La producción de energía necesita certezas, un insumo que no hay en el país
Piense el lector el siguiente interrogante en este hipotético caso: el arquitecto de su futura casa le pregunta si prefiere calefacción o cocina que funcione a gas o a electricidad. Podrá el constructor tomar una decisión con la información que tiene actualmente. Podrá estimar con cierto grado de certeza si le convendría invertir en un equipo de energía solar y en cuántos años lo amortizará con el consumo. O al revés, usar sin miramientos la electricidad de red y eliminar del proyecto el combustible fósil. O si el mejor cálculo es enchufar un poderoso caño de gas y vivir a llama viva.
Por si algún lector aún mantiene las esperanzas de lograr el objetivo, mejor es terminar con las esperanzas ahora. Será imposible, no hay ningún elemento que permita tener una idea aproximada de qué pasará con las tarifas y con el suministro energético en unos años.
Dicho esto conviene escalar el problema y pensar qué pasa por quién decide inversiones millonarias en materia energética, de esas que requieren miles de millones de dólares quietos en un territorio y sujeto a las normas de ese lugar.
Pues ese tipo de decisiones necesitan dos insumos básicos. El primero, claro está, el combustible bajo la tierra; el segundo, un marco regulatorio que entregas alguna certeza a mediano y largo plazo.
Para el amarrar el primero se puede importar tecnología que en esta industria avanza y acerca los yacimientos al nivel de sostenibilidad comercial. Pero lamentablemente, para generar el marco regulatorio acertado no se puede importar nada, es todo industria nacional.
“La Argentina ha dejado de explorar –se lee en el Anuario del Instituto General Mosconi–. En 2020 se realizaron 9 pozos exploratorios en el país según datos oficiales de la Secretaria de Energía. Este es el valor más bajo registrado en la historia. Es lógico entonces que la Argentina no descubra nuevos yacimientos. En el año anterior, 2019 realizó 34 pozos exploratorios, esto es apenas un tercio de lo que realizaba solo YPF en los años 80.”
Sin exploración, las reservas comprobadas caen. En la Cuenca Noroeste bajaron 58% en los últimos 10 años; en la Cuyana, 75%; en la del Golfo de San Jorge, 8% y en la Austral el 25% con la sola excepción del crecimiento en los últimos 2 años en la cuenca neuquina. Algo similar ocurre con las reservas de gas natural.
Si se importa tecnología y se invierte, la reversión llegará; el problema que no pudo resolver la industria energética es qué hacer con la regulación, producto 100% nacional.
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