Las definiciones de uno de los gurúes internacionales de la energía sobre el futuro de la Argentina
Carlos Pascual es especialista en los mercados energéticos internacionales y exembajador estadounidense en Ucrania y México dialogó con LA NACION sobre las oportunidades y desafíos de la Argentina
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Carlos Pascual es un reconocido diplomático estadounidense que fue embajador en México y en Ucrania. Además, está especializado en el sector energético, donde tiene una amplia mirada de la situación geopolítica mundial. Es uno de los analistas más escuchado entre los empresarios petroleros del mundo.
En una entrevista con LA NACION, el vicepresidente para Global Energy and International Affairs de S&P Global Commodity, dijo que es fundamental para la Argentina aprobar el régimen de incentivo a grandes inversiones (RIGI) para atraer capitales.
Asimismo, analizó la situación de Ucrania, México, Estados Unidos y Medio Oriente.
—¿Cómo ve el gobierno de Javier Milei en la Argentina y qué oportunidades y desafíos tiene por delante?
—Es un punto de inflexión para el país, en donde la parte política y el pueblo reconocen que es necesario hacer cambios para poner a la Argentina en un camino estructural, en donde pueda avanzar económicamente. Y hay muchos cambios que se tienen que hacer. Es una carrera entre los cambios estructurales y políticos, que son necesarios, y el tiempo que va a tomar para producir resultados que la gente pueda sentir. Hasta ahora, lo interesante es que la popularidad de Milei no bajó y que el público sigue apoyando procesos de cambio. La parte que anima mucho es que la Argentina tiene todos los recursos necesarios para ser exitoso. En el ámbito de energía, tiene la producción de petróleo y de gas, que es competitiva a nivel mundial. Tiene también energía eólica de una clase mundial, donde hay pocos países que tienen una capacidad comparable. Tiene minerales como el litio, que es fundamental para las cadenas de valor de transición energética. Y tiene una capacidad humana que le da el potencial para poder explotar estos recursos de una manera muy significativa, que puede ser beneficioso para la Argentina, la región y para los mercados globales también.
—Para el país, Vaca Muerta puede significar un antes y un después. Pero, ¿qué representa Vaca Muerta para el mundo?
—Deberíamos verlo desde varios puntos de vista. Primero, el uso de petróleo. Si bien vamos a una transición donde nos alejaremos del uso de combustibles fósiles, en todas las proyecciones todavía aparece el uso del petróleo en el mercado internacional. Por eso es necesario tener un petróleo que sea bajo en contenido de carbón. Y eso es parte de lo que tiene la Argentina. Es comparable con la producción shale [no convencional] de Estados Unidos.
—¿Y en gas?
—Estamos viendo que es importantísimo regional y mundialmente. La capacidad de poder exportar ese gas le da un beneficio enorme a la Argentina. De un lado, el cambio climático ya ha tenido un impacto en países que dependen en energía hidráulica por la falta de lluvias. Lo vemos en Brasil. El gas natural es una alternativa que es más costo efectivo y, si bien es un hidrocarburo, tiene la mitad de las emisiones que el uso de carbón. Tener acceso a ese recurso de gas para balancear la matriz energética o para poder exportar a Chile y Brasil permitirá tener un sistema que es más costo efectivo y seguro. Si vemos la posibilidad de exportación de gas natural licuado(GNL), el mundo va a seguir necesitándolo, particularmente en Asia, en donde la transición del uso de carbón a gas natural va a ser una parte fundamental en este proceso.
—¿La Argentina puede exportar gas a los países de Asia?
—Creo que puede ser competitivo en el futuro y mucho va a depender de las inversiones que se hagan en países grandes como Estados Unidos, Qatar y Rusia. Pero del otro lado también hay una posibilidad de que la Argentina pueda ser costo efectivo en competir en esos mercados también.
—¿De qué depende? ¿Qué hace falta para que la Argentina ingrese en ese selecto grupo de exportadores de gas licuado?
—Que se apruebe el régimen de incentivos de grandes inversores (RIGI), porque es fundamental para atraer inversión. Se necesita crear un mecanismo en donde se pueda repatriar las ganancias de esos recursos y crear la confianza para poder hacer inversiones de 20 o 30 años. Hace falta la confianza y la seguridad de que si se entra en un mercado de largo plazo, se pueda mantener la capacidad de producir y exportar, y tener acceso a las ganancias de las inversiones sobre un periodo extendido.
—¿Si el RIGI no sale, ve difícil que la Argentina pueda exportar GNL?
—Va a ser difícil crear el ambiente económico para que se tome una decisión de inversión de 20 o 30 años y de miles de millones de dólares sin saber necesariamente cómo puede ser rentable ese desembolso. No depende de cuestiones de recursos naturales, sino más del marco regulatorio, que va a ser fundamental para la rentabilidad de la inversión.
—¿Cómo hicieron otros países, como Qatar, para atraer inversiones?
—Qatar es un país que tiene un recurso enorme y parte de la razón por la que ha tenido éxito es porque ha tenido regímenes que permitieron que ingresen socios como ExxonMobil, que se ha unido con la compañía nacional, Qatar Energy, en la producción de GNL. Ahora, Qatar Energy está mirando para hacer inversiones con otros socios privados en distintos mercados. Para invertir, la decisión que una compañía tiene que hacer es obviamente un poco diferente en cada lugar, pero hay una parte que es bastante básica. Si voy a hacer una inversión, tengo que tener la seguridad de que el contrato tiene valor; que hay un estado de derecho en el que puedo confiar; que hay un ambiente económico que me deja hacer la inversión rentable, y parte de esa rentabilidad tiene que ver con que si estoy invirtiendo por un periodo de largo plazo, que pueda luego repatriar las ganancias a los mercados en donde estoy tomando los préstamos, o en donde me hace falta poder invertir para poder seguir siendo exitoso en otras áreas también.
—Usted nombró a ExxonMobil, que en la Argentina tomó la decisión de vender sus activos petroleros. ¿Qué señal envía al mundo que una compañía de esa envergadura internacional se vaya del país?
—Que es un mercado global competitivo y que ExxonMobil ha tenido mucho éxito en Guyana y están concentrando sus inversiones ahí. Pero del otro lado estamos viendo otras compañías que quieren invertir en la Argentina, como Petronas o Total. Siguen en el país porque ven la posibilidad de ser exitosos y rentables.
—¿Usted dice que estamos a tiempo de tener una planta de GNL y exportar gas?
—Absolutamente, están a tiempo. Tenemos un proceso de transición energética en donde la innovación va a resultar en cambios técnicos para el futuro, pero ahora el gas natural tiene un papel fundamental en el proceso de transición e innovación. Y hasta, por ejemplo, en el uso de energía renovable. El gas natural es esencial para manejar la intermitencia. Las baterías son una alternativa, pero todavía tienen que reducirse en costos. Hoy son importantes para interrupciones de cuatro u ocho horas. Pero si estás en un país en donde puedes tener una falta en el sistema de energía hidráulica durante una semana, la batería no va a ayudar. Por eso estamos viendo que hasta en los lugares donde están invirtiendo muchísimo en baterías, están invirtiendo también en plantas térmicas con gas natural, porque el costo de tener esa brecha de días sin electricidad en el sistema puede ser tan costoso que vale la pena hacer la inversión.
Contexto geopolítico internacional
—¿Cómo ve la situación en Ucrania?
—Ucrania se encuentra en un período difícil, en parte por la falta de acuerdo en el Congreso de Estados Unidos para aprobar la asistencia militar, que demoró varios meses. Durante ese periodo se afectó muchísimo la dinámica de la guerra. Rusia lo tomó como ventaja, particularmente después de la reelección otra vez del presidente Putin, en marzo pasado. Ahora que ha empezado a llegar la asistencia de Estados Unidos, el interés de Ucrania es hacer todo lo posible para, primero, resistir y, segundo, cambiar la dinámica. Es difícil ver qué lado puede ganar, pero todavía nadie quiere negociar. El resto del año vamos a ver que, de parte de Ucrania se va a intentar resistir primero y después ver si pueden avanzar para crear una nueva dinámica para 2025. De parte de Rusia, le van a echar todo lo que puedan para poder avanzar durante estos meses. No veo la posibilidad de un resultado diplomático aquí por un período de tiempo.
—¿Y en México, con la victoria de Claudia Sheinbaum como nueva presidenta?
—Fue una victoria grande, recibió el 60% de los votos. Son más votos para un candidato en la presidencia de México que cualquier otro candidato en la historia de ese país. Viene con una trayectoria interesante, no solamente fue alcaldesa de la Ciudad de México, pero también es una científica. Tiene un doctorado en física, trabajó en el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) por un periodo de tiempo. Trabajó en el laboratorio Nacional Lawrence Livermore de California, en Estados Unidos, en las áreas de cambio climático. Y ahora llega a la presidencia de México con ese background, que es científico en la parte de energía, pero también tiene su apoyo para una política de la izquierda de la mano del presidente Andrés Manuel López Obrador. El primer tema va a ser el uso y el futuro de la energía renovable dentro de México, donde el país tiene un potencial enorme. El desafío para la presidenta Sheinbaum será incentivar esa inversión. Ha indicado que lo quiere hacer por medio de la compañía federal eléctrica (CFE), pero el problema es que no tienen la capacidad fiscal para financiarlo. Pemex ha sido parte del desafío. Es la compañía de energía más endeudada en todo el mundo. En los últimos años, el gobierno ha tenido que transferir más subsidios a Pemex, que Pemex le ha regresado al Tesoro de México. Y eso tiene un impacto en el dinero disponible para infraestructura, salud, educación, y tiene un impacto en la capacidad del Estado de ser el inversor principal para energía renovable. Uno de los primeros desafíos que tiene por delante es cómo le va a dar confianza al sector privado para que hagan inversiones. También hay muchos desafíos que se van a tener que negociar, particularmente con Estados Unidos, como la migración. Y vamos a ver una renegociación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá, que tiene que hacerse en 2026. Y el tema número uno ahí va a ser China. La posición de Estados Unidos va a ser que México no pueda aceptar la inversión china para vehículos y para productos electrónicos. Y va a ser una propuesta fuerte que va a poner en la mesa Estados Unidos. México tiene que decidir si quiere la inversión de China o quiere mantener abierto el mercado con Estados Unidos.
—¿Qué impacto tendrá en todo lo anterior si en Estados Unidos es reelegido Joe Biden o si gana Donald Trump?
—La diferencia entre los dos presidentes no es 180 grados, pero diría que probablemente es 160. En Ucrania, Trump ha dicho que no le dará más asistencia. Si la elimina, me imagino que la dirección política que tomará es negociar con el presidente Putin qué le va a dar a Trump y a Estados Unidos a cambio por eliminar esa asistencia. Y creo que sería una indicación del tipo de política que manejaría una administración de Trump, que él mismo ha dicho en el libro que escribió en los 80, The Art of the Deal. La tendencia de Donald Trump es hacer intercambios, deals, que es lo opuesto a negociar políticas en el sentido de policy, y no políticas de politics, que en español tenemos la misma palabra para los dos usos. Y vamos a ver esa tendencia con México. Fue lo que hizo con la migración anteriormente cuando fue presidente. Le presentó a López Obrador la propuesta de que si México podía controlar o aguantar la migración dentro de su país y asegurar que los que estaban haciendo pedidos por asilo se quedaran ahí. A cambio, él iba a dejar a México que siguiera en cualquier dirección, en cualquier tema y que no se no iba a interferir. Pero si no lo hacía, iba a imponer aranceles de 25% en todas las exportaciones de México a Estados Unidos. Así llegaron a un acuerdo y se entendieron. Y hay algunos países que funcionan más en esa dirección, en donde tienes dealmakers. Hay otros países que funcionan de otra manera, que es más alrededor de una política, como la Unión Europea.
—¿Cree que puede escalar el conflicto de Medio Oriente? ¿Y eso cómo impactaría en el sector energético?
—Creo que puede escalar, porque cada día vemos intercambios entre muchos de los partidos, no solamente entre Israel y Hamas, pero Israel y Hezbollah, e Israel y otras milicias que están en Irak y Siria. Y la posibilidad que pueda haber algún accidente que pueda resultar en una reacción mucho más fuerte de un país o de un grupo u otro existe cada día. Eso es parte del peligro que se está confrontando y la importancia que debería tener la cooperación para que haya paz. Particularmente, Estados Unidos y China espero que lleguen a un acuerdo donde puedan trabajar en eso juntos, pero China ha rechazado esa posibilidad. En la parte de energía, hay un elemento interesante. Irán es el país que principalmente ha apoyado las milicias que han atacado a Israel y ha atacado a Israel directamente también. Pero lo interesante es que Irán nunca ha derrumbado el Estrecho de Ormuz, porque el cliente principal es China, que a su vez es el inversor principal en Irán. China también tiene su relación muy cercana en Medio Oriente con Arabia Saudita, que es el enemigo número dos de Irán. Y Arabia Saudita invirtió en China también. Entonces el papel de China, por su relación con Irán y Arabia Saudita, reduce la probabilidad de que veamos una interrupción de la exportación de recursos de Medio Oriente para otros mercados. También refuerza la importancia que China pueda tener en este conflicto.
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