La salud en Venezuela, en estado terminal
La escasez de dólares merma la importación de insumos como anestésicos y pone en riesgo la vida de los pacientes
CARACAS—Con serios problemas cardíacos, Pedro González fue internado en septiembre en uno de los mejores hospitales públicos de Venezuela, con la esperanza de que una nueva válvula para su corazón le salvara la vida. Rezaba día y noche por someterse a una cirugía exitosa, aferrado a una frazada bordada con una imagen de la Virgen María.
A fines de noviembre, el director de cirugía cardiovascular del Hospital Universitario les envió cartas a los pacientes de la unidad de cardiología diciéndoles que les daban de alta. El motivo: la escasez de insumos para el quirófano. No tenían catéteres, ni una máquina para procesar análisis de sangre, ni válvulas para el corazón.
Una semana más tarde, mientras González daba una emotiva charla para catequistas jóvenes en la iglesia católica cerca de su casa, se desvaneció y murió frente al altar. González, un maquinista de 39 años de una empresa de servicios estatal, dejó a su esposa, Indimar Rivero, y a un hijo de ocho años.
"Si hubiesen encontrado lo que necesitaban, los insumos y la válvula, creo que Dios y los doctores lo habrían salvado", dijo Rivero. "Pero al final, lo mandaron a la casa porque no tenían los insumos".
Administradores del hospital no respondieron a pedidos de comentarios.
La atención médica gratuita y de calidad era un pilar del sistema socialista impulsado por el fallecido presidente Hugo Chávez, un derecho que garantizó en una nueva constitución. Pero dos años después de su muerte y 16 años después de que llegara al poder, lo que el agitador populista llamó una revolución se está desmoronando con rapidez.
La inflación, de casi 70%, es la más alta del mundo, y el Fondo Monetario Internacional estima que la economía se contraerá 7% este año. Las amplias nacionalizaciones y los controles de precios han perjudicado a la industria local y los controles cambiarios han privado al país de los dólares que provee el Estado y se necesitan para pagar las importaciones. El resultado: escasez de todo tipo de productos, desde autopartes a papel higiénico e insumos médicos.
De las innumerables crisis por las que ha atravesado Venezuela, hasta ahora ninguna había demolido la ilusión de un gobierno que puede ocuparse de sus ciudadanos como el colapso del sistema de salud. Entrevistas con más de 100 doctores, pacientes, personal de la industria médica y ex funcionarios del Ministerio de Salud, así como visitas guiadas a hospitales públicos en tres estados, trazan el panorama de un sistema al borde del colapso.
Las carencias afectan tanto a los hospitales públicos como a los privados y están alterando drásticamente el acceso a la atención médica, al punto de incrementar las muertes evitables, según doctores y asociaciones médicas.
Medicamentos desde aspirinas a antibióticos y desde insulina a anestésicos, son escasos. Todo tipo de equipos —máquinas de rayos X, escáneres de ultrasonido y desfibriladores— suelen estar fuera de servicio por la falta de partes para repararlos.
En poco más de dos meses, entre octubre y comienzos de enero, murieron otros 12 pacientes internados en el Hospital Universitario que necesitaban cirugía cardíaca.
"Es un grado de impotencia importante", indicó Marcos Durand, médico que junto a otros colegas aquí describió cómo murieron los pacientes con problemas cardíacos, uno tras otro. "Es vivir la impotencia de las familias. Es mirar a la familia y decir: ‘Se va a morir, no se puede hacer nada’".
Gastón Silva, director de la unidad de cirugía cardiovascular que envió a González y otros pacientes a sus casas en noviembre, afirmó que todos los médicos viven con remordimientos. "Pacientes que iban a un hospital a buscar la vida en lugar de eso encontraban la muerte", sostuvo.
La ministra de Salud Nancy Pérez no respondió a múltiples pedidos de comentarios. Tampoco devolvieron las llamadas o los emails las oficinas de ese ministerio que se encargan de oncología, administración de hospitales públicos, salud pública en vecindarios de bajos recursos y datos sobre salud.
Aunque los pobres se llevan la peor parte de la crisis, los recortes se registran en todos los grupos etarios y de ingresos. En el Hospital de Niños J.M. de los Ríos en Caracas, hace poco colocaron bebés en escritorios de oficina por falta de espacio. Del otro lado de la ciudad, en el viejo hospital de Coche, los pacientes con heridas de accidentes y tiroteos fueron colocados en hileras de camas en un pabellón. Algunos dijeron que habían esperado semanas y meses por operaciones para reparar huesos rotos. Ninguno de los hospitales respondió a pedidos de comentarios.
De las 45.000 camas en los hospitales públicos de Venezuela, sólo 16.300 están en condiciones de servicio. Los hospitales privados, con otras 8.000 camas, han ayudado a las desbordadas instalaciones públicas, pero también tienen problemas. La asociación que representa a los hospitales privados afirma que las cirugías electivas en centros privados —desde operaciones de rodilla a cinturones gástricos y otros procedimientos que no ponen en riesgo la vida— bajaron 90%.
Venezuela necesita alrededor de US$1.000 millones al año en importaciones de equipos hospitalarios, indicó la Asociación Venezolana de Distribuidores de Equipos Médicos. Pero en 2014, el gobierno, con poco efectivo, entregó menos de US$200 millones.
La Federación Farmacéutica Venezolana, que representa al sector, estima que hasta 70% de todos los medicamentos son es-casos o no se consiguen.
Médicos y administradores de hospitales públicos afirman que las operaciones con riesgo vital —por ejemplo, desbloquear una aorta— se han reducido notablemente.
En el Hospital Universitario, un símbolo del sistema de salud desde que fue inaugurado en 1956, hace una década los médicos realizaban hasta 40 cirugías a corazón abierto mensuales. El año pasado, ese promedio había caído a cerca de siete por mes.
"¿Cómo podemos tratar a un paciente cuando no podemos operar, ni darles una droga para el dolor?", preguntó Iván Macha-do, un veterano cardiólogo del hospital.
Carmen Quiñones, de 51 años, fue una de las víctimas de la grave situación del hospital. A principios de diciembre, doctores de una clínica privada le encontraron un aneurisma de aorta abdominal, una dilatación de la principal arteria que suministra sangre al organismo y que puede provocar una hemorragia.
Fue llevada a la sala de emergencia del Hospital Universitario y le dijeron que necesitaba una prótesis aórtica para reparar la ruptura. El hospital, que no contaba con los recursos, le informó a la familia que ellos debían conseguir los suministros necesarios, incluida la prótesis. Al día siguiente, encontraron una, donada por un doctor de un hospital privado que conocía a la familia. La prótesis fue implantada con éxito, pero durante la cirugía los médicos descubrieron otro aneurisma que requería una segunda operación y una prótesis adicional. La familia no logró encontrar otra.
"Yo la abro, pero ¿qué le voy a colocar?", le dijo Durand a Jhon Jairo Pérez, el hijo de 24 años de Quiñones.
Sin la cirugía que necesitaba, su salud comenzó a empeorar y para el 26 de diciembre hablaba con murmullos y sufría pérdidas de conciencia. La sangre se derramaba de la debilitada arteria a sus pulmones, según dos doctores que la atendieron, pero el hospital no tenía más sangre para sustituir lo que estaba perdiendo. "Murió desangrada", dice Durand. "No tenemos una prótesis. No tenemos sangre. La verdad es que en ese momento era muy difícil ayudarla".
La situación resalta un drástico contraste con la era dorada, entre los años 50 y los 70, cuando Venezuela era el país más rico de América Latina. Inmigrantes de Europa llegaban y el Estado construía instalaciones médicas modelo. Todo comenzó a empeorar durante un prolongado período de bajos precios del petróleo, una mala gestión del gobierno y una crisis de deuda en los años 80.
Unos años después de su llegada al poder en 1999, Chávez firmó un acuerdo con Cuba para importar miles de doctores cubanos a cambio de petróleo. Los médicos recorrían los barrios empobrecidos, ofreciendo consultas y atención básica. El programa Barrio Adentro es popular y ayudó al mandatario a sobrevivir un referéndum revocatorio en 2004.
Pese a un auge petrolero sin precedentes, un mal manejo fiscal lentamente llevó al sistema de salud pública a quedarse sin fondos. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2012, el último año con datos disponibles, la participación del gasto estatal de Venezuela en salud, de 6%, y su gasto en salud como porcentaje del Producto Bruto Interno, de 2%, eran más bajos que los de las principales economías de la región.
En los últimos meses, los funcionarios han evitado hablar sobre el sistema de salud. En lugar de ello, algunos han atacado a doctores y los directores de las asociaciones médicas que han criticado el sistema, calificándolos de traidores y capitalistas codiciosos que no se preocupan realmente por los enfermos. En septiembre último, Maduro, su ministro del Interior y autoridades del estado Aragua —todos del partido gobernante— incluso tildaron a algunos doctores de conspiradores.
En momentos en que tantas vidas penden de un hilo, ni siquiera los burócratas pueden desviar la atención del público de pacientes como Armando Delgado. El mecánico de 53 años tenía un tumor en su cuello que fue reducido con quimioterapia hace un año. Su oncólogo recomendó radioterapia para eliminar el cáncer.
Delgado, sin embargo, ha esperado casi 11 meses. La única máquina de radioterapia cerca de su casa en San Cristóbal, en el poniente de Venezuela, quedaba frecuentemente fuera de servicio debido a su uso excesivo.
"Seguramente no vamos a poder curarlo", dijo Stella Rivas, su oncóloga, después de una reciente visita de Delgado. "Tuvo una muy buena respuesta a la quimioterapia pero eso ya pasó. Él ahora está en recaída. La intención de la radioterapia en estos momentos es paliativa, mas no curativa".
"Pues estoy asustado, te cuento", reconoció Delgado intentando contener las lágrimas.
Algunas personas, desesperadas por conseguir medicamentos, han hecho lo imposible para obtenerlos. Gisela Duarte, una empleada estatal jubilada de 51 años que padece diabetes, un problema cardíaco, hipertensión y alta presión, dice que pasa la mayor parte del día llamando a farmacias de todo el país. Hace poco encontró una que tenía insulina, pero quedaba a cinco horas en autobús, en la ciudad de Coro. "Yo les dije: ‘yo llego’, y así fue, llegué al mediodía. Después regresé a casa. Eso fue plata", explica Duarte, que pidió que le guardaran el medicamento. No obstante, su batalla para conseguir remedios continúa. "El problema es que si no tomo la medicina hay males que vienen y voy a empeorar".
Otros acuden a las redes sociales y a personalidades como Marianella Salazar, una columnista y presentadora radial con cerca de 500.000 seguidores, quien suele distribuir tuits pidiendo ayuda.
Belén Fagúndez, una maestra de 40 años de Caracas que fue diagnosticada con cáncer de mama, no logró hallar ciclofosfamida, una medicina para quimioterapia que sus doctores planeaban usar. Tuits y entradas en Facebook, algunos escritos por personas que apenas conocía, motivaron a extraños a enviar los medicamentos que necesitaba de Colombia.
"A mí me salvan las redes sociales", afirma Fagúndez.
Arturo Caivet, de 65 años, es otro paciente de la sala cardiovascular que fue dado de alta por falta de suministros. Su corazón, que tenía una calcificación en la aorta, latía más lento y su cuerpo estaba dejando de funcionar.
Su única esperanza era recorrer farmacias y empresas de equipos médicos para comprar una docena de productos necesarios para la operación, entre ellos una válvula cardíaca. Gastó la mitad de todos sus ahorros. A principios de febrero, doctores del Hospital Universitario lo operaron con éxito.
"Hubo mucha suerte", dijo Caivet una semana después. "Es como subir a tomar aire. Uno dice: ‘vida, vida’".
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