La Repregunta. Guillermo Mondino: “Biden es distribucionista mientras que el peronismo concentra el ingreso”
Sin coincidir con Alberto Fernández, que llamó al presidente norteamericano “Juan Domingo Biden”, el economista señala que las cifras de pobreza desmienten la vocación distributiva del peronismo y alerta sobre la relación entre desequilibrio fiscal e inflación
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“En Estados Unidos se debate si era necesario el programa fiscal de Biden”, comenta. “Biden tiene una agenda mucho más distribucionista”, define. “El peronismo concentró el ingreso”, sostiene. “El perfil populista no lleva necesariamente a una mejor distribución del ingreso”, afirma.
Desde Estados Unidos, el economista Guillermo Mondino estuvo en La Repregunta. ¿Se puede pensar el aumento de gasto en la Argentina a partir de la política de Biden o del déficit en Europa? Los elogios del presidente Alberto Fernández, con la referencia a “Juan Domingo Biden”, y de Cristina Fernández al plan fiscal de presidente de EEUU, ¿tienen sentido?
Mondino, doctor en Economía por la Universidad de Yale, es profesor en la Universidad de Columbia en EEUU y consultor de instituciones del mundo financiero. Fue jefe investigación de mercados emergentes y América Latina en Barclays Capital, entre otras organizaciones, y secretario de Finanzas en la segunda gestión de Domingo Cavallo.
-Hay una discusión en torno a qué alcance pueden tener las políticas expansivas que llega ahora de la mano de las políticas expansivas del presidente Joe Biden en Estados Unidos para palear la crisis de la pandemia y también, a partir de los debates que disparó su discurso del estado de la Unión en el Congreso. En la Argentina generó repercusiones, por ejemplo en un hilo de tuits de la vicepresidenta Cristina Fernández, que lo elogió. ¿Cuál es el análisis que se hace en EEUU de esas políticas de Biden?
-Las políticas hay que analizarlas en un contexto. No son ni buenas ni malas per se sino que hay que verlas y juzgarlas en el contexto que se llevaron adelante. La política de Biden es una política muy expansiva en lo fiscal, con un programa que ya se aprobó por un 1.9 billones argentinos de dólares, una friolera de dinero que el gobierno aprobó para gasto. Ésta política tenía como objetivo ayudar a la recuperación de la economía. Sin embargo, a juicio de muchos economistas, llega medio a destiempo, un poquito tarde. En 2020, durante la administración Trump allá por abril y mayo, se implementó una política relativamente similar, de magnitud parecida, que tenía por objetivo combatir lo que en ese momento era la caída libre de la economía en medio del cierre por la epidemia. Esa política tuvo apoyo bastante generalizado en el Congreso. Hubo muy pocos economistas muy críticos de esa política. Sí hubo debates sobre algunas de las líneas muy específicas: si se debería haber perfeccionado la mecánica de financiación a las empresas o si se debería haber sustituido el suplemento que se daba para el seguro de desempleo por un cheque mas grande, a la gente se le enviaba un cheque de 2 mil dólares en ese momento.
-Es decir en 2020, esa política expansiva decidida por un gobierno republicano consiguió un consenso transversal porque tenía sentido y porque llegaba en el momento oportuno para paliar la crisis. Pero ahora es distinto.
-Exactamente. Era una política muy oportuna no sólo en términos temporales sino también en términos del estado de la economía. Luego viene una segunda dosis de la misma política de Trump, allá por diciembre de 2020, que fue más una especie de regalo de despedida de Trump. Se hace para paliar algunos temas pequeños pero que se presenta en un envoltorio más populista con eso de volver a enviarle dinero a la gente pero ya sin tanta necesidad específica de una política como esa. El timing de esa política en diciembre es un poquito desafortunado: fue hacia el final de la administración Trump. Era más sensato esperar al comienzo de la administración de Biden para poder hacer un paquete más perfeccionado y con las preferencias que iba a tener la nueva administración. Y sobre todo, que la economía ya no necesitaba tanto apoyo. Luego llega, al comienzo de febrero, el paquete más importante de Biden cuando ya la economía americana venía recuperándose muy aceleradamente y ya no era necesario darle un apoyo a la demanda agregada, la transferencia de dinero a la gente.
-Dice que venía acelerándose la recuperación de la economía, ¿en término de qué indicadores? ¿Empleo, consumo, PBI?
-Los que quieras. El empleo venía creciendo en forma explosiva, muy aceleradamente; el consumo viene creciendo a tasas de 2 dígitos; el PBI también venía creciendo a tasas de dos dígitos. La normalización de las actividades era evidente. Ya había comenzado el proceso de recuperación de la economía. Siempre hay que tener en cuenta esto: vos votás una de estas leyes en febrero pero el impacto de esas normas se da a través del tiempo, gradualmente, entonces esto iba a empezar a tener impacto cuando la vacuna fuera efectiva y la segunda ola fuera a quedar atrás, cuando la gente ya se estaba movilizando. Te doy un pequeño ejemplo de porqué el timing de estas cosas es complicado. En el primer paquete de Trump de 2020 y en el segundo de diciembre, la evidencia muestra que aproximadamente un 35% de las familias que recibió el apoyo financiero gastó ese dinero. El otro 65% lo ahorró o lo utilizó para pagar deudas. Pero no fue a generar demanda. Entonces gran parte se volcó a los mercado financieros y eso hizo que la Bolsa y los mercados subiera mucho porque se volcaba mucho dinero que estaba poniendo el estado para apoyar a la economía en cuentas de ahorro que luego iban a financiamiento. Eso ya en el paquete de Trump que no era tan controversial en términos de su magnitud.
-Es decir que el paquete de Trump podría haber sido, a los ojos del presidente Fernández y de Cristina Fernández, tan expansivo como el de Biden. Pero además el paquete de Trump tenía más consensos y generó resultados positivos pero el de Biden está generando problemas.
-El de Biden está comenzando a generar problemas. En 2020, sólo el 35% de las personas que recibió ayuda del estado lo gastó en consumo; ahora un porcentaje mucho más chico está gastando el apoyo financiero que transfirió Biden. La gente se está guardando ese dinero de alguna forma.
-¿Cuál es el problema de que la gente se guarde el dinero y no lo gaste? Claramente, que la economía no entra el ciclo virtuoso de la recuperación. ¿Pero podría ser también que ese ahorro esté generando la inflación que empezó a tener Estados Unidos del 4.2% en abril respecto al año pasado?
-No es tanto que ese ahorro te genere inflación sino que todos presumimos que ese ahorro está allí como demanda potencial, demanda de gasto que viene en los próximos meses. La percepción que hay es que la gente no se va a sentar sobre ese dinero de forma permanente. No es su plan de retiro. No ahorró para una casa en cinco años. Ese dinero está allí para ser gastado en los próximos meses en bienes de consumo durable, en viajes, en otro tipo de actividades.
La distribución del ingreso en la Argentina difícilmente ha mejorado a pesar de que hemos tenido gobiernos peronistas en forma dominante desde el retorno de la democracia. La pobreza en los niveles extraordinariamente altos a lo largo de todas estas décadas no es un reflejo de una política que sea distribucionista, al contrario.
-¿La inflación es una respuesta a esa expectativa?
-Claro. Lo que ocurre es que ya se venía recuperando la economía. La gente ya estaba gastando más. Recibe esta dinero. Lo ahorra para gastos futuros que probablemente no estén desplazados tanto tiempo sino que se van a gastar en el curso de 2021 y 2022 y entonces, se está generando un patrón de gasto cuando ya la economía venía volando, funcionando a toda marcha. Esa es la dimensión despierta cierto debate: si era necesario el programa fiscal. Si uno descompone el programa fiscal del presidente Biden, encuentra algunas cosas indiscutibles. Por ejemplo, hay un apoyo financiero importante para la compra de vacunas y para toda la administración del sistema de salud para la campaña de vacunación tan impresionante que se hace en Estados Unidos.
EE.UU. vs la Argentina ¿En qué conviene gastar?
-Claro, en el medio de la pandemia es incuestionable. ¿Cómo es el plan de infraestructura que también apuesta a una inversión monumental para generar empleo?
-La diferencia del plan de infraestructura y el primer plan de Biden es que el primer plan se hizo con la presunción de que iba a sostener la demanda de la economía, el nivel de actividad, al permitirle a la gente gastar dinero. En cambio, el plan de infraestructura se distribuye mucho más en el tiempo, es un plan a 8 años; no es un plan que hace todo en 2021 o 2022, como el primero. Y en segundo lugar, es un plan más dirigido a sostener la oferta de la economía, es decir está dirigido a generar oportunidad para inversión en infraestructura muy ampliamente definida: no es solamente construir puentes, caminos y aeropuertos sino también es conectividad de internet, generar un salto de calidad en la conectividad de internet; tiene un componente ambiental muy importante.
-A ver si entiendo: ¿lo interesante de ese plan es que intenta mejorar la infraestructura de la economía para producir con mayor eficiencia para que sea más competitiva y no tanto dinero directo al bolsillo de la gente, que tiene muchos efectos colaterales indeseados?
-Exactamente. Además es más gradual en el tiempo porque se da en 8 años y más acotado en magnitud en términos de cómo se va distribuyendo ese gasto. Por lo tanto la mayor parte de los economistas opina que lo que se debió haber hecho es al revés: el plan de infraestructura era el plan en el cual el presidente Biden debió haber utilizado su capital político en marzo. Ése era el plan que más genuinamente necesitaba la economía porque iba a resolver todos los cuellos de botella que hoy están generando el recalentamiento de la economía y que producen el salto de los precios que estamos observando. Al mismo tiempo es el plan que le hubiera permitido a la economía a su vez sostenerse. Pero ahora ese plan ya no viene primero, es el segundo plan, sometido a mucha discusión política porque ya el gobierno utilizó sus cartuchos para hacerlo pasar por el Congreso. Y sobre todo, ese plan va a llegar cuando la economía ya esta volando, recalentada. Por más que pueda apoyar el lado de la oferta, un puente tarda años en estar operativo sin embargo el gasto en cemento, en mano de obra, en hierro tiene un impacto hoy. La oferta responde pero a lo largo del tiempo, dentro de varios años, pero la demanda responde hoy y la economía hoy no necesita más demanda. Esa es la critica principal que se le hace al timing de ese programa.
Balancear un estado que gasta mucho
-Hace unas semanas salió una columna muy interesante en el Wall Street Journal de un economista argentino que maneja inversiones en Estados Unidos, Christian Broda, y de Stanley Druckenmiller. El título era “La FED está jugando con fuego”. Y señalaban, entre otras cuestiones, un problema político que supone este plan expansivo del presidente Biden, que planea cuál es la política de la Reserva Federal (FED) y de los Bancos Centrales cuando la política toma decisiones de gasto público pensando en generar consensos políticos pero no tanto en la salud macroeconómica. ¿Comparte esa preocupación?
-Sí, comparto mucho la preocupación que tienen Christian Broda y Stan Druckenmiller. La combinación de la política fiscal y monetaria en este momento es extraordinariamente expansiva. Desde fines de los años 60 que no vemos una combinación tan expansiva de la política macro para la economía. El punto central del problema de la política monetaria que lleva adelante el Banco Central noerteamericano es que antes miraba cuál era la tasa de inflación y reaccionaba. Si la tasa de inflación es un poquito alta, subía las tasas de interés. Si la tasa de inflación era un poquito baja, bajaba las tasas de interés.
-¿Por qué funciona así ese balance entre la tasa de inflación y la tasa de interés?
-El FED tiene un objetivo de inflación de aproximadamente el 2 %. Cuando la inflación estaba por arriba del 2% o acercándose al 2% con la expectativa de superarlo, el FED normalmente subía las tasas de interés.
-¿La idea es atraer dinero para sacarlo de la economía y ponerlo en inversiones que paguen una tasa de interés interesante?
-Exacto, en parte. La idea es que se sube la tasa de interés, con eso se hace más caro el dinero para las empresas, se hace más caro el financiamiento para la inversión, más caro el financiamiento para los consumidores; sacás dinero de la economía y por lo tanto, te vas a enfriar un poquito una economía que está empezando a mostrar síntomas de recalentamiento a través de una tasa de inflación que comienza a ser más elevada que el 2%. Y si la tasa de inflación estaba abajo del 2% o declinando de forma tal de sugerir que ibas a ir por debajo del 2%, el FED normalmente cortaba las tasas de interés. Este es normalmente el sistema operativo de la mayor parte de los Bancos Centrales del mundo. La diferencia está en que unos usan 2%, otros 3%, otros un poquito del 2%. Pero en 2020 el FED cambió su criterio. El temor en 2020 y la evidencia de lo ocurrido en los años anteriores era que no habían conseguido llevar la tasa de inflación al 2% en forma sostenida. La inflación siempre estaba por debajo del 2%, en promedio, para los indicadores que usa el FED. La economía americana venía arrastrando una tasa de inflación de un 1,5 o 1,6% en los últimos 5, 8 , 10 años. El FED estaba muy preocupado porque estaba entrando en una trampa de baja inflación, que es peligroso para la economía. Entonces se planteó que era necesario llevar la tasa de inflación a un poquito más del 2% para compensar los años en que había tenido inflación más baja del 2%. Modificó su marco conceptual y ahora ya no apunta a que la inflación esté en el 2% sino que esté en ese límite en promedio, a lo largo de los años. Si hubo un período en que la inflación estuvo por debajo, en el futuro hay que estar por arriba del 2%. A eso apunta el FED a partir de 2020. Eso significa que ahora el FED no sube la tasa de interés hasta que la tasa de inflación no esté suficientemente por arriba del 2%, para compensar los años previos de baja inflación. Entonces el FED se toma más tiempo de lo que históricamente ha sido.
-¿Lo preocupante es que por un lado, la política expansiva de Biden reacciona de manera muy contraproducente en algunos indicadores y por otro lado, la FED se toma un tiempo para no intervenir?
-Exactamente. La separación entre el FED y la política fiscal, los dos componentes muy expansivos, confluyen en que ahora tenemos una política fiscal muy expansiva generando más demanda y del otro lado, una política monetaria muy acomodaticia que hará que esa demanda corra sin haber subido la tasa de interés. Eso puede desestabilizar las expectativas y si eso pasa, se puede generar un aumento de la inflación más alto que luego tendrás que combatir con tasas mucho más altas.
Biden y el peronismo
-Me interesan cuestiones conceptuales, históricas y comparativas. Por un lado, Biden en su discurso del Estado de la Unión habló del poder de los sindicatos y de las clases medias y de la necesidad de reconocer la importancia de esos sectores para promover el empleo y mover la economía y cuestionó a Wall Street y al goteo, al derrame que ya no funciona para garantizar políticas de desarrollo económico sustentables y equitativas. Por el otro lado, el presidente Alberto Fernández que lee lo que sucede en Europa como un lugar en donde la ortodoxia fiscal ya no es un tema. Sus palabras en una entrevista fueron: “El equilibrio fiscal salió de los manuales de la ortodoxia económica… Fíjese lo que pasa en Europa con la regla durísima de que nadie podía tener mas de un punto de déficit fiscal y hoy en día todo Europa tiene un déficit fiscal alucinante”. ¿Cuán acertado es el diagnóstico sobre Europa y la ortodoxia fiscal y el déficit y qué pasa en EEUU que un presidente dentro de una macro capitalista le dice a Wall Street la teoría del derrame no funciona más? ¿Cuál es la discusión económica en torno a esta cuestión de funcionamiento del déficit, la política fiscal y cómo se mueve realmente la economía?
-Hay dos componentes separados. La administración Biden es una administración que asume con una agenda mucho más distribucionista que la mayor parte de las administraciones americanas de los últimos años, de las ultimas décadas.
-¿Biden es más peronista en ese sentido? Es la lectura desde acá.
-El peronismo concentró el ingreso así que me cuesta hablar de que es más peronista.
-¿En qué sentido concentra el ingreso el peronismo?
-En que la distribución del ingreso en Argentina difícilmente ha mejorado a pesar de que hemos tenido gobiernos peronistas en forma dominante desde el retorno de la democracia. La pobreza en los niveles extraordinariamente altos a lo largo de todas estas décadas no es un reflejo de una política que sea distribucionista, al contrario. El perfil populista no es necesariamente un perfil que lleva a una mejor distribución del ingreso. Es simplemente tirar unas migajas para lograr ciertos objetivos que muchas veces resultan en ulteriores deterioros de la distribución. Pero no me quiero meter en esa parte del debate argentino. Mi preocupación, la que vos estás planteando, es que en Argentina se lea en forma equivocada lo que está en discusión en el resto del mundo.
La administración Biden viene con una agenda de derechos civiles más parecida a la agenda de los años 60, a la agenda que inició John Kennedy y luego continuó y llevó a su apogeo el presidente Johnson. Parte de esa agenda de derechos civiles es darle poder económico, capacidad económica a esa gente.
-Justamente ese es el punto. ¿Cómo leer la política distribucionista de Biden que no sea en clave peronista y sesgada?
-En Estados Unidos lo que hay es una confluencia de dos o tres vertientes al mismo tempo. Hay una tendencia de largo plazo, que lleva 40 años de deterioro de la distribución del ingreso. Eso está asociado a un conjunto de muchos factores que contribuyeron, que son la distribución de las habilidades de la gente, hay gente que ha quedado fuera del mercado laboral moderno; hay problemas que el comercio internacional y la globalización ha generado un desplazamiento de determinadas personas que se tienen que reinsertar en el mercado laboral en condiciones menos ventajosas; o factores que han dificultado el crecimiento de salarios en determinados sectores, particularmente los sectores muy asociados a los sindicatos que han quedado… Vale la pena recordar que en Estados Unidos la participación sindical ha decaído enormemente a lo largo de estos años por la declinación de muchas industrias que estaban muy sindicalizadas. Eso ha generado toda una larga tendencia que la administración Biden va a intentar corregir, modificar algunos de esos aspectos de la distribución del ingreso, o al menos declama que ése es un objetivo de su política. El otro tema importante de la administración Biden es el de los derechos civiles. EEUU ha estado marcado en los últimos 15 o 20 años pero particularmente durante la administración Trump por una conflictividad social alrededor de los derechos de las minorías que ha generado muchos problemas con determinados grupos étnicos, determinadas minorías religiosas. La administración Biden viene con una agenda de derechos civiles más parecida a la agenda de los años 60, a la agenda que inició John Kennedy y luego continuó y llevó a su apogeo el presidente Johnson. Parte de esa agenda de derechos civiles es darle poder económico, capacidad económica a esa gente. Muchas de estas minorías que se perciben como desaventajadas en el pasado, parte de esa desventaja es en los ingresos. La administración Biden apunta a resolver esos dos temas con temas regulatorios, con políticas fiscales y de apoyo. Dentro de la política que Biden está empujando, hablando del discurso del presidente Biden, uno de los principales temas fue su política de apoyo a las familias en el que habla de universalizar la asistencia financiera de los niños en nivel preescolar. Lo interesante de esta agenda es que la agenda que impulsa James Heckman, el premio Nobel de la economía desde hace 20 años, profesor de la Universidad de Chicago, y que es un libremercadista, por llamarlo de alguna forma.
-Heckman siempre habló del desarrollo de habilidades socio emocionales desde el jardín de infantes como una etapa clave para formar recursos humanos del futuro.
-Pre jardín. La idea es apoyar desde el pre jardín. La universalización de la escolarización a edades más tempranas, el apoyo para que puedan permanecer en la escuela, para que puedan operar dentro del sistema educativo, el apoyo de los estudiantes cuando se gradúan del colegio secundario y no van a ir a la universidad para que puedan continuar con estudios en lo que acá se llama community college.
Nosotros le decimos a los acreedores ‘no te voy a pagar, no te puedo pagar’ y al mismo tiempo, nos damos vuelta y decimos ‘no quiero cumplir con la disciplina fiscal’. Si no voy a cumplir con la disciplina fiscal y no me van a prestar porque no estoy pagando, cómo voy a financiar esa indisciplina fiscal, de dónde va a salir el dinero, y eso es la inflación lamentablemente
-Claro, eso es mucho mas interesante que la transferencia directa de dinero al bolsillo de la gente, mucho más cortoplacista y con muchos más efectos colaterales negativos.
-Esta política es abrazada por los dos espectros ideológicos detrás de la economía.
Europa y la Argentina frente al déficit
-Queda la respuesta pendiente sobre la mirada del presidente Fernández sobre las políticas fiscales ortodoxas y Europa. ¿Cuánto hay de cierto en esa lectura?
-Muy poco lamentablemente. Efectivamente hoy no se presta mucha atención a la cuestión del déficit porque todavía están superando la pandemia pero la idea es que el déficit fiscal es un ancla crítica del sistema económico europeo, monetario europeo, a la cual tienen que planear volver en los próximos años. Los que más se han desviado de esto, que tienen mayor debilidad fiscal, van a tener que hacer un esfuerzo adicional para reconstruir la estabilidad fiscal en la medida en que la pandemia se supere.
-El déficit cero sigue siendo un objetivo aunque la coyuntura los haya hecho correrse.
-Nunca fue cero. Era 3% el déficit pero efectivamente el objetivo es volver a esos niveles con los años en la medida en los efectos de la pandemia hayan sido superados. Lo que sí es cierto es que hoy por hoy países que hicieron muy buena letra en términos fiscales y de manejo de deuda durante muchos años, tienen acceso a los mercados financieros y por lo tanto pueden gastar más y pueden darse el lujo de no prestar tanta atención a la situación fiscal. Pero lamentablemente esa no es la realidad argentina.
-Pero eso implica poder pagar su deuda.
-Porque pueden pagar su deuda. En esos países no hay discusión si la deuda es sostenible, de largo plazo o no. Nosotros le decimos a los acreedores ‘no te voy a pagar, no te puedo pagar’ y al mismo tiempo, nos damos vuelta y decimos ‘no quiero cumplir con la disciplina fiscal’. Si no voy a cumplir con la disciplina fiscal y no me van a prestar porque no estoy pagando, cómo voy a financiar esa indisciplina fiscal, de dónde va a salir el dinero, y eso es la inflación lamentablemente. En Argentina, esa inflación en Argentina es una preocupación; en Europa, como vienen de una inflación abajo del 2%, un poquito de inflación es bienvenida porque en este caso sí es un poquitito para tratar de llegar al 2% anual.
-Uno de sus referentes es James Tobin, un economista keynesiano que asesoró a la política económica de Estados Unidos muy particularmente durante la presidencia de Kennedy. ¿Qué aprendió el keynesianismo en la versión estadounidense?
-Aprendimos muchos. Han pasado muchos años desde entonces. En primer lugar aprendimos que hay que tener mucho cuidado con la inflación, que la inflación es muy costosa y que una economía recalentada puede generar costos de inflación muy altos. Que hay que tener mucho cuidado con las expectativas. Una vez que las expectativas se desanclan, es muy difícil volver a anclararlas, es muy difícil volver a transmitir una señal a la población y convencerla de que se va a ser creíblemente austero, creíblemente conservador en el manejo de la economía. Son dos cosas que aprendimos en los últimos 50 años. Otro elemento importante es que somos más conscientes de los límites de capacidad que tiene la economía para producir. Este es un debate bastante actual e interesante que se está dando en algunos círculos cercanos al presidente Biden: tratar de revisar si esos límites a la capacidad productiva de la economía son reales o si uno puede empujar fuerte la economía de forma tal que esos límites se quiebren sólo con mayor demanda. La evidencia hasta ahora es que esos límites son bastante importante. Hay muchos sectores con cuellos de botella importantes que hoy están generando aumento de precios grandes.
-Es decir por más gasto que el estado haga en esos sectores, es difícil que esos sectores se vuelvan mas productivos y competitivos.
-Exactamente. Y estos sectores van a invertir si ven que hay una demanda que puede sostenerse en el tiempo pero esa inversión va a tardar mucho tiempo en materializarse. Por ejemplo, hoy escasez de semiconductores, de microchips para computadoras, automóviles, teléfonos. La mitad de la economía mundial depende de esos microchips y tenemos el problema de que hay escasez de capacidad productiva en estos microchips. Generar más demanda de eso, requiere que haya inversión. Construir una planta para la producción de microchips toma por lo menos 2 o 3 años, por lo tanto este recalentamiento, este cuello de botella que se está generando en la economía mundial va a tardar 2 o 3 años en resolverse. Mientras tanto, la inflación te puede ir aumentando porque el precio de los microchips aumenta porque no tiene cómo satisfacer esa demanda. Eso ocurre también con la madera. Acá en EEUU, la construcción es muy dependiente de la madera. El 25 o 30% de una casa, el costo de construcción de una casa es madera. Hay un cuello de botella enorme para la disponibilidad de madera, el precio de la madera sube extraordinariamente. El punto es los cuellos de botella.
Entre las finanzas y la academia
▪ De Córdoba a EE.UU. Licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Córdoba, se doctoró en la Universidad de Yale y dio clases en la Universidad de Chicago.
▪ Mundo financiero. Fue jefe de investigación de mercados emergentes y América Latina en Barclays Capital.
▪ Función pública. Se desempeñó como secretario de Finanzas en la segunda gestión de Domingo Cavallo.
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