La señal del juez: no se permitirán más bravuconadas
El juez Thomas Griesa acaba de dar una señal que parece clarísima: no permitirá más bravuconadas de las partes. Por un lado, pone a la Argentina contra la pared de tener que derogar las leyes que le impiden pagar un eventual acuerdo que propone, pero, por otro, avisó a los acreedores más duros que si el país cumple con esas medidas, ya no habrá más amparos para que sigan pidiendo más y más que lo que ya les fue concedido.
Parece claro que los "duros" de los dos lados se equivocaron desde el inicio. Que el juicio no ha sido más que una negociación árbitro y que nadie puede decir, como lo hizo la entonces presidenta Cristina Kirchner, que si el juez no fallaba lo que ella quería el país no cumpliría. Una postura delirante para cualquier abogado principiante, pero que insólitamente acompañó el enorme y costoso estudio de abogados que más experiencia tenía en materia de litigios de deuda externa argentina y que fue recientemente desplazado.
La visión conspiradora de que se permitiría hacer a los holdouts, aquí llamados buitres por el kirchnerismo, lo que quisieran porque son norteamericanos resultó también una tontería como acaba de quedar demostrado. Ellos también tienen que cumplir lo que los tribunales dicen.
Hay un factor adicional que ya jugó una vez en favor de la Argentina, aunque los kirchneristas lo detestan: nada menos que el mercado. La propuesta inicial de canje de deuda de Néstor Kirchner era malísima, con las tasas de entonces, pero transcurridos unos meses, los mercados se desplomaron y mejoraron la oferta argentina.
Ahora pasa algo parecido. Las tasas de interés se han desplomado y grandes bancos centrales no saben cuándo podrán salir de las tasas de interés negativas. Como dice la tapa del prestigioso semanario inglés The Economist de esta semana, se han quedado sin munición keynesiana. No es poca cosa. ¿Dónde conseguirían los holdouts algo mejor después de esperar 15 años y cargar altos costos de litigios si la salida de esta nueva etapa de dinero que no vale nada no terminará en el más optimista de los casos hasta 2020?
Parecería que lo que más les conviene, insólitamente y siguiendo la línea de The Economist, sería cobrar y financiar un programa de inversiones y mejora de la infraestructura de gran volumen en países como la Argentina, que ofrecen ahora un esquema político lejos del populismo que asoló en los últimos tiempos. No en vano uno de los subtítulos del artículo es que esta vez no es la economía, sino que "es la política, estúpido".
El semanario advierte los peligros en los que no debería caer la Argentina, aunque no habla del caso específicamente. Pero subraya que políticos y banqueros centrales deberían esta vez trabajar juntos.
Algunos instrumentos keynesianos ya fueron experimentados en la Argentina, como la emisión monetaria descontrolada del kirchnerismo, que llevó a estancamiento con alta inflación del que ahora es difícil salir. El semanario inglés recomienda buenas políticas fiscales y bajas de impuestos como las anunciadas esta semana que mejoren el salario de bolsillo. Y rechaza las medidas políticas de los países donde, mientras los bancos centrales trataban de dar liquidez a las economías, los políticos se ponían a ahorrar. El riesgo ahora, dice, es repetir una crisis como la de 2007 y 2008, con un marco de populismo que se ha consolidado en las grandes economía europeas. No es un dato menor. Y no es algo desconocido para la Argentina, que está saliendo más tarde de la crisis y de esos esquemas políticos.
Arreglar el conflicto con los bonistas que no aceptaron los canjes no lo es todo, pero es condición necesaria en un mundo que se ha vuelto más difícil para solucionar la pesadísima herencia K.
Con China tropezando en su intento de transformarse en una economía que consume bastante más y ahorra bastante menos, algunas inversiones soñadas por la Argentina, como el desarrollo de Vaca Muerta, se transformaron en quimeras. Pero todavía hay una red de generación energética por mejorar, como la crisis de estos días acaba de dejar a la vista. Caminos, puertos, redes de comunicación telefónica celular y de datos son imprescindibles, pero el modelo en que se hagan debe ser otro y no el actual. Una reforma parece imprescindible para atraer las imprescindibles inversiones del país y de afuera.
Para el Presidente y los suyos, la buena noticia debe llegar en la forma de la voz del GPS, que se puede imaginar diciéndoles que encontró un camino mejor, pero que está "recalculando". El recurso de seguir haciéndose el bravucón ya no está disponible para nadie. Ni para la Argentina ni para sus acreedores.
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