Las regiones de Europa que cayeron en la trampa del desarrollo
Cerca de la mitad de los territorios de la UE perdió dinamismo en los últimos años; el fenómeno afecta tanto a zonas rezagadas como ricas y responde a diferentes factores
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MADRID (El País).– Se dice que el dinero no compra la felicidad. Y Europa, rica si se la compara con el resto del planeta, parece cumplir cada vez más con esta máxima. Cerca de la mitad de sus regiones están estancadas económicamente, atrapadas en una contradicción de primer mundo: pese a ostentar una renta por habitante alta, perdieron esa chispa que las hizo crecer en el pasado. Un fenómeno que no solo se traduce en un anquilosamiento económico y competitivo, sino que también forma parte de ese cóctel que alimenta el sentimiento de rechazo hacia la política nacional y europea, el mismo que llevó al Brexit, a las protestas de los chalecos amarillos o al voto a partidos antisistema y euroescépticos.
El mapa a que se describe a continuación permite identificar los niveles de estancamiento de las regiones europeas en función de si están o no en la trampa del desarrollo, un concepto elaborado por un grupo de académicos a partir de indicadores de ingresos, empleo y productividad. A cada territorio le asignan una puntuación que va de 0 a 9; 0 significa que la región se mantiene dinámica –respecto a su entorno y su pasado– y 9, que la trampa es completa. A partir de 5 se entra en riesgo de trampa y con 7 se estaría dentro.
Cerca de la mitad de las regiones europeas –en total, más de 1100 unidades territoriales– están en riesgo, o más allá. “Intentamos diseñar un indicador que fuese más allá del simple recurso habitual del PBI per cápita y que midiera el grado de dinamismo en tres de las variables económicas fundamentales: PBI per cápita, empleo y productividad”, explica Andrés Rodríguez-Pose, catedrático Princesa de Asturias y profesor de Geografía Económica en la London School of Economics, y uno de los inventores del concepto de “trampa del desarrollo”.
Mientras que en España el problema no es tan marcado, en Francia o Italia son muchas las áreas que dan señales de anquilosamiento.
El fenómenos del estancamiento es transversal; afecta a zonas rurales, a antiguos polos industriales y a ciudades prósperas
El fenómeno es transversal: afecta a zonas rurales, a antiguos polos industriales y a ciudades europeas muy prósperas. Su intensidad varía en función del territorio y a veces arroja resultados contraintuitivos, pues no son necesariamente las regiones más pobres o con ingresos medios las que están en la trampa o pueden caer en ella. “Ocurre fundamentalmente en Italia, tanto en las regiones ricas como en las más pobres, en Grecia, en zonas internas de Croacia, en áreas industriales en declive de Francia, Bélgica, Alemania o Finlandia. Incluso el país más dinámico de la UE, Irlanda, no se libra de ella, pues las regiones fronterizas con Irlanda del Norte y los Midlands llevan tiempo estancadas”, enumera Rodríguez-Pose.
Desindustrialización
“El estancamiento de las regiones ricas europeas está muy relacionado con la desindustrialización, fundamentalmente porque ha habido muchas empresas que han deslocalizado, sobre todo en China”, contextualiza Alicia García-Herrero, economista e investigadora senior del centro de estudios bruselense Bruegel, que no ve muchas posibilidades de recobrar vuelo ante titanes como China y Estados Unidos, que además de gozar de economías de escala pueden contar, según el caso, con mano de obra barata y subsidios estatales para su tejido productivo. “En Europa no tenemos empresas de tamaño suficiente que puedan invertir para competir globalmente; perdimos capacidad industrial, no estamos en las nuevas olas de tecnología”, agrega.
El concepto de trampa del desarrollo se inspira en la teoría de la trampa del ingreso medio del Banco Mundial, acuñada para describir a los países emergentes que, tras un período de crecimiento sostenido, se topan con una pared invisible que les impide dar el salto y convertirse en economías de ingresos altos. Uno de los grandes frenos es la dificultad en hacerse de nuevas tecnologías que mejoren la productividad, explica Patrick A. Imam, economista del FMI y subdirector del Joint Vienna Institute: “Escapar de la categoría de ingresos medios puede llevar muchos años”.
Las zonas con falta de crecimiento o con riesgo de caer en esa situación tienden a votar a candidatos de partidos que son euroescépticos
Es el caso de gigantes como Brasil, la India, China, y otro centenar de países, cuya renta por habitante no logra superar un umbral, de unos US$8000 per cápita al año.
Esta regla, evidentemente, no vale para Europa: su nivel de ingresos es mucho más elevado que el de las economías emergentes y no hay un umbral de renta a partir del cual se activa el estancamiento. El nombre lo indica: es una trampa de desarrollo y no de ingresos, que por ende se calcula de forma distinta, a partir del comportamiento de distintas variables. En concreto, mide si el crecimiento del PBI per cápita, la productividad y el empleo de un territorio son más débiles o más vigorosos con respecto a su desempeño pasado, a la media de la UE y a la media del país al que pertenece la región.
Para estudiar la relación con más solidez, se tomó un promedio de una década, de 2011 a 2020, ya que el hecho de caer en la trampa durante un año no es necesariamente significativo. Los problemas surgen si el estancamiento es crónico. El mapa dibuja una Europa donde están atrapadas o a punto de serlo tanto áreas de ingresos altos como de ingresos bajos. Hay un primer grupo de territorios, con un peso específico importante, que siguen siendo relativamente ricos en términos de renta por habitante, como la zona que rodea París, la Lombardía y el Piamonte en Italia, o el sur de Suecia, pero que han sufrido largos períodos de crecimiento económico, de productividad y de empleo insuficientes, a menudo asociados con la desaparición de tejido industrial.
Otro grupo de territorios en trampa o a punto de caer en ella está conformado por regiones con rentas que se sitúan entre el 75% y el 100% de la media de la UE. Y están los sitios más rezagados, que pese a ser los principales destinatarios de los fondos europeos de cohesión no alcanzan el promedio de ingresos de la UE. En este bloque hay varias regiones del sur de Italia, los Balcanes, Grecia, Hungría y Europa central y oriental.
Entre las zonas con un estancamiento medio más alto entre 2001 y 2020 están Viena, los departamentos de Aube y Marne en Francia, varias provincias de Sicilia o Fráncfort en Alemania. Gran Canaria, Segovia, Lleida, La Rioja, Valencia, León o Guadalajara están entre las unidades territoriales más estancadas de España en el período analizado.
Denominadores comunes
Son diferentes las razones que llevan a perder dinamismo, aunque existe una serie de denominadores comunes aplicables a muchos países. Esto últimos factores tienen que ver con cambios estructurales en la economía regional, con el peso del sector manufacturero, la composición demográfica o el capital humano. En general, tienden a estancarse las zonas más envejecidas, con menor valor añadido industrial y mayor dependencia de los servicios no comerciales. Los territorios más productivos, con más trabajadores con educación secundaria y terciaria, más inversión pública en I+D y capacidad de innovación y gobiernos con mejor calidad institucional, son menos propensos al riesgo.
Entre los principales déficits estructurales de los territorios españoles están el desajuste entre la oferta educativa y la demanda laboral, la escasa innovación y el peso que tienen sectores muy vulnerables al cambio tecnológico y a las medidas de ajuste necesarias para combatir el cambio climático, dice Rodríguez-Pose.
Jorge Onrubia, profesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid e investigador del centro de estudios Fedea, matiza que todos los procesos de convergencia son complicados.
Euroescepticismo
El estancamiento tiene impactos que van mucho más allá de lo económico. A paridad de condiciones, las zonas en trampa de desarrollo tienen más propensión a votar por partidos euroescépticos: “Es la geografía del descontento”, dice Rodríguez-Pose, autor junto a Lewis Dijkstra y Hugo Poelman del estudio La geografía del descontento en la UE y la trampa del desarrollo regional.
El gráfico muestra cómo se relaciona la trampa del desarrollo con el voto euroescéptico, a partir de los resultados de las elecciones nacionales y europeas celebradas entre 2018 y 2022 –es decir, no incluye los últimos comicios de junio que eligieron al nuevo Parlamento Europeo–. “Las personas que viven en lugares en decadencia con frecuencia se sienten atrapadas en regiones que creen que ya no importan y donde perciben que no hay (o no tienen) futuro”, concluye el documento.
El voto antieuropeista puede ser de izquierdas, dirigido por ejemplo a La Francia Insumisa o al Movimiento Cinco Estrellas de Italia, o de derechas, por ejemplo al húngaro Fidesz o al polaco Ley y Justicia. Coincide en varios casos con zonas estancadas que pueden ser tanto de altos ingresos (como Milán, Budapest o Utrecht), como rurales (por ejemplo el sur de Francia), o más rezagadas (como el este de Alemania).
Italia, donde desde 2022 gobierna Giorgia Meloni, de extrema derecha, es el país donde la correlación entre la trampa del desarrollo y el voto euroescéptico es más evidente. Un patrón parecido se repite en varias zonas de Francia, Hungría y Grecia. En España, donde se incluye a Vox como partido euroescéptico blando, la conexión es débil. “El euroescepticismo duro no afecta a todos los países de la UE de la misma manera. En Rumanía, Malta, Luxemburgo, España, Chipre y Lituania prácticamente no hay partidos que aboguen por el fin del proyecto europeo o que propongan la retirada de su país de la UE”, señala el estudio.
Los cuestionamientos crecientes hacia el proyecto europeo, la pérdida de competitividad que la Unión sufre desde hace años y los grandes retos de cara al futuro, desde el cambio climático al envejecimiento, han llevado a las instituciones comunitarias a replantearse muchas políticas. © El País
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