Las calificaciones soberanas no serían un indicador tan confiable
Las mayores firmas de calificación de crédito de Estados Unidos no han previsto de forma efectiva el riesgo de que un gobierno deje de pagar su deuda, según un análisis de The Wall Street Journal de 35 años de datos.
La reciente rebaja en la calificación de la deuda de EE.UU. por parte de Standard & Poor’s Corp. de AAA a AA+ puso de manifiesto el rol clave de las clasificadoras de riesgo: ayudar a los inversionistas a evaluar la probabilidad de una cesación de pagos, o default, para que puedan calcular la tasa de interés que deben cobrar para compensar ese riesgo.
Pero cuando se trata de deuda del gobierno, o soberana, las calificaciones —que van desde AAA a CC— no son buenos predictores de si un país va a incumplir sus compromisos, muestran los datos. Las calificadoras tuvieron un desempeño particularmente malo en los 12 meses previos a la cesación de pagos de un gobierno, cuando los inversionistas más necesitan de un referente.
De las 15 cesaciones de pagos de gobiernos que S&P ha seguido de cerca desde 1975, por ejemplo, la firma asignó una calificación de B o más alta a 12 de los países un año antes del default. S&P, sin embargo, afirma que una calificación de B tiene sólo una probabilidad promedio de 2% de entrar en cesación de pagos dentro de un año. En otras palabras, S&P subestimó drásticamente el riesgo de cese de pagos a un año en 80% de esos casos.
De forma similar, de los 13 gobiernos calificados por Moody’s Investors Service en el año previo a una cesación de pagos, 11 fueron clasificados como B o más alto. Tres obtuvieron la calificación Ba, el término de Moody’s para BB, que implica una tasa de default de 0,77% a un año.
Las calificaciones de grado de inversión —es decir de BBB o más— asignadas a bonos soberanos han superado la prueba del tiempo: ningún gobierno ha caído en default 15 años después de obtener una clasificación AAA, AA o incluso A.
Las clasificadoras sostienen, asimismo, que su sistema está diseñado para medir el riesgo de incumplimiento de deuda relativo entre países más que la probabilidad real de un cese de pagos, y que el ritmo mesurado de sus decisiones promueve la estabilidad. "Si la gente dependiera sólo de los (seguros contras cesaciones de pago) para establecer su prima de riesgo... subirían y bajarían como un yo-yo", afirma John Chambers, presidente del comité de calificaciones soberanas de S&P.
"Es un sistema de calificación relativo y las clasificaciones más bajas tienen más cesaciones de pagos que las más altas", señaló Elena Duggar, funcionaria de crédito de la filial de riesgo soberano de Moody’s.
Pero los gestores de fondos de renta fija afirman que el historial de las firmas de calificación hace que sus notas sean indicadores poco confiables a la hora de elegir inversiones en mercados volátiles.
Aunque las calificaciones de la deuda de empresas han sido, en general, mejores predictores de una cesación de pagos, las clasificadoras también han sido blanco de críticas en este aspecto. Tanto Moody’s como S&P calificaron a Enron Corp. y Lehman Brothers Holdings Inc. con grado de inversión inmediatamente antes de sus colapsos.
"Nuestro desempeño histórico en calificaciones corporativas no financieras y ordenamiento de calificaciones ha sido muy sólido, en especial en esta recesión", indica Ken Emery, vicepresidente senior del grupo de políticas crediticias de Moody’s. "El 95% de las cesaciones de pagos corporativas tenían una calificación de B1 o más baja un año antes", insistió
Sin embargo, las firmas también les pusieron sus máximas calificaciones a valores hipotecarios, lo que allanó el camino a la crisis financiera que explotó en 2008.
Para darles a sus calificaciones lo que llaman "estabilidad", las agencias tienden a concentrarse en indicadores estáticos que cambian lentamente, como balances de cuenta corriente.
El problema es que indicadores más volátiles como flujos de depósitos bancarios y el entorno político son mucho más relevantes para determinar si los países en riesgo efectivamente dejarán de pagar su deuda, sostiene Robert Abbad, analista de Western Asset Management Company, que administra un portafolio de US$35.000 millones de deuda de mercados emergentes.