La prioridad número uno debe ser evitar la hiperinflación
La Argentina está en un proceso hiperinflacionario, es decir que va hacia una hiperinflación que, como no estalló aún, se puede evitar. ¿Qué significa esto? Llevamos décadas de un Banco Central que priorizó emitir todo lo que necesitaba el gobierno de turno para cubrir sus excesos de gasto público, lo cual es mucho más de lo que la gente quiere tener de pesos. Como cualquier cosa con oferta mayor a la demanda, su precio cae. Así, el poder adquisitivo de nuestra moneda baja y, cuando vamos a comprar algo que sigue valiendo lo mismo, quien nos lo vende nos va a pedir muchos más devaluados pesos. Eso es lo que llamamos inflación y, mientras el mecanismo se los permite, los gobiernos gastan más a costa de empobrecer a los argentinos.
A la gente le cuesta trabajo y sacrificio ganar los pesos, por lo que empieza a “defenderse” de esa estafa. Lo hace empezando a atesorar menos y, como pasa con cualquier cosa cuya demanda disminuye, su precio baja. Y empezamos a tener una pérdida de poder adquisitivo por partida doble, porque el Banco Central produce un montón y porque nos defendemos reduciendo la cantidad de pesos que tenemos. Eso se transforma en una inflación alta y acelerándose, determinando un círculo vicioso. Pierde valor la moneda y se demanda menos, por lo que vuelve a perder poder adquisitivo y así sucesivamente, iniciando un proceso hiperinflacionario. Esa huida de la moneda local no se refleja solo en las compras de dólares. También, cuando la gente cobra su sueldo y corre a comprar lo no perecedero, quedándose solo con el mínimo de efectivo que necesita para los gastos diarios del mes.
La hiperinflación estalla cuando todos, hartos de que les saquen valor a sus tenencias de moneda local, buscan deshacerse de ella. Algo que nadie quiere, tiende a valer cero y, por eso, los precios medidos en pesos tienden a subir enloquecidamente. Eso es una hiperinflación y lo peor es que lleva a un empobrecimiento fenomenal del conjunto de la población, sobre todo de los sectores de menores ingresos, que terminan masivamente en la pobreza. En la reciente hiperinflación en que terminó el cepo que había en Venezuela, más de 80% de su población pasó a ser pobre.
En la Argentina tuvimos 22 cepos, a 21 se lo intentó sostener como el actual y quebraron al Banco Central, gestando enormes crisis monetarias y cambiarias. Tres terminaron en hiperinflación. No aprendimos de esos desastres, ya que transitamos el cepo 23. Tenemos una gran perseverancia para hacer macanas, pero quizás podríamos aprender del único cepo del que salimos ordenadamente, en diciembre de 2015. El de Cristina Fernández, que empezó a desarmar el gobierno de Cambiemos. Algunos bregábamos por una salida rápida, pero muchos temían que el tipo de cambio se escapara y superara a los dólares paralelos. En la Fundación Libertad y Progreso decíamos que eso no ocurriría, porque lo quebrado que estaba el Banco Central se reflejaba ya en lo poco que valía el peso en los mercados libres. Por otro lado, en la medida en que la unificación del tipo de cambio se haría a un precio mayor al del “oficial”, los exportadores liquidarían más divisas y los importadores tendrían menos incentivos a comprar.
Cuando ganó Cambiemos, los dólares libres tendieron a bajar. Tras asumir Mauricio Macri siguieron cayendo y una semana después se iba a una unificación con un tipo de cambio por debajo de los “paralelos”. Las claves fueron la credibilidad y el haber anunciado que se harían las reformas estructurales que permitirían salir al país de la tendencia permanente al empobrecimiento y de ir de crisis en crisis. Lamentablemente, las soluciones de fondo no se implementaron y la gente perdió la confianza en que podía haber un futuro de normalidad, lo que derivó en una crisis en 2018.
Hay que aprender de esa experiencia y el primer día de la futura gestión mostrar todos los proyectos de reformas estructurales. Con esa confianza, ir a una rápida unificación cambiaria; lo cual no necesariamente implicará salir del cepo. Como en 2015, llevará tiempo quitar todas las restricciones, imposiciones y parches. Ahora más que entonces, porque el Gobierno gestó una maraña kafkiana.
¿Tendrá un costo el proceso de salida del cepo? Sí y mayor que en 2015, porque el Banco Central está mucho más quebrado. Pero será infinitamente menor que la única otra alternativa, que es un estallido hiperinflacionario. Por supuesto, se puede reducir el esfuerzo y sacrificio que habrá que hacer para resolver el desastre heredado. Por ejemplo, logrando algún financiamiento externo y/o una rápida renegociación del acuerdo de Facilidades Extendidas, que el Gobierno se ocupó de liquidar. La mayor credibilidad permitirá contar con más crédito e inversión. Por ello, luego de un duro primer semestre de 2024, la inflación bajará y la economía iniciará un proceso de recuperación que se acelerará hasta transformarse en un fuerte crecimiento económico. Estaremos en tren de tener un país con libertad y crecientes oportunidades de progreso para todos.
* El autor es economista. Director de la Fundación Libertad y Progreso
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