Las causas que explican las brechas de género en el empleo y su evolución en el tiempo
Claudia Goldin, galardonada este año con el Premio Nobel de Economía, investigó las diferencias en las trayectorias laborales entre varones y mujeres; a qué conclusiones llegó y cuál es la situación en América Latina
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El premio Nobel de Economía de este año le fue otorgado a Claudia Goldin, profesora de la Universidad de Harvard, “por haber mejorado nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”. Las investigaciones de Goldin se centran en las diferencias existentes en las trayectorias laborales de hombres y mujeres. En un esfuerzo titánico, transformó toneladas de registros dispersos y en papel en archivos de datos, que permitieron documentar la evolución de las brechas de género y de sus causas a lo largo de los últimos dos siglos.
Goldin comenzó documentando lo que ahora parece obvio: que las mujeres participan menos en el mercado laboral; que cuando lo hacen trabajan menos horas y en ocupaciones peor remuneradas; que se enfrentan a techos de cristal y que, en consecuencia, tienen salarios más bajos que los hombres. Apeló a su lupa de historiadora para entender las dinámicas que explican estas diferencias. Y encontró que hace medio siglo estas brechas se debían a las diferencias en educación y discriminación entre hombres y mujeres, pero que con el correr del tiempo estos motores de desigualdad se atenuaron drásticamente (hasta llegando a invertirse, en el caso de la educación). Sin embargo, las brechas en el mercado laboral persistían, y Goldin se dedicó a bucear en sus datos históricos para encontrar una nueva explicación.
Primero mostró que el principal cambio en el mercado laboral en el último siglo es lo que llamó “la revolución silenciosa”: las mujeres pasaron de salir a trabajar solo “para parar la olla”, a pensar su inserción laboral como parte de su identidad social. De pensar en términos de “empleos” pasaron a diseñar “carreras laborales”. Goldin demostró que esto se debió a la mejora en las expectativas de las mujeres en el mundo laboral, gracias a ciertos avances tecnológicos y a los anticonceptivos orales, que, además, fueron el motor de otros cambios: el aumento de la matriculación de mujeres en la universidad, la postergación del matrimonio y la maternidad y la reducción en el número de hijos.
Así y todo, las brechas de género siguen siendo considerables. Según datos de GenLAC, en la Argentina la participación laboral de las mujeres es 20 puntos porcentuales menor que la de los hombres, y las que tienen empleo ganan 25% menos, porque trabajan 9 horas menos por semana, y están en empleos de menor calidad, peor remunerados y en empresas menos productivas.
Es que, en esta “revolución silenciosa”, las mujeres se han encontrado con un obstáculo adicional. Si ahora hombres y mujeres quieren tener una “carrera laboral” y una familia, ¿quién se va a encargar de hacer todas esas cosas necesarias para que la cosa funcione? La investigadora de Harvard documentó que, enfrentados al enorme desafío de la paternidad, son las mujeres las que ajustan sus roles en el mercado laboral para sostener la crianza de los hijos. Mostró cómo las normas sociales y la penalidad salarial al trabajo flexible son claves para entender las brechas actuales. Su argumento es que los trabajos bien remunerados son muy poco flexibles y, por lo tanto, difíciles de conciliar con el cuidado de los hijos.
La investigación de Goldin se centra en los Estados Unidos, pero, con las colegas Lucila Berniell y Dolores de la Mata encontramos resultados similares para América Latina. La llegada del primer hijo abre brechas en las trayectorias laborales de hombres y mujeres que no vuelven a cerrarse. Y en nuestra región se añade un factor: entre las mujeres que vuelven a trabajar después de la maternidad, las tasas de informalidad crecen, con las conocidas consecuencias negativas en términos de protección social, salario y proyección futura. ¿La razón del cambio? La búsqueda de flexibilidad laboral para conciliar familia y trabajo.
Durante años, la investigación de Goldin ha sido fuente de inspiración para nuestro trabajo sobre brechas de género. Esperamos que este premio motive a más personas a comprender estas brechas, identificar sus causas y consecuencias y buscar soluciones efectivas. No se trata solo de una cuestión de equidad. En palabras de la Academia Sueca, “reducir la brecha de género en el empleo y mejorar la asignación del talento femenino podría llevar a aumentos significativos en el PIB”. Un crecimiento que los argentinos necesitamos retomar.
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