetivos grandiosos, difíciles de abarcar. A veces, sin embargo, las transformaciones duraderas no tienen tanto que ver con ambiciosos proyectos de ingeniería económica, sino con pequeñas alteraciones de la conducta individual.
En el recientemente publicado La ciencia de los detalles, Nicolás Ajzenman y Florencia Lopez Boo muestran amplia evidencia de que los detalles de las decisiones personales tienen un poder muchas veces subestimado. Y están convencidos de la necesidad de desarrollar una ciencia que se ocupe de la búsqueda de esas diminutas circunstancias que, según muestran, hacen la diferencia.
Los autores se especializan en economía del comportamiento, la disciplina que analiza la conducta humana real (fallida, poco informada), en lugar de asumir un Homo economicus racional. En el libro describen, primero, los sesgos cognitivos que sufrimos, pero enseguida se enfocan en la identificación y la manipulación de los detalles, que aunque parecen irrelevantes, son factores fundamentales en las decisiones que toman las personas que, después de todo, definirán si las políticas de los gobiernos funcionarán o no. El antecedente son los famosos “empujoncitos” que se hicieron famosos en Nudge, el best seller de Thaler y Sunstein.
Una muestra de las ideas que están en La ciencia de los detalles. En un jardín de infantes, los padres se acostumbraron a retirar a sus hijos entre 15 y 30 minutos tarde. Las autoridades deciden multar a los morosos y el resultado observado es que… ¡más padres llegan tarde! ¿Cómo es posible que el castigo financiero tenga esta reacción? Tras alguna reflexión, se cae en la cuenta de que los padres ahora se ven en el derecho de ir más tarde a buscar a sus hijos, pues están pagando por ello. Tal es la importancia de entender los detalles que afectan cada decisión, y el punto de partida para buscar la intervención adecuada, que permita mitigar el problema.
Nicolás Ajzenman trabaja en políticas basadas en evidencia en países en desarrollo en el ámbito académico y, en su experiencia, prestarle atención a los detalles de estas políticas puede ser fundamental para maximizar la relación beneficio-costo. “No estamos hablando de cambiar el destino de un país, pero sí de contribuir a mejorar varios aspectos de la vida”, dice.
Ain cuando los beneficios no sean universales, la clave está en que ajustar los detalles es barato. Florencia Lopez Boo dirige el área de infancia de la División de Protección Social y Salud del BID, donde se desarrollaron estrategias de bajo costo con impactos potentes. “Casi siempre las intervenciones son baratas o gratis”, explica. Y agrega: “Cuando un programa se iba a diseñar de todos modos, la economía del comportamiento te ayuda a pensarlo mejor. Hacer una campaña de vacunación bien o mal cuesta casi lo mismo.”
Pero, a veces, entender un comportamiento difícil exige una inversión mayor de recursos. “Nos pasó con una intervención en El Salvador, donde las madres no les daban un complemento nutricional a sus hijos a pesar de tenerlo gratis en su casa y sabiendo que era bueno para la salud de sus hijos. Desentramando cada una de las acciones de las madres que deciden cumplir con el ciclo completo o interrumpirlo, entendimos las verdaderas restricciones que operan: pequeños detalles, pero que pueden cambiar todo.” La historia completa, en el libro.
Las ciencias del comportamiento son the new game in town (el nuevo juego en la ciudad), pero es necesario evitar caer en el sesgo de autobombo. Difícilmente la ciencia de los detalles pueda transformar el destino de un país de un día para el otro. De todos modos, los resultados pueden ser macroeconómicamente relevantes, como demuestra el proyecto de Carl Sunstein de reducir los sesgos burocráticos de la administración pública de Estados Unidos, con un impacto que se mide en miles de millones de dólares.
La Argentina parece ser un blanco particularmente relevante para estas intervenciones. “Tomemos el problema de la creciente cantidad de pobres -ejemplifica Lopez Boo-. La falta de recursos obliga a enfocarse excesivamente en lo inmediato (el dólar o la inflación) y mucho menos en el futuro, lo que intensifica el sesgo presente. Los problemas de supervivencia inmediatos quitan tiempo para enfocarse en decisiones con beneficios persistentes, como asegurar que los hijos vayan a la escuela, o visitar regularmente al médico.”
Quizás por sus eternas dificultades macroeconómicas, la investigación y la aplicación de políticas basadas en evidencia en nuestro país están relegadas. En parte, esto se refleja en la insuficiencia de especialistas en el tema. “Necesitamos más científicos de los detalles en el país, hay mucho por hacer”, acuerdan los autores. Incluso se podrían copiar políticas probadas en otros países, adaptando las metodologías a nuestro contexto.
Una preocupación es si las intervenciones sobre pequeños detalles son duraderas o se difuminan en cuanto los investigadores se retiran del campo. “Hay acciones que persisten por sí mismas, como las elecciones establecidas por default”, señala Ajzenman. “Los programas para ahorrar un porcentaje de tu salario cada mes para tu futuro, o la donación de órganos, establecen tu aceptación implícita de inicio. Para abandonar el plan o dejar de ser donante se debe hacer explícita tu resolución. Tu situación va a continuar hasta tomar una decisión activa en contrario”, explica.
“Sin embargo, las conductas más difíciles de cambiar son las diarias, como tomar la medicación a tiempo para reducir el colesterol, hacer ejercicio, o dejar de fumar”, completa Lopez Boo. “En países en desarrollo, las batallas para paliar los sesgos cognitivos son permanentes: no es solo ayudar a lograr cambios en decisiones trascendentales, sino a formar mejores hábitos. En un país en donde la tasa de anemia afecta a la mitad de la población de bajos recursos, no alcanza con que una madre le dé micronutrientes a sus hijos una sola vez: tenemos que lograr que lo haga todos los días por mucho tiempo, aun cuando le requiera esfuerzo y los resultados no se vean de inmediato”, afirma.
Existe un riesgo en las ciencias del comportamiento, relacionado con la llamada “crisis de replicación”, que en un momento amenazó con derribar todo el edificio de esta nueva disciplina. “Si bien hay que estar atentos, creo que al menos en economía las investigaciones suelen ser bastante robustas y replicables por la propia naturaleza de la disciplina, en donde los experimentos a gran escala son más comunes”, señala Ajzenman.
Y agrega: “La crisis de replicación tiene bastante que ver con el uso adecuado, o no, de las herramientas técnicas y estadísticas, no creo que haya un problema generalizado y específico de deshonestidad en las ciencias sociales. La forma de mejorar es simplemente hacer experimentos metodológicamente sólidos”.
Las ciencias del comportamiento se concentraron en las decisiones individuales que solo afectan a la persona que las toma y a su ámbito de influencia. Pero cuando las decisiones las toman los políticos, impactan sobre mucha más gente, y uno se pregunta si es posible “nudgearlos” para que tomen decisiones más eficaces. La tarea no es fácil, pero quizás deba formar parte de la agenda.
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