La paz en las favelas, una meta olímpica en duda
RIO DE JANEIRO—Hace siete años, cuando se inició un nuevo esfuerzo policial comunitario en algunos de los barrios más violen¬tos y descuidados de esta ciudad, residentes como Denise Moraes da Silva tenían esperanzas.
Después de abordar favelas más pequeñas, cientos de policías en tra¬je de combate y vehículos blindados ingresaron en 2012 a su vecindario, Complexo do Alemão, una de las fa¬velas más grandes de Rio. El obje¬tivo de la "Unidad de Pacificación de la Policía", o UPP, era quitarles el control a las pandillas de narcotrafi¬cantes armadas y despejar el cami¬no para que haya calles más seguras y mejores servicios públicos.
Lo que siguió fueron períodos de relativa calma salpicados por tiroteos feroces entre traficantes y la policía. Los residentes a me¬nudo quedaban en medio del fuego cruzado. Una de las víctimas fue el hijo de 20 años de Da Silva, Caio, conductor de mototaxi. Un juzga¬do local falló que el policía que le disparó y lo mató, hace dos años, lo hizo de forma accidental.
"Cuando empezó la pacificación, creí que iba a ayudar. Pero desafor¬tunadamente eso no pasó", dice Da Silva, empleada bancaria de 51 años. "Antes de las UPP, había tráfico (de drogas), sí, pero no tiroteos a diario. Se podía caminar sin miedo".
Incidentes como el que cobró la vida del joven Da Silva han erosio¬nado la confianza del público en las UPP. Otros problemas también pla¬gan la iniciativa bandera de la ciu¬dad en seguridad pública. Aunque algunas de las favelas han registra-do una mejoría en seguridad, otras han vuelto a caer en la violencia a medida que bandas delictivas se han reagrupado y los recortes de presupuesto han obligado a la po¬licía a reducir su actividad.
El negocio de las drogas que se había detenido o que se había limi¬tado al bajo mundo ahora florece abiertamente en muchos barrios. Tiroteos entre policías y trafican¬tes, o entre pandillas rivales, son co¬munes en favelas antes calmas cer¬ca de las playas más populares de Rio. Sólo en abril, al menos 11 per¬sonas murieron en tiroteos con la policía, muchos en áreas de las UPP, según Amnistía Internacional.
"Ya había evidencia del debili¬tamiento del modelo de las UPP. Lo que está pasando hoy, creo, es que la situación se ha vuelto grave", dice Silvia Ramos, profesora especiali¬zada en seguridad pública de la Uni¬versidad Cândido Mendes, de Rio.
El deterioro de las UPP no podría producirse en un peor momento para el gobierno, que está invirtien¬do fuerte en seguridad para los Jue¬gos Olímpicos, cuya ceremonia de inauguración será el 5 de agosto.
Para proteger un estimado de 500.000 turistas y deportistas, el país desplegará 85.000 agentes, más del doble de los que usó Lon¬dres en 2012. Sin embargo, no se sabe lo que sucederá después del evento. En su candidatura original para ser anfitrión, los organizado¬res locales prometieron una "segu¬ridad ampliamente mejorada" en Rio como un beneficio duradero.
No obstante, las estadísticas más recientes no son alentado¬ras. En marzo, los robos en las ca¬lles de Rio aumentaron 29% com¬parado con el año previo, según el estado. En Leblon, uno de los barrios más exclusivos de la ciu¬dad, narcotraficantes rivales han protagonizado batallas armadas e incluso han lanzado granadas, aterrorizando a los residentes.
En las áreas de las UPP, la cifra de muertes violentas, incluyendo muertes por la policía y homicidios, se elevó 55% interanual en el primer semestre de 2015, según los datos más recientes disponibles.
"El verdadero legado sería usar los megaeventos para tras¬formar la situación de seguridad de Rio", dice Ignacio Cano, profe-sor de sociología de la Universi¬dad Estatal de Rio de Janeiro. "En ese aspecto, creo que el avance ha sido muy limitado".
Pricilla Oliveira, una comandan¬te del programa UPP, reconoce que en algunas áreas los tiroteos han aumentado, pero señala que la vio¬lencia general ha descendido desde que empezó la iniciativa, en 2008.
"Considerando la complejidad del programa y que no se han plan¬teado otros para controlar la delin¬cuencia en las áreas más violentas de la ciudad, considero (el desem¬peño de las UPP) excelente", aseve¬ra Oliveira. "Claro, como cualquier programa de esta magnitud, necesi¬ta ser enmendado a medida que sur¬jan dificultades con el tiempo".
La iniciativa de las UPP fue lan¬zada con bombos y platillos a fines de 2008, promocionada como un nuevo modelo policial que traería paz a partes de esta extensa ciu¬dad desde hace tiempo ignoradas. La calma en las calles, según la teo¬ría, permitiría la prestación de me¬jores servicios de salud, educación y tratamiento de aguas residuales, a la vez que atraería más inversión privada y empleos.
Después de cierto éxito inicial en favelas más pequeñas, y con la ayuda de donantes privados, el pro¬grama se expandió de forma veloz. Las autoridades, sin embargo, dicen que el crecimiento fue demasiado rápido y que el gobierno municipal no pudo cumplir las promesas de mejores servicios públicos luego del ingreso de la policía.
La crisis económica de Brasil también ha perjudicado el progra¬ma. Los donantes privados desapa¬recieron y una brutal recesión ha re¬ducido la financiación pública.
En marzo, José Beltrame, se¬cretario de seguridad del estado de Rio de Janeiro y un gran propo¬nente de las UPP, anunció US$571 millones en recortes al presupues¬to de seguridad. El funcionario añadió que las nuevas inversiones en esta materia serían "práctica¬mente cero".
Los residentes atribuyen buena parte de los problemas del progra¬ma al comportamiento hiperagresi¬vo de los policías de las UPP.
Algunos han aparecido en vi¬deos manipulando evidencia. Los residentes dicen que algunos agen¬tes de las UPP usan tácticas de mano dura, incluyendo el derribamiento de puertas sin orden judicial o el in¬greso a fiestas sin invitación para apagar la música.
Oliveira señala que la policía ha establecido una línea telefónica para que los residentes presenten sus quejas. Las promesas incum¬plidas de la ciudad sobre las escue¬las, el agua potable y opciones de transporte público han agravado el resentimiento.
La iniciativa de las UPP "era una oportunidad para cambiar la men¬talidad de toda una generación", dice Erika Robb Larkins, profesora de estudios brasileños de la Univer¬sidad de Oklahoma, quien ha escrito un libro sobre las favelas. "Eso se desbarató bastante rápido".