La otra cara del auge tecnológico esla baja creación de empleos en EE.UU.
La revolución tecnológica ha dado lugar a las búsquedas en Google, los amigos en Facebook, las aplicaciones para el iPhone, las diatribas en Twitter y las compras de cualquier cosa en Amazon, todo esto en los últimos 15 años.
Sin embargo, eso no ha creado muchos empleos. Alphabet Inc., matriz de Google, y Facebook Inc. tenían a fin del año pasado un total de 74.505 trabajadores, cerca de un tercio menos que Microsoft Corp. pese a que su valor de mercado combinado duplica el del gigante del software. Instagram, el servicio para compartir fotos, tenía 13 empleados cuando fue adquirida por Facebook en 2012 por cerca de US$1.000 millones.
La contratación en los sectores de computadoras y semiconductores se derrumbó después de que la producción de hardware se mudó de Estados Unidos y los nuevos gigantes tecnológicos necesitaban relativamente pocos trabajadores. La cantidad de startups de tecnología cayó, el crecimiento de la productividad y de los salarios se desaceleró y la desigualdad de los ingresos se amplió conforme las máquinas sustituyeron el trabajo repetitivo de baja y mediana remuneración que hacían los humanos.
El resultado dista mucho de lo que muchos líderes políticos, emprendedores de tecnología y economistas vaticinaron hace una generación.
La brecha entre lo que prometió el auge tecnológico y lo que produjo realmente es otra fuente de descontento que este año alimentó el ascenso en EE.UU. de candidatos que atacan a la clase dirigente, como Donald Trump y Bernie Sanders.
El desencanto provocado por la tecnología es más sutil que el enojo causado por el aplastante impacto de la invasión de las importaciones de China y por el supuesto fracaso de instituciones gubernamentales, como la Reserva Federal, a la hora de dirigir la economía. En cambio, surge de la idea de que los estadounidenses esperaban mayores ganancias económicas de estas maravillosas nuevas máquinas y las compañías que las crearon, y no un aumento de la desigualdad.
“Hay una creciente sensación de frustración de que la gente no ha visto el progreso que sus padres y abuelos vieron”, señala Erik Brynjolfsson, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts cuyo trabajo ha descrito cómo la tecnología amplía la brecha de ingresos entre los ricos y los pobres. “Esa frustración se propaga al ámbito político”.
En 1997, la revista Time nombró a Andrew S. Grove, entonces presidente ejecutivo de Intel Corp., como el “Personaje del Año”. Dos años después el galardón fue para Jeff Bezos, presidente ejecutivo de Amazon.com Inc. El estallido de la burbuja puntocom en 2000, la recesión de 2001 y la profundización de la globalización resultaron ser puntos de inflexión para la economía de tecnología y su impacto sobre la prosperidad estadounidense.
Las tecnológicas de EE.UU. aceleraron el traslado de sus cadenas de suministro a China y otras partes de Asia, una región con mucho potencial de crecimiento y mano de obra barata. Las empresas de hardware concentraron la producción en el extranjero para abastecer a fabricantes de computadoras estadounidenses y de otros países.
Después de crecer durante toda la década de los 90, el empleo total en empresas de computadoras y electrónicos en EE.UU. se redujo de 1,87 millones en 2001 a 1,03 millones en agosto de 2016, según datos del Departamento de Trabajo. El empleo en fabricantes de chips cayó a la mitad, a 359.000 puestos, durante el mismo lapso.
Micron Technology Inc. cuadruplicó su fuerza de trabajo entre 1994 y 2000, a 18.800 empleados en EE.UU. Hoy, la empresa es un caso de estudio sobre cómo las tecnológicas han exportado empleos. En 2013, el año más reciente con datos disponibles, Micron tenía 11.300 trabajadores en EE.UU., frente a 14.000 en 2000. En el exterior, su personal se disparó de 4.800 a 19.600, principalmente en China y otros países asiáticos. Un vocero dijo que gran parte del aumento fuera de EE.UU. provino de adquisiciones.
Apple Inc. siguió un trayecto similar. Su cofundador, Steve Jobs, asumió como misión la revitalización de la manufactura estadounidense en sus primeros años al frente de la empresa y después de crear NeXT Inc., otro fabricante de computadoras. Sin embargo, cuando Jobs murió en 2011, Apple fabricaba casi todos sus productos fuera de EE.UU., la mayor parte en Asia. La empresa abandonó la producción en EE.UU. en 2004 y la reanudó recién en 2013, cuando comenzó a producir la Mac Pro en Austin, Texas. Apple dice que emplea unas 80.000 personas en EE.UU., o dos tercios de su fuerza laboral. Cerca de la mitad de su plantilla en ese país está en ventas minoristas.
Una vocera de Apple dijo que la empresa está “creando trabajos en nuevas industrias” como las aplicaciones desarrolladas para el iPhone y que es “una importante contribuidora a la manufactura estadounidense” al comprar componentes y materiales fabricados en el país.
Los trabajadores de tecnología de EE.UU. se están quedando con una porción más pequeña de la economía creada a partir de lo que producen. En 2014, la remuneración de los empleados de fabricación de computadoras y electrónicos equivalió a 49% del valor de la producción del sector, comparado con 79% en 1999, según el Departamento de Comercio.
Desde 2002, la creación de startups de tecnología se desaceleró, lo que ha afectado la generación de empleo. En un estudio de 2014, los economistas Javier Miranda, John Haltiwanger y Ian Hathaway señalaron que el número startups de tecnología trepó de 64.000 en 1992 a 113.000 en 2001. La cifra cayó a 79.000 en 2011 y no se ha recuperado.
Otro problema es que pocas firmas de tecnología han salido a bolsa, algo que puede enriquecer a los primeros trabajadores y estimular la creación de empleos a medida que las compañías se expanden. Jay Ritter, profesor de la Facultad de Negocios Warrington de la Universidad de Florida, indica que entre 2001 y 2015 hubo 548 ofertas públicas iniciales de compañías relacionadas con la tecnología, frente a 1.853 entre 1990 y 2000.
La generación más reciente de startups ha captado una montaña de capital de riesgo y valuaciones gigantescas, encabezadas por Uber Technologies Inc., que valía US$68.000 millones a junio.
El flujo de riqueza ha generado más prosperidad en Silicon Valley pero ilustra la polarización económica de EE.UU. WhatsApp tenía más de 450 millones de usuarios en todo el mundo cuando fue comprada por Facebook en 2014 por US$19.000 millones, lo que convirtió a su fundador, Jan Koum, en un multimillonario. Al momento de la adquisición, el servicio de mensajería tenía 55 empleados.
Los frutos del crecimiento van a parar a las pocas personas con aptitudes y suerte y que están mejor posicionadas para aprovechar la nueva tecnología.
Las cinco mayores empresas tecnológicas de EE.UU. por capitalización bursátil —Apple, Alphabet, Microsoft, Facebook y Oracle Corp.— valen en conjunto US$1,8 billones, 80% más que las cinco primeras de 2000. Hoy, esos cinco gigantes emplean 22% de personas menos que sus predecesoras, un total de 434.505 el año pasado, comparado con 556.523 en Cisco Systems Inc., Intel, IBM, Oracle y Microsoft en 2000.