La pasión de navegar a pura vela
Con barcos cuyos valores oscilan entre los 1000 y 200.000 dólares, el velerismo requiere destreza, entrega e inversión; 1000 deportistas disfrutan de un evento esta semana
No es sólo cuestión de buen viento y buena mar. El velerismo desafía las condiciones climáticas, pone a prueba las habilidades técnicas del tripulante y proporciona una conexión única con la naturaleza. Esa mezcla, coinciden quienes lo practican, hace que la actividad crezca y con ella toda una industria alrededor.
Motivados por la navegación, la adrenalina o por el diseño de los barcos, los fanáticos de la actividad tienen un espectro de 15 clases internacionales (olímpicas y no olímpicas) para manejar embarcaciones de 2, 4 o 12 metros de eslora, con velas medianas o realmente imponentes, que llegan a los 140 metros cuadrados.
En el país no hay una cifra exacta de cuánta gente se dedica al velerismo, pero desde ayer 1000 tripulantes del mundo se dan cita en el Río de la Plata para vivir la Semana de Buenos Aires, un torneo organizado por el Yacht Club Argentino y considerado uno de los más importantes de América latina. Se desarrollará este fin de semana largo y los próximos 13 y 14 de octubre en Dársena Norte.
Hay 646 embarcaciones inscriptas de la Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Paraguay, Suiza y Uruguay. Jorge Álvarez, presidente del torneo, dice que el atractivo de esta actividad es que se puede ver la evolución de la navegación de niños, jóvenes y adultos en sus diferentes categorías, como Optimist (de 8 a 15 años), Cadet, 29er, 49er, 470, 420, Laser, F-18, Snipe, Soling, J/24, Grumete, OD 27, Soto 33 y Match 30.
De la categoría depende el tipo de embarcación. Y también el costo. Los barcos pueden ir desde los US$ 1000, como los Optimist, a los US$ 200.000, en el caso de los Soto 33. Pero para empezar y aprender a navegar, dice Sofía Tedín, quien a sus 27 años ya ha pasado por las categorías Optimist, Cadet, 420 y 29er, no se requiere tener un barco porque en los clubes los hay disponibles con las clases. Luego, la pasión por la actividad lleva a adquirir uno y agregarle cuanto detalle se le ocurra.
"Es como un auto, le podés poner timón, vela o cabos de diferentes calidades", dice Juan Pablo Sissi, dueño de Riotecna, que construye modelos Optimist, 29er, Snipe, Cadet. Lo mínimo que se paga por uno, sin vela, son $ 1500. El máximo lo da el dueño.
Roberto Authier, constructor de barcos de las clases 420 y J/24, coincide con ello. Un 420 (llamado así por sus 4,20 de eslora), hecho de resina con fibra de vidrio, se vende desde $ 25.000 y un J/24, de 7,12 metros de eslora, con quilla, en unos $ 55.000 en promedio. Pero pueden llegar a costar más según lo que se pida.
Edgardo Martinol, de Martinoli Marine, se dedica a la construcción de los Soto 33, barcos de 33 pies (10,20 metros) que "son los más modernos de esa eslora en la Argentina", dice, por la quilla y el mástil de carbono y por las líneas de diseño de última generación. Eso los hace uno de los más exclusivos dentro del velerismo.
Más allá de la inversión y la dedicación, el velerismo es una actividad para disfrutar entre amigos y familia. Juan Álvarez cuenta que sus 7 hijos lo practican y han ido a participar fuera del país; Authier dice que es un deporte en el que siempre tenés la oportunidad de competir con los más destacados deportistas. Un ejemplo de ello es que en la Semana de Buenos Aires participarán Lucas Calabrese y Juan de La Fuente, ganadores de la medalla de bronce de Londres 2012 en la clase 470.
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