Las finanzas necesitan una legislación más clara y efectiva
Las finanzas necesitan una legislación más clara y efectiva
CAMBRIDGE.– La gente a menudo pregunta si los funcionarios de entes reguladores y legisladores han arreglado las fallas en el sistema financiero que llevaron al mundo al borde de la segunda Gran Depresión. La respuesta es no.
Sí se han reducido mucho las probabilidades de una repetición inmediata del derrumbe financiero agudo de 2008 por el hecho de que la mayoría de los inversores, reguladores consumidores e incluso políticos recordarán por bastante tiempo su roce con la muerte financiera. Como resultado de ello, podría tardarse un tiempo en llegar a la plena irresponsabilidad nuevamente.
Pero fuera de ello, es poco lo que ha cambiado fundamentalmente. La legislación y regulación producida luego de la crisis han servido como parche para preservar el statu quo. Los políticos y reguladores no tienen el coraje político ni la convicción intelectual que se necesita para volver a un sistema mucho más claro y directo.
En su discurso ante la conferencia anual de la elite de los bancos centrales en Jackson Hole, Wyoming, Andy Haldane del Banco de Inglaterra hizo un llamado a retornar a la simpleza en la regulación bancaria. Haldane se quejó de que la regulación bancaria ha evolucionado de una pequeña cantidad de guías muy específicas a algoritmos estadísticos que abomban la mente para medir el riesgo y la adecuación de capital.
La complejidad legislativa crece paralelamente en forma exponencial. En los Estados Unidos, la Ley Glass-Steagall de 1933 tenía 37 páginas y ayudó a producir estabilidad financiera por casi siete décadas. La reciente ley Dodd-Frank de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor tiene 848 páginas y requiere una agencia regulatoria para producir documentos adicionales con reglas más detalladas. En total parece ir en camino de alcanzar las 30.000 páginas.
Como señala Haldane, incluso la celebrada "regla Volcker", que buscaba crear un mejor muro de separación entre la banca comercial más mundana y las operaciones de banca más riesgosas, ha sido muy diluida al atravesar el proceso legislativo. La idea simple del ex presidente de la Reserva Federal ha sido cooptada y diluida a través de cientos de páginas de jerga legal.
Aún en la década de 1990 los funcionarios de los entes reguladores se quejaban en privado de la dificultad de retener personal capaz de entender el mercado de derivados en rápida evolución. Asistentes con un año de experiencia trabajando en la cuestión e los derivados serían ganados por el sector privado con ofertas de salarios cinco veces mayores de lo que podía pagar el estado. Para la misma época, a mediados de la década de 1990, hubo académicos que comenzaron a publicar trabajos sugiriendo que la única manera efectiva de regular los bancos modernos era alguna forma de auto regulación. Que los bancos diseñaran sus propios sistemas de manejo del riesgo, auditarlos en la medida de lo posible y castigarlos severamente si producen pérdidas fuera de parámetros acordados.
Muchos economistas argumentaron que estos ingeniosos modelos eran fallidos, porque la amenaza de castigo no era creíble, en particular en el caso de una caída sistémica que afectara una gran parte del sistema financiero. Pero los trabajos se publicaron igual y las ideas fueron implementadas.
La manera más clara y efectiva de simplificar la normativa ha sido planteada en una serie de trabajos por Anat Admati de Stanford (con coautores, como Peter DeMarzo, Martin Hellwig y Paul Pfleiderer). Su argumento es que se debiera obligar a las firmas financieras a obtener fondos de modo más equilibrado y no depender tanto de la financiación en base a deuda.
Admati y sus colegas recomiendan imponer requisitos que fuercen a las firmas financieras a generar fondos de capital, ya sea reteniendo ganancias o, en el caso de firmas que cotizan en Bolsa, a través de la emisión de acciones. El statu quo permite en cambio que los bancos apalanquen la ayuda del contribuyente teniendo encajes muy limitados, dependiendo del endeudamiento en mucho mayor medida que las firmas no financieras grandes típicas. Algunas firmas grandes, tales como Apple, prácticamente no tienen deuda. Una mayor dependencia del capital propio daría a los bancos un colchón más grueso para absorber pérdidas.
Por supuesto que no es fácil legislar la reforma financiera en una economía global estancada, por temor a impedir el crédito y convertir una recuperación lenta en una recesión declarada.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
lanacionar