José Neglia era un chico más del barrio, que se desvivía por jugar a la pelota en los potreros de San Martín, cuando de pronto su padre le dijo algo que le cambiaría la vida: "Pepe, te voy a llevar a lo de un señor amigo que te enseñará a bailar sin cobrarnos un peso". En pocos años, se convirtió en el mejor bailarín de danza clásica de la Argentina y en uno de los mejores del mundo; pero, cuando lo tenía todo para disfrutar de su éxito, la tragedia se lo llevó para siempre.
Neglia había nacido el 2 de abril de 1929, en la localidad de San Martín , en el conurbano bonaerense. Era, como tantos argentinos, hijo de inmigrantes: su madre era francesa y su padre, que tenía un comercio en Diagonal Norte, en la Capital Federal, era italiano.
Un cliente de su padre marcó para siempre su destino: se trataba de Michel Borovsky, un polaco que era primer bailarín y director del ballet del Teatro Colón . Neglia, como se dijo, era un chico al que le gustaba jugar al fútbol en los terrenos baldíos, algo que comenzó a cambiar el día que su padre lo llamó y le comentó que empezaría a aprender baile.
El pequeño José pensaba que iba a aprender a bailar tango, porque no tenía la menor idea de lo que era el ballet. Cuando llegó a la Academia de Borovsky y se vio vestido con calzas y rodeado de una decena de chicas, se asustó y quiso escapar de allí; pero el maestro, que intuyó en él una habilidad innata, lo convenció para que se quedara.
En 1948, a los 17 años, Neglia ingresó al cuerpo estable del Ballet del Teatro Colón (donde siguió bajo la instrucción de su maestro, Borovsky, y de Gema Castillo); y un año más tarde, por indicación del coreógrafo Aurelio Millos, fue ascendido a primer bailarín. Su estilo era tan exquisito que en 1951 fue elegido por María Ruonova, primera bailarina del Colón, como su partenaire.
A partir de entonces no lo paró nada ni nadie, tanto a nivel local como internacional. Fue distinguido con premios en distintas oportunidades, entre los que se destacó el Nijinsky, otorgado por la Asociación Internacional de Danza, en París , por su interpretación de Ícaro. Ese fue un gran espaldarazo, que hizo que accediera al reconocimiento mundial en el ámbito del ballet clásico.
Su carrera continuó con gran éxito, con presentaciones en distintos teatros, espectáculos con fines culturales y giras de promoción de la danza clásica. Se lo considera junto con Norma Fontenla, con quien formó una pareja de baile inolvidable, como el bailarín que popularizó la danza clásica en la Argentina.
Juan Lavanga, productor de espectáculos de ballet y danza, comenta que Neglia tenía un estilo muy personal, sobre todo sobresalían en él sus grandes dotes artísticas. "Perteneció a una generación en la que era imprescindible no solo el dominio técnico, sino también la interpretación. Él contaba con ambas condiciones", explica el especialista. "Era una figura que «llenaba» el escenario con gran presencia escénica. Su aparición en escena ya hacía estremecer al público; aparte tenía técnica y eso era fundamental", agrega.
Neglia fue un exponente puro de su época. "Verlo hacer Mekhano, bajando de la parrilla del Colón en altura, como el dibujo de Leonardo da Vinci, o El niño brujo, era disfrutar y entrar en la escena de su mano. Podía también hacer los príncipes de El lago de los cisnes, Giselle o La Bella Durmiente, pero lo suyo eran los roles de actuación y compromiso escénico", recuerda Lavanga.
En 1968 se presentó en el sexto Festival Internacional de Ballet en París, donde se le otorgó la Estrella de Oro, lo que lo validaba como uno de los mejores bailarines del mundo. El público parisiense, que ese día desbordó el teatro Champs Elysees, lo idolatró y lo reclamó doce veces cuando interpretó Usher. "Fue un festival donde sobresalió la actuación de Neglia por encima de los grandes bailarines técnicos que podían tener otras compañías", señala Lavanga.
A partir de ese momento, recibió ofertas para trabajar en los principales escenarios del mundo, pero siempre las rechazó porque prefería la paz del hogar con su esposa María del Carmen Pérez, también bailarina del Colón y sus dos hijos, Alejandra y Sergio.
Es que José era un hombre que amaba las cosas simples de la vida, entre las que se destacaba su gusto por la cocina. También lo atrapaba el fútbol y era hincha de Chacarita Juniors . Eduardo Rapoport, periodista partidario del "Funebrero", recuerda que Neglia iba a todos los partidos en los que su club jugaba de local. "Festejó con todo el campeonato del ´69, en la plaza San Martín. Como era grande de físico, se ponía en la barra de la bandera", relata. "Incluso muchos creían que era uno de los luchadores de Martín Karadagian y no bailarín", acota.
Lavanga, en tanto, dice que era una gran persona, muy campechano y un hombre que adoraba a su familia. "Tenía como hobbies la caza y la pesca, y era aventurero en su forma de hablar. Cuando te acercabas a él al final de una función, te preguntaba «Qué te pareció? ¿Hoy fue mejor que la anterior, no?» Era como cómplice de su público; si hay algo que siempre recuerdo es su simpatía y cordialidad", relata el experto.
Otra cosa que recuerda Lavanga es que si tenía que irse rápido luego de la función y no podía firmar autógrafos, se disculpaba con todos. "Como el día que salió de Romeo y Julieta y dijo que lo perdonaran, pero que Bamby (su esposa) estaba recién operada y él quería llegar al sanatorio para pasar la noche con ella. Nadie sabía eso, ni sus compañeros ni Olga Ferri, que había bailado con él. Esa noche, pidió que fueran para su mujer las flores que le ofrecían a él. Era un tipo sensacional", cuenta.
A los 42 años, "Pepe" había llegado a ser uno de los más grandes bailarines del mundo, el público moría por verlo en acción y era considerado el embajador de la danza clásica argentina. Como destaca Lavanga, estaba en un momento justo de la carrera, cosechando sus triunfos y con una gran popularidad. Aquel hombre amante de las cosas simples de la vida estaba tocando el Cielo con las manos. Pero... Siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
El domingo 10 de octubre de 1971, José se levantó temprano y se preparó para dar una función a beneficio de chicos lisiados en el teatro Coliseo: interpretó El niño brujo, uno de sus preferidos (incluso a él mismo se lo llegó a conocer como "el niño brujo"). Después, fue con su mujer y sus dos hijos a comer a los carritos de la Costanera y se despidió para subir al avión que lo llevaría, junto con otros ocho integrantes del cuerpo de ballet del Colón, a Trelew.
A las 19 el avión partió de Aeroparque. A poco de ascender, un motor falló y el piloto intentó el regreso al aeropuerto, pero no lo logró. En vez de acuatizar, la aeronave cayó a 45 grados sobre el Río de la Plata: las diez personas que viajaban a bordo murieron instantáneamente. Se terminó así la vida del hombre que popularizó la danza clásica en la Argentina y que quedó inmortalizado en un monumento frente al Teatro Colón, junto con la también inolvidable Norma Fontenla.
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