Fue la aparición más explosiva del tenis femenino y le bastaron solo dos años para poner de rodillas a los más grandes monstruos del momento, acaparando cuanto torneo importante se le cruzaba por el camino. Mónica Seles, que de ella se trata, iba rumbo a convertirse en la mejor tenista de la historia, pero una increíble agresión por la espalda en medio de un partido cambió para siempre su vida.
Seles había nacido el 2 de diciembre de 1973 en Novi Sad, una ciudad de 300.000 habitantes, que hoy pertenece a Serbia , pero que en aquel momento formaba parte de Yugoslavia. Su padre, Karolj Seles, y su madre, Eszter Seles, formaban parte de una minoría húngara que había emigrado allí en busca de mejores horizontes laborales.
Siempre fue muy simpática y agradable, pero con un temperamento extraordinario. Su padre, un tenista frustrado, fue el que le enseñó a jugar al tenis. Mónica no se formó en elitistas clubes de tenis, sino en el estacionamiento de su barrio, golpeando pelotas desde los cinco años. Karolj, que un día condujo 10 horas hasta Italia para comprarle una raqueta infantil, le dibujaba animales en la pared del estacionamiento para animarla a practicar.
Cuando a los 13 años viajó a Florida, Estados Unidos , para entrenar profesionalmente, Mónica no entendía el sistema del marcador de su propio deporte: ella se limitaba a ganar cada punto. Pronto ingresó a la academia de Nick Bollettieri, un fabricante de estrellas que convertía en oro todo lo que tocaba, y enseguida reveló un juego terriblemente agresivo.
Guillermo Salatino, uno de los periodistas especializados en tenis que más saben de este deporte en el país y el mundo, que actualmente trabaja en Radio La Red y el canal de televisión Fox Sports, cuenta que un día tuvo la oportunidad de hablar con Seles y le preguntó por qué jugaba así. La respuesta lo dejó atónito: "Yo juego todos los puntos como si fueran match point".
Esta prodigio yugoslava (ya nacionalizada estadounidense) tenía dos cosas que la caracterizaban: el revés a dos manos y una especie de grito, como un rugido, que lanzaba al impactar cada pelota y que intimidaba aún más a sus oponentes (que más de una vez se quejaban ante los jueces). Además, bombardeaba a sus rivales desde el fondo de la cancha y solo subía a la red si era cuestión de "vida o muerte".
La opinión unánime de los especialistas en la materia, como Alfredo Bernardi, periodista que cubría tenis en LA NACION en esa época, es que fue la irrupción más vertiginosa en la historia del tenis femenino. En 1990, obtuvo su primer título de Grand Slam en Roland Garros , siendo la tenista más joven de la historia, con 16 años, en ganar ese campeonato. En aquella final venció nada menos que a la entonces Nº 1 indiscutida del ranking, la alemana Steffi Graf .
Pero su gran explosión recién estaba a punto de comenzar. En 1991 y con solo 17 años, se consagró como una estrella del circuito, obteniendo tres de los cuatro torneos de Grand Slam: ganó el Abierto de Australia , Roland Garros, el Abierto de los Estados Unidos y el torneo WTA Tour Championships. Así logró además, el N° 1 del ranking, desbancando a Graf. No pudo jugar Wimbledon por lesión.
En 1992, volvió a consagrarse, repitiendo los tres títulos de Grand Slam y el torneo WTA ganados el año anterior. Llegó además a la final de Wimbledon. Salatino, la recuerda así: "Era extraordinaria. Además, fue inmensamente grande en una época en que el circuito estaba lleno de monstruos. Ella los puso de rodillas a todos".
Según destacó el diario El País, de España , "su tenis era anárquico y brutal". En tanto, la tenista americana Pam Shriever habló así de ella en la misma publicación: "Cuanto más duro se vuelve el punto, Mónica te sigue asfixiando y no te deja escapar: su inclemencia mental es increíble".
En 1993, empezó el año ganando el Abierto de Australia por tercera vez consecutiva, algo que hacía predecir que su éxito arrollador no se detendría. Con solo 19 años, se había convertido en la mejor tenista del momento, ganaba cuanto torneo importante había y embolsaba millones de dólares. Nadie tenía dudas, como se dijo, de que iba camino a convertirse en la mejor tenista de la historia. Estaba tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
El 30 de abril de 1993, en los cuartos de final del torneo de Hamburgo, Alemania , Seles dominaba su partido ante la búlgara Magdalena Maleeva, por 6-4 y 4-3. Se disponía a sentarse en su silla para el descanso y en ese instante su vida cambió para siempre: un espectador desquiciado, fanático de Steffi Graf, la apuñaló desde atrás, ante el asombro y el desconcierto de los 7000 espectadores presentes.
El agresor era Günther Parch, un alemán de 38 del que se supo más tarde que tenía intentos suicidas cada vez que Graf perdía. A partir de ese aciago día, Seles empezó a sufrir pesadillas, ataques de ansiedad y una depresión agravada por el diagnóstico de cáncer de estómago incurable de su padre.
Si bien tiempo después se reincorporó al circuito (y hasta ganó el Abierto de Australia), su tenis ya no era el mismo: se la veía menos resistente y más lenta. Es que si bien la herida que le provocó aquella insólita agresión no tardó mucho en cicatrizarse, el daño psicológico que le causó arruinó su carrera para siempre y la dejó lejos de lo que podría haber sido: nada más y nada menos, que la mejor jugadora de tenis de toda la historia.
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