Un chiste para celebrar el “menemismo K” y los pochoclos de La Cámpora con una oposición en guerra
La mirada sobre Massa en algunos sectores choca con la realidad, mientras la organización de Máximo Kirchner disfrutó de los enfrentamientos de la oposición
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El sketch circuló este viernes por las redes sociales. Era una pieza de Videomatch –un programa televisivo que conducía con mucho éxito Marcelo Tinelli y que en los 90 empinaba el rating- en la que dos humoristas desafiaban en la Quinta de Olivos a contar un chiste sobre Carlos Menem al mismísimo Carlos Menem presidente.
“Va un riojano al cielo. Entra al despacho de Dios y había tres relojes. Abajo de cada uno estaban los nombres de Clinton, Yeltsin y Chirac”, comienza el entonces presidente el chiste. “¿Por qué hay tres relojes con los nombres de los presidentes?”, pregunta el riojano caracterizado por Menem. “Cuando alguno de los presidentes hace alguna macana, el reloj gira una hora rápidamente”, contesta Dios. “¿Y el del presidente Menem no lo tiene?”, retruca el riojano. “Sí, pero en mi habitación, porque me sirve de ventilador”, responde Dios. Risas.
Carlos Menem fue el último presidente peronista y populista bandeado a “la derecha” que gobernó la Argentina. Con un estilo seductor, ostentoso, algunos lo consideraban un animal político que arrancó en un pago chico -Anillaco- y terminó en la Casa Rosada. Cholulo de la farándula y pragmático, mantuvo una economía alineada a los designios del Consenso de Washington y una diplomacia “carnal” con los Estados Unidos.
Como ocurrió en 2019 con Alberto Fernández, algunos comienzan a encontrar –o a desear hallar- en Sergio Massa algunas de esas características menemistas para adosar al tigrense. Massa es un peronista clásico con aliados en el país del norte y una apuesta de hace años de un grupo de empresarios. Tiene una voraz ambición y surgió de un pago chico. Su visión económica difiere diametralmente de la que tiene Cristina Kirchner. Massa se formó políticamente, antes de llegar al peronismo, en la juventud de la liberal Ucedé en Buenos Aires.
Pero algo profundo los diferencia: entonces, Menem podía hacerse el gracioso con algún chiste. No tenía inflación. En un momento en el que la suba generalizada de los precios era la peor preocupación de los argentinos (como hoy), Menem llegó a la presidencia con una hiperinflación que dejó la UCR –aunque poco después tuvo la propia- y regaló una década de estabilidad de precios –una ilusión con otros costos económicos, sobre todo al final de un mandato manchado por la corrupción-, mientras que Massa tiene que hacer campaña desde el bote de aquellos que trajeron de vuelta la inflación al país cuando se había extinguido en el mundo y cuando él es ministro de Economía.
Una ventaja para Massa es que la oposición con más posibilidades, Juntos por el Cambio, cerró su gobierno –el de Mauricio Macri- con un aumento del IPC de 53,8% en 2019, luego de dos corridas y un retorno al Fondo Monetario Internacional. Todo lo contrario de lo que prometía el Plan Productivo Nacional de Cambiemos: un ajuste, pero sin que lo paguen los salarios.
Así, no es difícil entender por qué el ciudadano no va a votar o elige un sobre en blanco. La clase política no ofrece estabilidad ni previsibilidad. De hecho, esta clase es la culpable del derretimiento de los ingresos en los últimos años. ¿Por qué confiar de nuevo si son los mismos? Un cálculo de la consultora exQuanti, en base a los datos de distribución del ingreso del primer trimestre de este año divulgados la semana pasada, afirma que el ingreso de los ocupados entre 2018 y 2023 cayó, en promedio, 26,5%. Entre los más pobres es peor: 28,3%.
La peor caída de esos ingresos se registró en las corridas cambiarias que sufrió Macri en 2018 y 2019. Pero, en el último año, la caída promedio de los ingresos fue de 7,8% promedio. Ni Cristina Kirchner, ni Alberto Fernández, ni el actual ministro de Economía y candidato a presidente (Massa) pueden estar tranquilos. La mayoría de los argentinos empeoró su vida con los gobiernos de quienes se disputan actualmente la presidencia.
Vale aclarar que, a pesar de que la situación económica es la principal preocupación, todavía hay ciudadanos a los que no les dan igual las tendencias políticas diametralmente opuestas: una visión de corte populista con vocación autoritaria, como la del kirchnerismo, frente a otra propuesta de democracia liberal y republicana.
La debacle no es sólo para los ingresos, producto de la inflación, sino que el empleo parece orientado a beneficiar a los amigos políticos. “Desde que la economía se ha estancado luego de 2011, con subas y bajas, pero en una situación estanflacionaria a largo plazo, el empleo público provincial y municipal creció un 35% entre 2011 y 2022, mientras que a nivel nacional lo hizo un 28%. El consolidado arroja una variación de 34%. Se compara con una suba acumulada del 3% en el empleo privado asalariado formal en el mismo lapso”, estimó un informe del Ieral, elaborado por el economista Marcelo Capello. “Misiones, Chubut, Santa Cruz y San Luis incrementaron su empleo público en más del 60% en los últimos once años”, agregó.
Desde esos datos, se llenan de contenido las críticas a “la casta” y la propuesta de entregar la soberanía monetaria o incendiar el Banco Central (BCRA). De los mismos números puede además inferirse cómo el crecimiento del empleo precario en los últimos años y el salto de la inflación terminaron de cristalizar la triste figura de “trabajador pobre”, que llega a un escandaloso 30%. Muchos expertos explican que los altos niveles de la tasa de actividad que muestran los datos del mercado laboral indican la necesidad de sumar ingresos en los hogares porque los que entran en una billetera no logran superar la canasta básica del Indec, que ya subió 120% en un año.
Las internas y el pochoclo de La Cámpora
Pese a los simulacros, el supuesto neomenemismo massista irrita a los ultracristinistas. Las diferencias son grandes. Un ejemplo. En el encuentro al que fue invitado en la Cámara de la Construcción esta semana, Massa dio sus cuatro ejes: orden fiscal, superávit comercial, competitividad cambiaria y desarrollo con inclusión social. Cristina Kirchner dio los suyos el 25 de mayo pasado: rehacer el acuerdo con el FMI, alianzas público-privadas para explotar los recursos naturales estratégicos, renovar el pacto democrático y refundar la Corte Suprema.
Para mantener la “pureza” del espacio, se habilitó a Juan Grabois a competir en las PASO. “Nosotros no gozamos de la simpatía de círculos rojos ni poderes externos”, dijo el dirigente esta semana al hablar de Massa. En el streaming de Youtube por el que se transmitió el acto por la repatriación del avión de los llamados “vuelos de la muerte” había un muro en el que se podía comentar. Volaban las críticas a Massa y los buenos augurios para el nuevo “Juan XXIII”.
“Porque es importante que @SergioMassa sepa quiénes somos y qué queremos muchos militantes del campo nacional y popular; porque defiendo la identidad kirchnerista, porque @CFKArgentina no pudo decidir en libertad su candidatura, en las PASO voy a votar a @JuanGrabois”, tuiteó la periodista militante Cynthia García. “Igual, cuando sea por los puntos, lo vas a votar a Massita con las dos manos ‘porque enfrente está la ULTRADERECHA [las mayúsculas son del autor del tuit]’”, le respondieron irónicamente.
A pesar de las tensiones que dejó la designación de Massa como candidato de unidad, y que tuvo adhesiones tanto en la CGT como entre empresarios, esta semana el kirchnerismo buscó simular unidad (no por la Patria) y La Cámpora se deleitó comiendo pochoclos por las fortísimas disidencias en la oposición.
Scioli fue el símbolo de la unión. De hecho, como había hecho en conferencia cuando lo despidió, Massa lo abrazó en un teatral saludo en la puerta del Ministerio de Economía. Ni lo hizo entrar. Y no sólo se mostró cariñoso además con “Wadito” (como nombró al.ministro Eduardo De Pedro) sino que recibió a Juan Manzur y Osvaldo Jaldo. El gobernador electo de Tucumán era el único que había expresado “amor” por la primera fórmula de Cristina Kirchner.
En La Cámpora se pasaron toda la semana enviando a los medios cortes de las críticas públicas de Elisa Carrió a Macri. Y luego, de los durísimos cruces entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta por los cuestionamientos del jefe de gobierno porteño y precandidato a presidente a Macri. “Mientras, seguimos festejando la semana de la dulzura. Abstenerse si sos diabético”, ironizaban en la organización de Máximo Kirchner en alusión a la supuesta unidad oficial y los profundizados conflictos en la oposición.
No sólo la política ha fallado en derrotar la inflación y sostener la estabilidad económica. Luego de un gobierno -como el de Alberto Fernández- derrumbado por las internas en el ex Frente de Todos, los empresarios se preguntan si las facciones de la oposición podrán gobernar juntas después de semejante guerra de trincheras. Esa fue una de las principales preguntas a Patricia Bullrich en el Palacio Duhau cuando visitó a los empresarios de la poderosa Asociación Empresaria Argentina. No es un chiste en un país hundido en la crisis y necesitado de reformas estructurales.
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