"La odisea de bajar la inflación sin fijar el dólar"
-¿Comparte el optimismo del equipo económico respecto de una baja abrupta de la inflación en el segundo semestre de este año?
-Todo indica que habrá de bajar. El interrogante es a qué ritmo y con cuántos episodios de rebote temporal. Estas experiencias no son lineales y, además, todavía perdura el efecto de la increíble expansión monetaria de fin de año, agravada por el tema de los contratos de futuro. La magnitud de la "inflación reprimida" con la que se encontró el Gobierno puede medirse por la diferencia de 20 puntos porcentuales que existe entre la inflación anualizada de estos meses, del 60%, y el 40% que surge de la variación interanual del índice. A esto hay que agregarle la falta de experiencia del país en buscar la estabilidad de precios bajo un régimen de flotación cambiaria. Desde mediados del siglo pasado sólo reconocemos dos patrones de funcionamiento, el de la alta inflación y el de la estabilidad de la década del 90, pero con una convertibilidad de paridad fija peso-dólar.
-Es algo inédito en la Argentina, pero ha funcionado en muchos otros lugares.
-Efectivamente, aquí también debería funcionar, pero el proceso no está exento de dificultades. Coordinar la inflación a la baja es más difícil que indexar todos los precios de la economía, y hacerlo con tasa de interés es más brumoso que cuando se fija el dólar. Pero vale la pena porque se gana en flexibilidad y capacidad de crecer. En la región tenemos esquemas como el de Chile, Perú y México que, con variantes, funcionaron bien, pero también está la mala experiencia que se dio en Brasil. El desafío es evitar que la inflación baje por medio del atraso cambiario, que fue el recorrido que hizo Brasil entre 2003 y 2008, de la mano de altísimas tasas reales de interés (muchos años por encima del 10 % anual). Ese tipo de "éxito" es insustentable y tiene efectos colaterales muy negativos.
-Las autoridades económicas seguramente conocen la experiencia brasileña?
-Sin duda. Por eso cabe esperar que las metas fiscales y de inflación, que habrán de ser informadas en las próximas semanas, sean el resultado de una aceitada coordinación entre el Ministerio de Economía y el Banco Central. Para que la inflación desacelere a buen ritmo no hay más remedio que comenzar a recortar el déficit fiscal, para que el Tesoro pueda ir prescindiendo del financiamiento espurio. Así podría evitarse el camino brasileño y estabilizar con una tasa real de interés moderada. No conviene ir más rápido de lo que los fundamentos permiten: Chile demoró cuatro años, a principios de los 90, para pasar de 2% a 0,7% en la tasa mensual de inflación.
El autor es investigador jefe del Ieral
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