El día que armó su propio trapecio en el patio de su casa, Lilian Leitzel dio el primer paso que la llevaría a ser la mayor superestrella de la historia circense. Tenía apenas siete años de edad, era una "pulga" de poco más de un metro de altura y poseía una habilidad innata para la acrobacia, algo que la conduciría hasta la cumbre del éxito, pero que no le alcanzaría para evitar su trágico final.
En el documental Circus, que se puede ver actualmente por Netflix, luego de un largo recorrido por la historia del circo y sus grandes exponentes, la voz en off dice: "Muchos estadounidenses sabían, sin embargo, quién era su favorita". Inmediatamente después, Richard Reynolds, historiador del circo, afirma: "Sin duda, Lilian Leitzel. Era la mayor superestrella de la historia circense".
Leopoldina Alize Pelikan, tal su nombre original, había nacido el 2 de enero de 1892, en Breslau, una ciudad que hoy es parte de Polonia, pero que en aquel entonces pertenecía a Alemania. Por sus venas corría sangre artística: su padre era oficial del ejército y artista de teatro, mientras que su madre era una acróbata de circo checa.
Hija, sobrina y nieta de trapecistas, Lillian, como se dijo, empezó a practicar en el patio de su casa, para imitar a las mujeres de la familia, y a los 10 años, ya hacía maravillas en el aire. Aunque había recibido una buena educación y se había preparado para seguir una carrera como pianista, terminó unida al grupo de circo acrobático de su madre y sus tías, con el que salió de gira por Europa en 1905.
En 1910, llegó a los Estados Unidos con su circo y pronto fue vista por un agente de los famosos hermanos Ringling, que quedó sorprendido con su habilidad y le ofreció un contrato. Cuando los gigantes Ringling, Barnum y Bailey se fusionaron, Lilian se convirtió en la gran estrella del mayor circo de los Estados Unidos y uno de los más importantes del mundo.
Tal como se cuenta en el documental mencionado, era terriblemente seductora. Su técnica, su estado físico y su carisma eran extraordinarios: medía solo 1,45, pero llamaba la atención con solo mover los dedos de sus pies. "Lilian Leitzel era una actriz increíble. Era una artista desde que se quitaba los zapatos hasta que volvía a bajar", comenta en el documental Paul Ringling, nieto de Alf T. Ringling, uno de los creadores del gran circo de los Hermanos Ringling.
Luego de subir por la cuerda, tirando besos al público, como una verdadera vedette, ofrecía su plato fuerte. "Sujeta a un eslabón giratorio rotaba sobre sí misma mientras el público contaba en voz alta los más de 150 giros que realizaba. En cada giro se dislocaba el hombro, que volvía a su lugar solo para dislocarse otra vez en el siguiente movimiento", se describe en Circus.
Todo lo que tenía de talentosa lo tenía de irascible. No era raro verla maldecir o golpear a un empleado que no ajustaba su aparejo exactamente como ella quería. Según cuenta en el documental la historiadora Janet Davis, el director de la banda musical, Merle Evans, le tenía terror. "Cuando ella terminaba su acto, les gritaba a los músicos que se cubrieran, ya que un solo redoble de tambor fuera de lugar podía desatar la furia de Lilian y hacer que les arrojara lo primero que encontrara a su paso".
Sin embargo, para los chicos que deliraban con sus piruetas, siempre fue la adorada "Tía Leitzel". Cada vez que un niño que iba al circo cumplía años, Lilian organizaba la fiesta, la pagaba de su bolsillo y le regalaba una de las muñecas que ella misma fabricaba.
La gente iba al circo solo para verla a ella. Tal fue su fama que llegó a ser la primera artista de circo en tener un vagón privado de tren, completamente amueblado y con su propio piano de cola. Eso no es todo: mientras sus compañeros se preparaban en carpas comunes, ella lo hacía en su propia carpa privada, con flores frescas cada día y con una criada que despedía luego de cada función. Además, su limusina con chofer seguía al ferrocarril a lo largo de su ruta, lista para transportarla del tren al estacionamiento y llevarla después en sus frecuentes viajes de compras.
Luego de dos divorcios, el 20 de julio de 1928, se casó con el mexicano Alfredo Codona, un astro del trapecio, conocido como "El Adonis de las alturas" e idolatrado por ser el primer hombre de la historia en hacer un triple salto mortal en el trapecio. Juntos, conformaron una de las mayores atracciones circenses de la época y pasaron a ser conocidos como "El rey y la reina del aire".
Aquella niña que alguna vez armó su propio trapecio en el patio de su casa se había convertido en la diosa del circo y era una reconocida estrella internacional. Tenía éxito, dinero y amor. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
El viernes 13 de febrero de 1931, estaba haciendo su show principal en Copenhague, cuando el eslabón giratorio que sostenía la cuerda en su lugar se fracturó y se rompió. Lillian nunca usaba red, porque siempre estaba Alfredo para atraparla en caso de que fallara algo, pero ese día su marido se encontraba en Berlín.
La "Reina del aire" cayó desde lo alto, dio con su cabeza de lleno en el piso, quedó gravemente herida y murió en un hospital dos días después. Se apagó así, a los 39 años, la vida de quien fue considerada la mayor artista de la historia circense. Codona, que se suicidaría seis años después, luego de asesinar a su tercera esposa, Vera Cruce, dejó una carta en la que decía: "Me voy a reunir con Leitzel, la única mujer que me amó".
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