Las señales necesarias para calmar las aguas
La credibilidad, en la vida de cualquier persona, es un atributo muy importante. En política económica es casi todo. Cuanto más creíble es un gobierno, a menor tasa de interés está dispuesto a prestarle el mercado. Cuando más creíble es un banco central, más fácil es bajar la inflación. Y viceversa. La campaña electoral de Alberto Fernández tuvo palabras y gestos que quizá le ayuden a ganar la elección, pero seguramente le crearán la necesidad de generar un fuerte shock de confianza para poder gobernar sin caer en una crisis.
El 28 de julio dijo que su intención era dejar de pagar los intereses de las Leliq (Letras de Liquidez del Banco Central) y que su propuesta era entregar medicamentos gratis a los jubilados, que costaría por año lo que el Banco Central paga de intereses durante diez días. Luego aclaró que no pensaba en defaultear las Leliq, como interpretaron muchos, sino que se refería a bajar la tasa de ese instrumento. En cualquier caso, fue una señal compleja para los ahorristas. Esta señal fue el complemento de declaraciones anteriores sobre el tipo de cambio. A fines de junio había dicho que "este no es el precio del dólar", cuando el peso cotizaba a $43,7 por dólar.
Aunque él y varios economistas de su entorno económico han hecho promesas de que no volverían a imponer el cepo cambiario y que respetarían los compromisos de deuda, algunas de estas declaraciones fueron ambiguas. Fernández dijo, por ejemplo, que el cepo le parece menos perjudicial que la toma de deuda que hizo el gobierno de Mauricio Macri. "Es dañino, pero mucho menos dañino". No ayuda, además, que en su entorno destacan economistas que administraron el cepo o que renegociaron agresivamente la deuda en el pasado. Que su compañera de fórmula sea Cristina Kirchner tampoco contribuye a generar credibilidad. Máximo Kirchner, en un discurso reciente, insinuó que no habría que pagarle al Fondo Monetario Internacional.
Así es que no llama la atención que, al sorprender Fernández a todos con una victoria de más de 15 puntos sobre Macri y haber pasado el límite del 45% en las elecciones primarias (PASO), los mercados se hayan derrumbado el lunes pasado. El susto inicial llevó al presidente Macri a hablar con Fernández, y a éste a intentar calmar las aguas. El jueves dijo que un dólar a $60 le parecía bien. El impacto, sin embargo, estaba hecho. Esta dinámica, que puede ayudar a Fernández a rematar la elección en octubre, lo va a perjudicar si asume como presidente.
Cuando Fernández dijo que un dólar a $60 le parecía bien, se refería seguramente al tipo de cambio ajustado por inflación. Es decir, al dólar a $60 con los precios de hoy, lo que los economistas llamamos tipo de cambio real. Después de la depreciación de esta semana, el tipo de cambio real estaba muy alto: en valores parecidos a los de inicios de 2007, un 33% más débil contra el dólar que el promedio histórico desde el año 1997 y un 70% más débil que en los dos primeros años del gobierno de Cambiemos.
El candidato se olvida, sin embargo, que la dinámica desatada en gran parte por sus dichos va a reacelerar la tasa de inflación. Esto es porque, ante la duda sobre la posible reimposición del cepo, los argentinos apresuraron su huida del peso hacia el dólar después de las PASO. A menor demanda de dinero, mayor inflación. Los precios de los alimentos habrían saltado 2% la semana anterior; los de electrodomésticos y otros bienes, mucho más. Es decir, quien gane las elecciones y sea presidente, seguramente tendrá un tipo de cambio real alto. Pero si no ayuda a aumentar la demanda de dinero, también recibirá una inflación creciente, acercándose al 80% anual. Un proceso de aceleración de la inflación le haría la tarea más difícil al nuevo gobierno.
El segundo problema que enfrentaría Fernández, en caso de ganar, es de financiamiento. Los bonos del gobierno en dólares cayeron un 30% luego de las PASO. En la mayoría de los casos esos bonos valen la mitad de lo que los inversores pagaron unos meses atrás. En el caso de los bonos en pesos, la pérdida fue aún mayor. ¿Quién va a querer financiar a un país que te quema la mitad de tu capital en tan poco tiempo? Sin financiamiento, va a ser casi inevitable que un nuevo gobierno comience con una reestructuración (es decir, un default) de la deuda. En el ambiente financiero ya se discute qué tipo de reestructuración va a ser, más que si va a haber reestructuración o no.
La falta de claridad sobre las políticas futuras tiene otro rehén: el campo. La incertidumbre sobre el futuro de las retenciones es probable que lleve a una menor siembra de los granos de verano, a un aumento de la siembra de la soja en detrimento del maíz y a un menor uso de fertilizantes. Fernández enfrentaría, además, problemas que no tuvo cuando fue jefe de Gabinete con Néstor y con Cristina Kirchner. Por un lado, los precios de los principales productos de exportación como la soja están bajos y siguen cayendo, en el contexto de un mundo que enfrenta una posible recesión. Por otro lado, la falta de lluvias en el sudoeste bonaerense puede afectar la cosecha de trigo este año.
Todavía se está a tiempo de evitar que esta dinámica se deteriore aún más, pero tiene que dar señales fuertes. El modelo para seguir lo provee Ignacio "Lula" Da Silva. Cuando el mercado tomó conciencia de que Lula podía llegar a ganar la presidencia en las elecciones brasileñas de octubre de 2002, entró en pánico. El real, que cotizaba a 2,30 por dólar en marzo de 2002, escaló a 2,84 en junio. El riesgo país (una medida de la tasa de interés adicional que paga un país por sobre la tasa equivalente de los Estados Unidos) escaló de 770 puntos (7,7%) a inicios de marzo a 1700 puntos el 21 de junio. El 22 de junio Lula publicó su "Carta ao Povo Brasileiro" (Carta al Pueblo Brasilero), donde firmó su compromiso de honrar contratos, controlar la inflación y tener el rigor fiscal necesario.
A partir de ese momento descendió el riesgo país y el tipo de cambio se calmó algo. Ambos tuvieron una nueva escalada en agosto y Lula reiteró su compromiso con una nueva carta el 19 de ese mes. El real ya estaba en niveles cercanos a los que tiene hoy día, 17 años después, cerca de 4 por dólar. Aunque los mercados no volvieron a los niveles preelectorales luego de las cartas de Lula, éstas fueron determinantes para evitar un deterioro mayor de la economía. También marcaron un antes y un después en la percepción que los empresarios y el mercado tenían del Partido de los Trabajadores (PT).
Una carta para dar certezas
Una posibilidad es que haya una "Carta al Pueblo Argentino" para calmar las aguas. La carta debería asegurar que no se reimpondría el cepo (si se quiere estabilizar la demanda de dinero); afirmar que no subirían las retenciones (si se busca evitar que baje la producción agrícola y las inversiones en Vaca Muerta); confirmar que se cumpliría con los compromisos internacionales de la Argentina (si se quiere evitar que el gobierno y el Banco Central se queden casi sin dólares); decir que se mejorarían las cuentas fiscales, llevando al gobierno a un superávit primario, y garantizar que habría continuidad en instituciones claves como el Banco Central y el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), entre otros puntos. Esta carta podría contribuir a cambiar la percepción que los empresarios y los mercados tienen sobre la coalición que encabeza, contribuyendo a hacer la transición, si hay una, más ordenada.
El ejemplo de la Carta al Pueblo Brasileño nos da también la pauta de qué puede pasar con la política monetaria en caso de que Alberto Fernández gane la presidencia. Al igual que Fernández hace unas semanas, Lula criticó las altas tasas de interés que existían en Brasil en su Carta de 2002. Sin embargo, durante casi todo su gobierno las tasas de interés de Brasil estuvieron entre las más elevadas del mundo en términos reales (ajustadas por inflación). Fueron, de hecho, igual de elevadas que en el período de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Fue ese esfuerzo el que le permitió al país vecino llevar la inflación del 14,5% en enero de 2003, cuando asumió Lula, al 3,3% en octubre de 2006, cuando obtuvo su reelección. Es decir, si Fernández quiere tener éxito y ser reelecto, deberá ser aún más ortodoxo que Macri.
El autor es economista. PhD (Universidad de Pensilvania); fue economista jefe para América Latina de Bank of America Merrill Lynch. Coautor de ¿Por qué fracasan todos los gobiernos? c/ Sergio Berensztein
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