Amanecía el gobierno de Alberto Fernández y la Casa Rosada se convirtió en la escenografía de una colorida reunión. Personalidades de la cultura, el periodismo, la televisión, los derechos humanos y la gastronomía miraban satisfechos al Presidente. La llamada Mesa contra el Hambre se ponía en marcha de la mano de varias figuras mediáticas, muchas de ellas, históricamente alejadas de los debates sobre la pobreza.
Pasaron 11 meses desde esas fotos de los mosqueteros del hambre y ya es posible tomar perspectiva de la principal política pública que surgida de entonces. En silencio y lejos de los grandes anuncios mediáticos, la Tarjeta Alimentar se convirtió en la más descomunal herramienta para poner alimento en el changuito de 1.567.751 argentinos. En lo que va del año, la herramienta depositó en total $83.339 millones en efectivo para compra de comida.
El plástico, que se puso en marcha en diciembre pasado con la entrega de 6290 unidades, es "una política de complemento integral alimentario que no suplanta a la Asignación Universal por Hijo ni a ninguna política existente", según la presenta la Anses en su página. El organismo, que es quien deposita el dinero y tiene a su cargo la base de datos con el universo de beneficiarios, aclara que la implementación depende del Ministerio de Desarrollo Social. "La tarjeta no sirve para extraer dinero en efectivo. Solo puede ser usada para la compra de alimentos de la canasta básica, excluyendo bebidas alcohólicas", informa.
De acuerdo a lo que establece la normativa, podrán acceder quienes cobren la Asignación Universal por Hijo con hijas e hijos de hasta 6 años inclusive, las embarazadas a partir de los tres meses que cobren la Asignación por Embarazo para Protección Social y las personas con capacidades diferentes que cobren la Asignación Universal por Hijo, sin límite de edad.
El empuje de la pandemia
En silencio y empujada por la pandemia, la cuarentena y el aumento de la pobreza, la Tarjeta Alimentar se convirtió en una descomunal herramienta. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social que maneja Daniel Arroyo, hasta el 30 de septiembre pasado se depositan 272 millones de pesos por día en promedio. La cifra, que podría no indicar demasiado aislada, toma relevancia cuando se la compara con el total del dinero que se gastó en alimentos.
Siempre según datos oficiales, en los primeros nueve meses del año se destinaron 94,461 millones de pesos para las llamadas "políticas alimentarias", según las describe el Ministerio de Desarrollo Social. De ese monto, 74.272 millones corresponden a la tarjeta que deposita 4000 pesos por mes a cada una de las madres que tienen un hijo menor de seis años y de 6000 a las que tienen dos hijos.
Pero de regreso a ese monto, el Ministerio de Desarrollo Social ya tiene en ese plástico su principal herramienta de gestión. De hecho, la prepaga ya se lleva 79% del total de la compra de alimentos. Las polémicas licitaciones de comida se llevaron $3445 millones, es decir, un 5% de lo que representa la Tarjeta Alimentar. Otro tanto ($3647 millones) se fueron para comedores y merenderos y finalmente, $7301 millones se utilizaron para comedores escolares. Todo muy lejos de los $74.000 millones del crédito.
Aquella Mesa contra el Hambre, que quedó en la memoria por la participación de figuras como el conductor de televisión, Marcelo Tinelli; el sociólogo y titular del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, Agustín Salvia; el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel; y la chef Narda Lepes, entre otras personalidades, de volvió a reunir en agosto. Esta vez virtual. Su principal política terminará el año con un desembolso de $97.478 millones, alrededor de 267 millones por cada día del año.
Críticos
Asentada como la herramienta más impresionante que desarrolló el Gobierno para combatir el hambre, la Tarjeta Alimentar no conforma a todos. "Tiene varios problemas", dice el dirigente social Juan Grabois. "Parte de un prejuicio que la gente humilde maneja mal el dinero entonces en vez de ser una política de ingresos es una política de supermercado", agrega en referencia a la imposibilidad retirar el efectivo ya que sólo se puede comprar en los locales comerciales adheridos y sólo limita el acceso a la adquisición de bebidas alcohólicas.
Grabois, conocedor como pocos del mundo de las ayudas sociales dice que este produce dos fenómenos. "Por un lado, hay comercios que se aprovechan y otros que facturan como si vendieran comida pero se quedan con un importante porcentaje. Cincuenta por ciento, ponele", aclara.
En los hechos, a descomunal herramienta funciona como una tarjeta pre paga. Los tercer viernes de cada mes, el Estado acredita el monto que se puede consumir en el mes. Cada 30 días, el desembolso total llega a $7050 millones de pesos y para diciembre, según dijo Arroyo, se depositará el doble de dinero a cada beneficiario. Otro de los puntos que generan críticas es que los casi 100.000 millones de pesos generan un par de puntos de comisiones para las empresas de tarjetas de crédito. Un punto son 1000 millones.
Como la compra se efectiviza a través de posnet, muchos comerciantes, especialmente los más chicos, quedan fuera de la posibilidad de operar con el sistema. "En los sectores rurales e indígenas pobres, al no poder sacar el dinero y depender del plástico, quedan excluidos", dice Grabois.
Sin embargo, hay otro tema que está en medio de la polémica. La investigación publicada en LA NACION en abril, en la que se informó sobre la compra de alimentos con importantes sobreprecios, derivó en una consecuencia impensada. El Estado, por iniciativa del presidente Alberto Fernández , frenó la operación. "Esta compra todavía no se pagó. Di la orden de que ninguna compra se haga sin respetar los precios máximos que el Estado fija", dijo el Presidente.
Canasta de alimentos
Pero no convalidar precios por encima de los que el propio Gobierno establece como máximos se terminó por convertir el un corset a la hora de armar la canasta de alimentos. Desde entonces, el Ministerio de Desarrollo Social se empantanó en licitaciones en las que una y otra eran, y son, declaradas vacantes.
Sucede que los productores de alimentos se han retirado de las ofertas y prácticamente no participan. El Estado es mal pagador y con la inflación de los alimentos en el rango del 50% anual, nadie está dispuesto a perder dinero enredado en la burocracia de los expedientes ministeriales. Así, las compras centralizadas, que eran la principal política del ministerio, pararon a representar sólo 5% de lo que se utilizó en la Tarjeta Alimentar.
En el Gobierno están satisfechos. El punto es que uno de los principales beneficios que trae es que la relación que se establece es más directa. Estado y beneficiario, sin nadie en el medio. "Se eliminaron los intermediarios, un gran problema es este tipo de políticas de alimentos", dijo un hombre del Gobierno. Tiene razón. La Anses entrega el plástico a todas las madres que tengan hijos de hasta seis años.
Pero la contrapartida es que el Estado gasta de a unidades, valida precios minoristas. "Esos casi 100.000 millones de pesos compran los alimentos al mismo precio que el que compra de a uno. Se validan los valores minoristas. Desde el punto de vista de la eficiencia de la compra es muy ineficiente. Pero tiene muchas otras ventajas", dijo otro hombre del Gobierno.
Hay algún otro número que sorprendente. El 79% del total de programas de alimentos se destina a los beneficiarios de la Tarjeta Alimentar que son 1,56 millones de personas. Pero la Asignación Universal por Hijo, según datos del Ministerio de Economía al 30 de septiembre, llega a 3,46 millones. Es decir, casi 8 de cada 10 pesos terminan en la mitad este colectivo; con los otros dos, se atiende a la otra mitad.
Pero claro, ningún análisis puede ser definitivo en medio de la pandemia y de necesidades extremas. Los tironeos presupuestarios se sucedieron durante un período anómalo. Uno de los alumbramientos millonarios de este 2020 fue la Tarjeta Alimentar y se abre un interrogante. Nadie sabe si es el inicio de un enorme camino que empezó con la Mesa contra el hambre. O si sólo es el producto de un año imposible de predecir.
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