La “sarasa” de Guzmán encontró su límite
Son muchas las variables que afectan la economía, pero hay una que en la Argentina pesa más que cualquier otra, y es el dólar. No hay posibilidad de sostener la desaceleración de los precios de cara a las elecciones si los dólares financieros se mueven. Es en gran medida lo que terminó sopesando el Gobierno esta semana cuando acordó pagarle al Club de París US$430 millones a cambio de no caer en default. Nadie quiere despertar a la fiera en un año electoral.
La misma lógica rige en el abordaje de los vencimientos que este año la Argentina tiene pendientes con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El país tiene que pagarle en agosto intereses por US$351 millones y luego otros US$395 millones en noviembre. No parecen cifras demasiado pesadas, considerando que el Banco Central (BCRA) lleva incorporados a las reservas, en lo que va del año, US$2875 millones. Pero la cifra se abulta –y mucho–, si se tienen en cuenta los dos vencimientos de capital de US$1893 millones cada uno, que también operan este año, en septiembre y en diciembre. A esta altura, cerca del ministro Martín Guzmán ya descuentan que usarán los fondos extras que se distribuirán entre los miembros del FMI –los denominados Derechos Especiales de Giro (DEG)– para pagar esas deudas. No importa que el Senado haya firmado, por iniciativa del oficialista Oscar Parrilli, una declaración para solicitar que los DEG que se reciban sean usados para resolver problemas generados por la pandemia. Las encuestas y el temor a provocar saltos cambiarios son ordenadores de la interna política en vísperas de elecciones.
Se prevé que hoy el directorio del FMI apruebe la asignación extraordinaria de US$650.000 millones a los países miembros, a través de su moneda, los DEG, que no son otra cosa que una canasta de varias monedas del mundo. A la Argentina les corresponderán US$4355 millones, que llegarían en agosto.
En función de lo acordado con el Club de París, sin embargo, un acuerdo deberá cerrarse sí o sí antes de marzo, pese a que Guzmán dijo esta semana que no había fecha límite. Al menos, eso entendieron los países acreedores, y quedó claro en el paper interno que prolijamente desde el grupo distribuyeron entre sus voceros el mismo día en el que se comunicó el pago parcial de US$430 millones, y al que accedió LA NACION. Entre los puntos para comunicar se destaca el tercer párrafo del texto: “Los miembros del Club de París toman nota del compromiso de la Argentina de alcanzar un acuerdo pleno con el FMI tan pronto como sea posible y definitivamente no más allá de fines de marzo de 2022”. No hay demasiado margen para que Guzmán siga haciendo piruetas con las fechas. Al menos el Club, que comparte accionistas clave con el FMI, lo dejó muy claro.
“Puedo empezar a sarasear”, dijo Guzmán en su debut en el Congreso, en septiembre pasado, cuando expuso el presupuesto para este año. Un acto fallido de un ministro que suele ser cuidadoso con sus palabras. Pero que en definitiva sabe que al final del día es la realidad la que se impone. “Guzmán tomó la opción de pagarle al Club porque ve que la coyuntura se está complicando –evaluó un economista extranjero que está al tanto de las negociaciones internacionales–. La inflación no cede y eso que las tarifas están congeladas y hay muchos precios controlados. Y otro elemento preocupante para la Argentina es la caída de los precios de las commodities, que ya casi perdieron todo lo que habían subido en 2021, lo que puede ser una amenaza tanto para las reservas como para el resultado fiscal en los meses que vienen”, agregó.
Dólar planchado
Está descontado que el Gobierno no buscará un acuerdo con el FMI, que le permita refinanciar los próximos vencimientos con el organismo, antes de las legislativas de noviembre. No es una movida que suma demasiado entre sus votantes. “No creo que para las elecciones hayamos llegado a un acuerdo que permita refinanciarlos -–se sincera una fuente que conoce de cerca el funcionamiento de los organismos multilaterales de crédito–. Se necesita para eso una misión del FMI, después una misión de supervisión, que el acuerdo pase por el Directorio del FMI y finalmente que lo apruebe el congreso argentino. No lo veo”.
Un default con el Club o con el FMI podría no tener demasiado impacto en el mercado oficial –donde el Central es el único oferente de divisas y administrador de los flujos cambiarios–, pero podría despertar a los dólares financieros, tanto el MEP como el “contado con liqui”. Son los dólares que, en definitiva, terminarán por marcar las expectativas de los actores económicos, al igual que los precios de la economía. El BCRA viene haciendo sus deberes para mantener el oficial planchado: de devaluarlo al 2,75% en enero, bajó al 2,3% en febrero y marzo, y luego al 1,2% en abril y mayo. En junio acumula apenas un movimiento del 0,8 por ciento.
La liquidación récord de divisas por parte del campo le dio aire al Gobierno en el primer semestre. Pero no hacen faltan muchos años de experiencia en el mercado cambiario para advertir que siempre el mayor desafío se da en la segunda parte del año, cuando baja el flujo de liquidación de exportaciones y el gasto fiscal se acelera. También en esos meses se espera una mayor volatilidad al son de las encuestas.
Así y todo, en Economía creen que este año la venta de dólares del agro podría extenderse un poco más allá de junio, a de julio y agosto. Y destacan que los precios actuales son todavía muy superiores a los contemplados cuando se armó el Presupuesto 2021. En el equipo económico aspiran a llegar a septiembre –para las primarias, una encuesta que en 2019 probó ser tan relevante como la elección definitiva– con una economía con más color, donde el consumo –ahora con paritarias bastante más relajadas, con un piso de aumento del 40% anual– traccione, y ayude a levantar al sector de servicios, uno de los más afectados todavía por la pandemia. “Hay sectores rezagados –admiten cerca de Guzmán–. Pero para septiembre ya vamos a tener más de 19 millones de vacunados, vamos a tener mejores números de actividad hotelera y turística por las vacaciones de invierno, y mejores servicios en general. Porque hasta ahora lo que vimos es que lo que básicamente impulsó fueron las exportaciones, el campo”, explicaron.
El economista Emmanuel Álvarez Agis se anima a proyecciones casi tanto o más optimistas. Prevé que, si no hay un rebrote del virus, la Argentina podría crecer este año en torno de 8%, un punto por encima de las estimaciones que Guzmán había blanqueado hace apenas meses en un encuentro virtual con fondos de inversión extranjeros, y tres puntos más alto que lo establecido en el Presupuesto 2021. La inflación en los meses de las elecciones seguirá corriendo a un ritmo de entre 2,5% y 3% mensual, dice Álvarez Agis. En Economía se ilusionan con lograr un número más cercano 2% mensual, al menos, así lo repiten entre algunos interlocutores del sector privado. Claro que son los mismos voceros que hasta hace no mucho estaban insistiendo en que el IPC de este año no será mayor al 34/35% (en privado no hablaban del 29%).
Lo que está claro en cualquier escenario, es que la economía argentina probablemente tenga en 2021 su “mejor año” durante la gestión de Fernández. Seguirá siendo una economía mediocre -el mundo financiero ya nos clasificó ayer de “Stand-alone”-, de subsistencia, pero que no implosionará, incluso podrá existir en algunos sectores una renovada sensación de bienestar. El gran desafío vendrá después de noviembre. Para entonces, Fernández no tendrá más alternativa que abordar los problemas que hasta ahora logró postergar.
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