Las fuerzas del cielo confían en que el mercado doblegará a la política
No hay mucho tiempo para postergar las reformas laboral, tributaria, previsional y fiscal; no está claro que sólo el garrote vaya a funcionar, aunque esa parece ser la estrategia de Milei frente a sus opositores; en tanto, el mundo de los negocios se mueve: Banco Galicia está en conversaciones para quedarse con la operación local del HSBC y Vicentin evitó la quiebra
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En las malas es cuando se cierran alguno de los mejores negocios. Banco Galicia, por caso, está en conversaciones preliminares para quedarse con la operación local del HSBC. Hace tiempo que el banco de origen inglés espera el momento adecuado para vender su negocio en la Argentina, el único mercado de la región en el que todavía está presente. LA NACION consultó a ambas entidades, que no hicieron comentarios. Para Galicia, en tanto, sería la primera adquisición fuerte en décadas. El año pasado, la entidad de capital nacional –líder entre los bancos privados por cantidad de activos– compró la aseguradora colombiana SURA, pero desde 2009, desde que se quedó con Compañía Financiera Argentina, del grupo AIG, que no hacía adquisiciones en el sector bancario.
También en las malas es cuando las empresas que arrastran viejos problemas encuentran mejor receptividad de sus acreedores. Después de cuatro años, esta semana la Justicia evitó la quiebra de Vicentin, al convalidar la propuesta de pago a sus acreedores y el ingreso en la compañía de tres socios estratégicos: Bunge, Viterra y la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). Molino Cañuelas (MOLCA) se ilusiona con correr la misma suerte. El martes, vía zoom, compartió con los bancos su propuesta para reestructurar su deuda de US$ 1260 millones, y el miércoles, hizo la presentación formal en la Justicia. La empresa ofreció pagar la deuda en dólares, a 20 años de plazo: 2% por año durante los primeros 5 años; 2,5% anual, los siguientes 5 años; 5% por año, los otros 5; y el 10% por año, los últimos 5. MOLCA, que es dueña de marcas como 9 de Oro y Pureza, tiene hasta mediados de abril, según la fecha establecida por la Justicia, para llegar a un acuerdo con la mayoría de sus acreedores. Sin embargo, Miguel Ángel Arrigoni, socio de First Corporate Finance, la compañía que asesora a MOLCA en la operación, considera que es probable que se solicite una prórroga del plazo porque sólo para implementar la propuesta se requerirá de tiempo. Todavía no todos los bancos están convencidos de aceptar.
No hay industria que pueda jactarse de estar pasándola bien. Contra lo que indicaría la creencia popular, hasta a los bancos –grandes ganadores durante la gestión de Sergio Massa– les está yendo mal. Pablo Curat, exdirector del Banco Central, adelanta que, salvo alguna excepción, los balances de todos los bancos de enero y febrero vendrán con pérdidas. “Los balances de los bancos se ajustan por inflación, con una tasa del 20%, mientras que tienen colocados créditos de corto plazo a tasa negativa o pases en el Banco Central al 9% mensual. Adicionalmente, hubo aumentos de sueldo, y creció la mora por la devaluación, sobre todo, en los créditos destinados a empresas”, detalló. El tema fue materia de conversación en los últimos días en las cámaras bancarias. Una paradoja de la Argentina: en los gobiernos peronistas, el valor de los activos argentinos suele desplomarse, pero el cashflow de las empresas es casi siempre positivo. Ya lo dijo Cristina Kirchner en 2012: “los bancos y las empresas nunca ganaron tanta planta como durante mi gobierno”. Ahora, las empresas pierden plata pero se ilusionan con recuperar valor.
Está claro que los meses que vienen serán tanto o más desafiantes para Javier Milei que los que transitó –con un éxito que pocos esperaban, vale reconocer–. Por lo pronto, en materia fiscal, marzo arrancó mal. La recaudación está lejos de alcanzar los valores que estimaban a comienzos de año los técnicos del Ministerio de Economía. Cuanto más baja la inflación menos se recauda. Para poder mantener un superávit primario ya no basta con pisar los pagos a las generadoras de electricidad o con licuar jubilaciones. En Hacienda saben que sí o sí necesitan reinstaurar cuanto antes el impuesto a las ganancias que se había eliminado en campaña. De ahí la importancia de la negociación que hoy comienza con los gobernadores. No sólo las provincias, que están financieramente complicadas, están desesperadas por recuperar ingresos. La administración nacional tiene tanta o más necesidad. Sobre todo si es que Caputo quiere seguir mostrándole el mercado que el superávit fiscal es innegociable.
Más allá de los buenos números de enero y febrero, el Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a advertirle ayer al Gobierno que el ajuste no puede caer “desproporcionadamente sobre las familias pobres y trabajadoras”, y que además se debe preservar el poder adquisitivo de las jubilaciones. En otras palabras, no hay más margen para la licuadora. Así, el FMI –que esta semana le habilitó US$8000 millones adicionales a Egipto, que acaba de unificar su mercado de cambios–, se suma a un reclamo que ya se escucha con frecuencia entre las decenas de fondos de inversión que por estos días visitan la Argentina: Milei muestra que tiene un buen diagnóstico y un buen plan, pero sin reformas de fondo no hay estabilización que sea sostenible. Tampoco puede pretenderse que los precios en dólares mejoren si la economía no trabaja sobre sus niveles de productividad. No hay mucho tiempo para postergar las reformas laboral, tributaria, previsional y fiscal. Una vez más, teléfono para la política.
Sin reformas de fondo, la industria local difícilmente esté en condiciones de competir con jugadores internacionales. No se trata sólo de abrir la economía y de habilitar importaciones. Eso sólo podría mejorar en algo los precios de corto plazo, pero podría volver a dejar a la Argentina con el problema que no pudo resolver la convertibilidad: el desempleo.
Caro en dólares
“Una sembradora de siete metros, no una grande, está a US$250.000, son 1000 toneladas de soja. Es un montón, en ningún lugar del mundo vale esto. Los fabricantes de maquinaria agrícola se quedaron con un dólar de $360″, se lamentó un productor agrícola, que acaba de visitar Expoagro. La sensación de que los precios están caros en dólares no es exclusiva del campo. Es una preocupación que existe en el Gobierno.
El ministro de Economía, Luis Caputo, buscó pasar el mensaje esta semana en un encuentro con los CEO de las principales empresas de consumo masivo. La fórmula que enunció fue: primero hay que bajar la inflación, luego crecer y finalmente bajar impuestos. Lejos de amenazar con controles, sin embargo, les advirtió que no había previsto hacia adelante devaluaciones bruscas del dólar, con lo cual tampoco había motivos para descontrolarse con los aumentos. La esperanza está por ahora puesta más en las fueras del mercado que en las del Cielo.
Pero es en gran medida la preocupación por la inflación lo que hizo que el Gobierno se decidiera a mantener sin cambios la tasa de ajuste del tipo de cambio (crawl, en la jerga financiera) en un 2% mensual, por algunas semanas más, pese a que la inflación acumulada en los últimos tres meses ya superó el 70%. “Medidos al dólar blue, los bienes ya están algo caros, no así los sueldos –reconoce el economista Fernando Marull–. Pero este nivel de crawl puede generar preocupación en los próximos meses”, reconoció. En el mercado de futuros de dólar, las expectativas son ahora que recién en mayo haya una aceleración de la tasa de devaluación.
Para salarios que, medidos en términos reales, están tan bajos como después de la salida de la convertibilidad, los precios empiezan a hacerse prohibitivos. La caída del consumo en algunas industrias alcanza los dos dígitos, y no hay visos de que vaya a mejorar. Porque a los precios, empieza a sumársele la incertidumbre laboral. ¿Cuánto va a faltar para que empresas que venden poco o nada decidan suspender o achicar su plantilla de empleados? No mucho.
Milei deberá probar en las próximas semanas que puede persuadir a la política de que estas reformas son imprescindibles. No está claro que sólo el garrote vaya a funcionar, aunque esa parece ser la estrategia. “Milei está preocupado por sostener el consenso social y el económico o de los mercados, no tanto el político –asegura un ministro del gabinete nacional–. Él cree que si cede demasiado para conseguir el consenso político va a perder los otros dos”.
A pesar del fortísimo ajuste, que redujo salarios y le puso un freno a la actividad económica, es cierto que los índices de popularidad de Milei siguen altos, por encima del 50%, no importa cuál sea la encuesta que se mire. La apuesta del Gobierno es que sólo la mejora en los índices de inflación mantenga elevado el consenso social y en las próximas semanas termine por domar a la política. El problema es que la política es rápida en olfatear debilidad. Los tiempos corren.