La salud en la Argentina, en crisis: advierten sobre el aumento de la desigualdad
Dos expertos del sector de diferentes ámbitos, que visitaron el país recientemente, alertan sobre la inequidad en el acceso a los servicios sanitarios, piden que los gobiernos gasten mejor los recursos del área y dan su visión sobre el sistema de copagos
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La crisis económica argentina agrava una situación que, con distintos grados de profundidad, afecta a todo el mundo: con una población más longeva, incorporación incesante de nuevas tecnologías médicas y ciertas enfermedades en aumento, el financiamiento de los sistemas de salud es cada vez más costoso. Dos expertos internacionales, Jarbas Barbosa da Silva Jr., director de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y Rolf Hoenger, director para América latina de Roche Pharma, dan su visión ante la consulta de La Nación.
Jarbas Barbosa da Silva Jr., director de la OPS
“En América latina y el Caribe se ve una segmentación del acceso de la población a la salud, generalmente por factores socioeconómicos”, dice este doctor en Medicina y exfuncionario brasileño. En otras palabras, los pobres están quedando fuera del sistema.
¿Se corre el riesgo hoy de que el hospital público quede solo para los pobres?
–Hay sistemas muy distintos en la región. En muchos países son sistemas públicos, que tienen una cobertura de 60, 70 por ciento de la población; en otros, de 30, 40 por ciento; en otros hay combinaciones del sector público con el de la seguridad social y el sector privado. No estamos hablando de hospitales o de centros estatales, sino de gasto público y en cada país se hace de una manera distinta. En algunos, el Estado tiene la posibilidad de contratar hospitales privados. Consideramos gasto público a aquel que hace el Estado para asegurar el acceso universal a la salud. Es decir, independientemente de las condiciones de aseguramiento de la persona, que pueda acceder a los servicios de salud.
–¿Hay algún país modelo en este sentido?
–No nos gusta hablar de modelos. Cada país tiene sus leyes, su propia cultura. Los hay con Estados centrales, otros federales; así que no hay un modelo. Lo que planteamos es que estudios importantes de economistas en salud, basados en la experiencia de los países europeos que aseguran salud universal, como Reino Unido o Francia, señalan que cuando el gasto público para la salud está al menos en alrededor del 6% del PBI se tienen las condiciones financieras para garantizar salud universal. Y, de este 6%, el 30% se destina a la atención primaria de la salud, que es la que está más cerca de la comunidad, y a asegurar el acceso de las personas.
–Además del acceso a los servicios está el acceso a los medicamentos. En la Argentina, en los casos de alto costo, muchas veces se recurre a la Justicia. ¿Pasa en el resto de la región?
–El acceso a la salud universal comprende el acceso a los medicamentos porque en la región es grande la cantidad de personas que necesitan pagar de su bolsillo por los medicamentos. Para los más pobres, es parte importante del gasto de una familia, principalmente si es por una enfermedad crónica como diabetes o cáncer. Tenemos que garantizar el acceso a los medicamentos. El mecanismo de cómo hacerlo es una decisión de cada Estado. La judicialización es un fenómeno creciente y puede ser un problema porque genera más inequidad en el acceso a la salud.Tenemos que mejorar los mecanismos de evaluación e incorporación de tecnología para que se sumen los medicamentos que traigan más beneficios a los pacientes y, al mismo tiempo, que tengan un costo aceptable para los sistemas de salud. Muchas veces los jueces no tienen la información necesaria; garantizan derechos pero hay otras decisiones que tomar. Los ministerios de Salud tienen que fortalecer la capacidad de brindar información a los jueces, por una parte y, por otra, tener en los procesos de incorporación de medicamentos una evaluación de costo, efectividad y sustentabilidad en los presupuestos de salud.
–¿Ir hacia un régimen de copagos es inevitable?
–Son tendencias y hay modelos distintos. Hay países que conviven con el copago, como en Europa, pero cuando hablamos de América latina es distinto. Hablar de copago en sociedades que tienen casi empleo pleno, en las que la economía es formal, es una cosa; comparar con América latina, donde el 50% de la economía es informal, es completamente otra. Es una decisión de cada país que nosotros respetamos, pero no recomendamos. Hoy no hay en la región un movimiento hacia el copago. Tenemos en Estados Unidos y en estados de Canadá, pero también ahí es otra realidad. Hay otros mecanismos que se pueden utilizar para tener una demanda mejor organizada, por ejemplo, fortalecer la atención primaria, fortalecer los mecanismos de triaje y utilizar la transformación digital sin imponer un costo adicional a las personas. Se puede organizar mejor la demanda y evitar que casos que no son graves ocupen mucho tiempo de los servicios sanitarios.
Rolf Hoenger, director para América latina de Roche Pharma
El ejecutivo del laboratorio de origen suizo trabajó en distintos países de la región y conoce las peculiaridades de esta parte del mundo. De la Argentina dice que el problema no es tanto el nivel del gasto en salud, sino la desigualdad de su reparto.
¿Existe el sistema de salud ideal, uno que la Argentina pudiera usar de modelo?
–No creo que exista. Todos los países ya tienen una historia y hay que pensar un sistema que se adapte a lo que ya tienen construido por tanto tiempo. El problema argentino para mí es de equidad. La Argentina invierte más o menos 10.8 puntos del PBI en salud, eso significaría que el presupuesto está bien. Pero el problema es la distribución, la inequidad. Para simplificar, un tercio del dinero está en el sector público, un tercio en las obras sociales y un tercio en el sector privado, pero la población que se atiende no está dividida en tres tercios. Ese es el mayor desafío para el sistema argentino y también para otros países. El sistema unificado, como el de Brasil, tiene ciertas ventajas porque da una cobertura transversal pero también hay un sistema privado muy fuerte. Y después hay países pequeños como Uruguay o Costa Rica, en los cuales un sistema único es más fácil de organizar, pero todos desarrollaron un mercado privado en paralelo. Entonces, es difícil decir cuál es el ideal.
–¿Gastar mal y repartir mal son lo mismo?
–Creo que son dos cosas diferentes. La equidad obviamente no está. Claramente la salud pública debería tener mayor financiamiento, pero otra cosa es cómo hacemos más eficientes los sistemas de salud. Los desafíos que tienen los sistemas de salud en América latina en este momento es, en primer lugar, asegurar que el dinero se usa bien. Si yo me siento con el ministro de Finanzas para pedir más dinero para la salud tengo que demostrar que el dinero está bien invertido, que se usa bien y se consiguen los resultados que se necesitan, y demostrar que la salud es una inversión y no un gasto.
–El ministro de Economía siempre va a decir “no”
–Pero hoy existen datos, estudios, que demuestran el valor de la salud en el crecimiento del PBI. Esto es un círculo virtuoso porque uno puede lograr una población más sana, que genera menos gastos y trabaja mejor, que tiene más productividad. Nuestro lema es: el doble de innovación es la mitad del costo para la sociedad, no mitad de precio. Por ejemplo, hemofilia. Es un niño que sangra y que en casos severos no va a la escuela; eso significa que muchas veces la mamá se queda en la casa y no puede ir a trabajar porque tiene que cuidarlo. Se pierde dos veces: un niño que podría ir a la escuela y una persona que podría trabajar. A su vez, el paciente genera gastos en el sistema de salud. Si se consigue a través de un medicamento que el sangrado se acerque a cero, el niño va a la escuela y la mamá puede insertarse en el mercado laboral, y el niño va al sistema de salud por control, no al hospital. Por eso es tan importante invertir en salud: el beneficio en términos económicos, no solo es para la persona, sino para toda la sociedad.
–¿Los sistemas de salud están mejor o peor después de la pandemia?
–Cambiaron menos de lo que queríamos. Lamentablemente lo que ha pasado es que durante la pandemia la salud era nuestra preocupación número uno y ahora creo que, en la Argentina, en las últimas encuestas, la salud está en el décimo lugar. Esto significa que no estamos teniendo las discusiones que deberíamos tener. Yo creo que una cosa es clave: la sociedad en América Latina cada vez se pone más vieja, tiene más enfermedades no transmisibles, diabetes, problemas cardiovasculares, cánceres. El sistema de salud tendría que empezar a pensar hoy qué hacemos para atender esa demanda que va a crecer: ¿tenemos los recursos, los médicos, las enfermeras, tenemos la infraestructura? No solo para tratar a esos pacientes, sino también para prevenir y, si se puede, detectar precozmente.