Ana Bolena tardó siete años en conseguir lo que solo pudo disfrutar poco menos de tres. Conquistó el corazón del todopoderoso Enrique VIII de Inglaterra, fue el motivo por el que este rey se separó a su país de la Iglesia Católica y se convirtió en la mujer más poderosa del momento; pero pronto cayó en desgracia con su esposo, fue condenada por adulterio y traición, y murió decapitada cuando apenas tenía 35 años.
Ana Bolena, llamada en inglés Anne Boleyn, nació en el año 1501, en el palacio de Brickling Hall, ubicado en el condado de Norfolk, en el este de Inglaterra . Era la segunda de tres hermanos y su familia estaba considerada como una de las más respetables de la aristocracia inglesa, ya que su padre, Tomás Bolena, era conde de Ormonde y diplomático favorito del rey, y su madre, Isabel Howard, era hija de Thomas Howard, segundo duque de Norfolk.
Siempre hubo rumores de que Ana tenía seis dedos en una de sus manos, pero estudios y análisis posteriores de varios historiadores descartaron esa versión. Cuando tenía 13 años fue invitada por Margarita de Austria a vivir en su casa en los Países Bajos. Margarita gobernaba esa región como regente de su sobrino de trece años, Carlos de Borgoña (futuro emperador Carlos V).
Causó una buena impresión en la corte de los Habsburgo en Malinas, por sus modales y dedicación, pero, por orden de su padre, en 1514 continuó su educación en París . "En ningún otro lugar un padre podría encontrar mejor comienzo para una futura dama de alta alcurnia, sin embargo, Sir Thomas Bolena aspiraba todavía a más", escribió Antonia Fraser, autora de "Las seis mujeres de Enrique VIII.
En Francia , Ana fue dama de honor de la reina Claudia y también actuó de intérprete cada vez que se presentaba en la corte algún importante invitado inglés. "Aprendió a hablar perfectamente el francés, pero además asimiló la cultura francesa y, algo que más tarde sería crucial, se informó sobre el movimiento que reclamaba la reforma de la Iglesia. En 1521 concluyó su educación y en enero de 1522 regresó a Inglaterra", relata el historiador Agustín Saade, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
No era extremadamente linda, pero tenía un carisma que enamoraba a todos. Exudaba encanto, elegancia y un agudo ingenio. Todo esto lo adornaba con una extraordinaria habilidad como bailarina. Fue con esos antecedentes que llegó al baile que se celebraba en el gran salón de Hampton Palace, la residencia del todopoderoso Enrique VIII, rey de Inglaterra. A partir de esa noche se convirtió en la mujer de moda en la corte.
No pasó mucho tiempo hasta producirse el encuentro que cambiaría gran parte de la historia de Inglaterra: Enrique VIII, reconocido mujeriego, quedó obnubilado por esa chica encantadora. Aunque entre sus muchas amantes estaba Mary, la hermana de Ana, el monarca se lanzó obsesivamente a su conquista.
El rey tenía, obviamente, todas las de ganar. ¿Quién no iba a querer acostarse con él? "Hacerlo, como mínimo dejaba posicionada a la susodicha para casarse después con algún noble y vivir entre lujos por el resto de su vida. Pero Ana tenía otros planes. Ella iba a ir por todo. Luego de algunos encuentros le dejó en claro a Enrique que solo iría a la cama con él si se casaba con ella: es decir, si la convertía en reina", explica Saade.
Tal como se narra en el diario español ABC, tras poner tierra de por medio trasladándose a Kent, la joven vio cómo el Monarca le escribía reclamándole desesperado su amor. "No sé nada de ti y el tiempo se me antoja sumamente largo porque te adoro. Me siento muy desgraciado al ver que el premio a mi amor no es otro que verme separado del ser que más quiero en este mundo", se cita en esa publicación.
Claro, había un "pequeño" inconveniente para cumplir con lo que Ana exigía: Enrique ya estaba casado con Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos de España y tía de Carlos I, el monarca español de ese momento. El rey, además de estar obsesionado con Ana, también quería descartar a una ya cuarentona Catalina que no le daba un heredero varón: tuvo varios pero todos murieron y solo sobrevivió una hija mujer, María, que un día sería reina (María I, que pasaría a la historia conocida como Bloody Mary).
Así dadas las cosas, Enrique fue a ver al Papa Clemente VII y le pidió que anulara su matrimonio, con el argumento de que Catalina no le garantizaba su descendencia y que, además, había estado casada con su hermano (Arturo, que murió en 1502, apenas un año después de casarse). Como el Papa se negó terminantemente, Enrique tomó una drástica decisión: rompió con la iglesia Católica, fundó la Iglesia de Inglaterra de la que se proclamó jefe supremo y, el 25 de enero de 1533, se casó en secreto con Ana, en su palacio privado de Whitehall.
El 1° de junio de 1533, cuando fue coronada reina en la Abadía de Westminster, llevando ya en su vientre a la futura reina Isabel I de Inglaterra, Ana Bolena alcanzó la apoteosis. Era la mujer más poderosa del momento y estaba tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que arruina el cuento de hadas.
El 29 de enero de 1536, durante el entierro de Catalina de Aragón, Ana perdió un embarazo del que se presumía sería un varón y ese fue el principio del fin. Cayó en desgracia ante un Enrique que estaba furioso porque ella no le daba un hijo varón, pero que además ya había puesto su mira en una nueva favorita, Jane Seymour.
Mucho se ha escrito sobre los verdaderos motivos de su caída y sobre el cambio de carácter de Enrique VIII. Es más, en 2016, investigadores de la Yale University, publicaron un artículo científico en Journal of Clinical Neuroscience en el que analizan la posibilidad de que el rey, luego de una caída de su caballo, haya sufrido una lesión cerebral similar a la que tienen los jugadores de fútbol americano.
Más allá de estas elucubraciones y de las cientos de teorías que hubo sobre la culpabilidad o, al menos, responsabilidad de Ana en su descalabro final, lo cierto es que el 2 de mayo de 1536, fue encarcelada en la Torre de Londres, acusada falsamente de mantener relaciones con su propio hermano, con otros tres caballeros de la cámara privada y con un músico de la corte, además de conspirar con ellos contra la vida del rey.
Fue condenada a muerte y decapitada el 19 de mayo de ese mismo año (1536). Enrique, que 11 días después se casaría con Jane Seymour, tuvo una última consideración con ella: hizo traer desde Francia al verdugo de moda, para evitarle el sufrimiento de un mal corte. Así, con un solo golpe de espada, terminó la vida de una de las mujeres más determinantes en la historia de Inglaterra.
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