La salud se beneficia de la ayuda internacional
NUEVA YORK.– Los críticos de la ayuda extranjera se equivocan. Una creciente oleada de datos demuestra que las tasas de mortalidad en muchos países pobres caen, y que los programas respaldados por la ayuda extranjera destinados a ofrecer atención sanitaria desempeñaron un papel importante. La ayuda funciona; salva vidas.
Uno de los estudios más recientes, a cargo de Gabriel Demombynes y Sofia Trommlerova, demuestra que la mortalidad infantil de Kenya (muertes antes del año de vida) decayó en los últimos años, y lo atribuye, en gran medida, al uso masivo de mosquiteros para cama destinados a combatir la malaria.
Volvamos el reloj atrás una docena de años. En 2000, Africa luchaba contra tres epidemias importantes. El sida mataba a más de dos millones de personas por año; la malaria estaba en aumento y la tuberculosis también crecía, en parte como resultado de la epidemia del sida y en parte por la aparición de una tuberculosis resistente a la droga. Mientras tanto, cientos de miles de mujeres morían al dar a luz cada año.
Estas crisis interconectadas llevaron a que se tomaran medidas. Los Estados miembros de las Naciones Unidas adoptaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio en septiembre de 2000. Tres de los ocho objetivos –reducciones de las muertes infantiles, muertes maternas y enfermedades epidémicas– se centran directamente en la salud.
En la misma línea, la Organización Mundial de la Salud emitió un llamado importante para que se aumente la asistencia para la salud. Y los líderes africanos, encabezados por el presidente de Nigeria en su momento, Olusegun Obasanjo, asumieron el desafío de combatir las epidemias del continente. Nigeria fue sede de dos cumbres históricas, sobre malaria en 2000 y sobre sida en 2001, que fueron un estímulo crucial para la acción.
En la segunda de estas cumbres, el entonces secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan hizo un llamado a la creación de un fondo global para combatir el sida, la tuberculosis y la malaria. El fondo comenzó a funcionar en 2002. Los países con ingresos elevados acordaron reducir la deuda de los países pobres muy endeudados, permitiéndoles gastar más en atención médica y menos en pagos agobiantes a los acreedores.
Estados Unidos también llevó a cabo medidas, como la adopción de dos programas importantes, uno para combatir el sida y otro para combatir la malaria.
Campañas importantes
En 1995, la ayuda total para la atención médica era de US$ 7900 millones; para 2010, el total se había incrementado otros 10.500 millones, hasta alcanzar 26.900 millones.
El mayor financiamiento permitió que se llevaran a cabo campañas importantes contra el sida, la tuberculosis y la malaria; que se registrara un incremento considerable de los partos seguros, y que se ampliara la cobertura de las vacunas, lo que implicó la erradicación casi total de la polio.
Los éxitos en salud pública hoy se pueden ver en muchos frentes. Cerca de 12 millones de niños menores de cinco años murieron en 1990. En 2010, esta cifra cayó a alrededor de 7,6 millones –un número alto, pero un logro histórico–. Las muertes por malaria en niños africanos disminuyeron de un pico de un millón en 2004 a alrededor de 700.000 en 2010 y, a nivel mundial, las muertes de mujeres embarazadas se redujeron casi a la mitad entre 1990 y 2010, de 543.000 a 287.000.
Otros 10.000 a 15.000 millones de dólares en ayuda anual (es decir, aproximadamente 10 a 15 dólares por persona en el mundo de altos ingresos), que llevarían la ayuda total a alrededor de 40.000 millones de dólares por año, permitirían que se hiciera un progreso aún mayor en los próximos años.
Desafortunadamente, frente a cada medida que se tomó en los últimos 10 años, un coro de escépticos se manifestó en contra de la ayuda. En repetidas ocasiones dijeron que la ayuda no sirve; que los fondos se malgastan; que no se les puede dar mosquiteros de cama a los pobres para combatir la malaria porque no los usan o que no toman los medicamentos contra el sida. Quienes se oponen a la ayuda no sólo se equivocan. Su antagonismo ruidoso sigue amenazando el financiamiento que es tan necesario para que se tomen medidas, para recortar las muertes infantiles y maternas lo suficiente, como para cumplir con los Objetivos del Milenio en 2015 en los países más pobres. Además, habrá que continuar hasta asegurar que todas las personas en todas partes finalmente puedan acceder a servicios médicos básicos.
Una década de progreso significativo en el área de la salud demostró que los escépticos están equivocados. La ayuda destinada a la atención médica sirve –y de manera magnífica– para salvar y mejorar vidas. Sigamos respaldando estos programas que salvan vidas, y que defienden la dignidad y el bienestar de todas las personas del planeta.
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Son los millones de dólares a los que ascendieron los fondos de ayuda médica internacional que llegaron a los países más pobres en 2010.