Las incorrectas conclusiones de la vicepresidenta sobre la economía
Cristina Kirchner se refirió a distintas variables, como emisión, déficit, impuestos, deuda y ahorro; en
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1. Emisión. En sus últimos discursos, la vicepresidenta Cristina Kirchner hizo hincapié en el contexto de la economía local y en las dificultades que parecieran ser únicas de la Argentina. Hace un mes, se refirió a los saldos monetarios de la economía (o sea, a la cantidad de dinero existente) en términos del PBI, para demostrar que en los períodos en los cuales bajó la emisión de dinero, como 2018 o 2019, la inflación aumentó; por ende la emisión nada tendría que ver con la inflación. Sin embargo, cabe analizar el tema no solo el lado de la oferta monetaria, sino también del de la demanda de dinero. Y no solo en la Argentina. En la hiperinflación más famosa de Alemania, en 1922-1923, la cantidad de saldos reales en el peor momento bajó a un vigésimo de su nivel previo. El aumento del costo de tener dinero conlleva una reducción de la demanda de dinero real y, con esto, hay cambios en los hábitos de pago, pues todos tratan de pasarse el dinero como si fuera una papa caliente. Así, puede no haber emisión que, sin demanda, continuará la inflación.
2. Déficit. Refiriéndose al G20, la vicepresidenta destacó que la Argentina ocupa el puesto número 13 en su nivel de déficit fiscal en este grupo de países que, en conjunto, representa el 85% del PBI global y el 75% del comercio internacional. Me animo a redoblar la apuesta: cerca del 70% de los países del globo tienen déficit fiscal. Sin embargo, se cuentan con las manos los que tienen inflación por encima de dos dígitos. El déficit fiscal no es per se algo bueno ni malo; sí debe ser sostenible en el tiempo y debe existir credibilidad respecto de un presupuesto “estructuralmente equilibrado”. De los últimos 60 años, solo en 5 nuestro país pudo mostrar un resultado fiscal superavitario. Y desde los 80, el nivel de gasto del Estado pasó de representar 30 puntos del PBI a más de 46, todo ello, explicado por la suba del gasto social. Este aumento fue acompañado de una mayor presión fiscal.
3. Impuestos. Aquí aparece el otro tema. La presión tributaria ha subido en la Argentina más que en cualquier otro país de la región, incluso con tributos que nacieron como de emergencia y quedaron (siete y aún contando). Pero, además, los argentinos han sufrido los efectos de un Estado deficitario sobre sus ahorros, con casos como el del plan de ahorro forzoso en el 88, el plan Bonex en el 91, el corralito en 2001, la pesificación asimétrica en 2002, la estatización de fondos de las AFJP y los defaults de deuda.
4. Endeudamiento. Una afirmación de Cristina Kirchner es que “el proceso ultrainflacionario se debe a los años de endeudamiento”. Si eso fuera cierto, Japón debería hoy tener una inflación imparable, dado que su deuda medida sobre PBI alcanza un 260%, mientras que en la Argentina ese indicador es cercano a 75%. Pero la inflación de Japón es de 2,5% y la local, de 60%. Sin embargo, es cierto que el avance del endeudamiento que anuló la capacidad de financiamiento en el exterior deja solo dos vías posibles de financiamiento del déficit: o más deuda local o mayor emisión monetaria, con su consecuente impacto en la inflación. El mercado financiero local es muy chico.
5. Ahorro. Canalizar el ahorro de los argentinos que está en el exterior sería de gran ayuda para el financiamiento local, no solo del sector público, sino también del sector privado. Para lograrlo, deberían respetarse los contratos asumidos, se debería revalorizar nuestra moneda y deberían sostenerse cuentas fiscales equilibradas.
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