La nacionalización de YPF ilustra el giro intervencionista de Kirchner
La nacionalización de la petrolera YPF SA constituye la última señal de que la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner está siguiendo un curso más nacionalista e intervencionista que el de su difunto esposo y predecesor, Néstor Kirchner.
En los meses previos a la nacionalización, que ha provocado un feroz enfrentamiento con Repsol YPF, el dueño mayoritario español de YPF, Fernández de Kirchner ya había impuesto nuevos controles sobre las salidas de capital y las importaciones, tomado medidas para tener un control más firme sobre los recursos del banco central y reanudado los reclamos de Argentina al Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas.
Los analistas dicen que las medidas son, en parte, un intento para remendar los más acuciantes problemas económicos y desviar la atención de los políticos. El giro a la izquierda también está relacionado con una reorganización de su equipo, donde algunos de los referentes pragmáticos asociados con Néstor Kirchner han pasado a un segundo plano para dar lugar a asesores más jóvenes e izquierdistas, vinculados a su hijo Máximo, de 35 años.
"Creen que pueden sobrevivir la reacción de corto plazo de España porque las nacionalizaciones son políticamente muy digeribles en casa", indicó Javier Corrales, politólogo de Amherst College.
La presidenta, de 59 años, parece estarse desmarcando de la sombra de Néstor Kirchner, quien falleció de un ataque cardíaco en 2010. La mandataria todavía se viste de negro y salpica sus discursos con referencias a "él".
En el plazo inmediato, la nacionalización parece otorgar un impulso político interno a Kirchner, quien en octubre fue reelegida de manera aplastante, pero que en el último tiempo se ha visto en dificultades por la desaceleración económica y un escándalo político que involucra a su vicepresidente.
Kirchner "habla cada vez más acerca de Él, al tiempo que, paradójicamente se aleja de Él", escribió recientemente Fernando Laborda, columnista del diario LA NACION. Néstor Kirchner, en todo caso, también fue conocido por sus tácticas populistas y por no ceder en las negociaciones con los acreedores extranjeros, además de ser acusado de manipular las estadísticas de inflación. Pero Kirchner también era un negociador "más pragmático que ella", en opinión del economista Aldo Abram.
YPF fue fundada como una empresa estatal en 1922, antes de ser privatizada en los años 90. A la postre, Repsol obtuvo el control.
En 2008, en una medida para "argentinizar" las operaciones de YPF, Néstor Kirchner medió en un acuerdo en el que la familia Eskenazi, de Argentina, obtuvo una participación minoritaria sin poner un peso. Kirchner había tenido acuerdos con los Eskenazi desde que era gobernador de la provincia de Santa Cruz, en los años 90.
Ahora, con la nacionalización, los Eskenazi podrían mantener su participación de 25%, aunque quedarían al margen de la gestión diaria de la empresa. La participación de Repsol YPF caerá de 57% a 6%.
El politólogo argentino Rosendo Fraga escribió recientemente que Fernández de Kirchner está pasando de un "capitalismo de amigos a un capitalismo de estado".
Los analistas argentinos dicen que las políticas de la presidenta llevan el sello de los jóvenes asesores de izquierda, concentrados en un grupo llamado "La Cámpora", bautizado en homenaje a un peronista progresista que fue presidente por un breve período en los años 70. El movimiento juvenil gira en torno a Máximo Kirchner, primogénito de la mandataria.
Uno de sus confidentes, Axel Kicillof, el viceministro de Economía de 40 años, se ha convertido quizás en el asesor económico más cercano a la presidenta, dicen los analistas bonaerenses.
Puede que Fernández de Kirchner sea también receptiva a una radicalización debido a los crecientes nubarrones económicos, opinan los especialistas. El balance del comercio energético del gobierno pasó a ser deficitario el año pasado, y hay escasez de dólares para pagar las importaciones debido a que el capital ha estado abandonando el país.
En los últimos días, algunos partidarios del gobierno hablaron con nostalgia sobre la posibilidad de emular el modelo mixto de propiedad pública y privada que ha funcionado bien para Petroleo Brasileiro SA, más conocida como Petrobras.
En lugar de privatizar la petrolera en la década de los 90, como lo hizo el gobierno peronista conservador de Argentina, Brasil optó por lo que llamó la "flexibilización" de Petrobras y el monopolio que tenía desde hace tiempo.
El gobierno brasileño mantiene el control mayoritario de las acciones con derecho a voto. Pero para hacer a la empresa más transparente y eficiente, una parte de las acciones cotizan en la Bolsa de Nueva York, se formó una junta directiva compuesta por líderes del sector privado y se permitió la competencia de empresas foráneas.
Aunque el modelo ha funcionado bien para Brasil, algunos analistas señalan que la situación de YPF y el país austral es distinta. "Argentina y Brasil no son los mismos casos", dice Rafael Schechtman, director del Centro para la Infraestructura en Rio de Janeiro.
El gobierno de Kirchner ha paralizado la industria energética al imponer topes a los precios de la energía de uso en los hogares, señala Schechtman, al igual que altos impuestos y opacas reglas de inversión. Asimismo, sostiene que Petrobras tiene mucha más libertad que YPF en materia de precios.
Schechtman dice también que Brasil tiene un historial de claras reglas de juego para los inversionistas extranjeros que están inyectando grandes cantidades de dinero en el sector petrolero. "En el modelo brasileño, jamás se han violado los contratos", aseveró. "Se han respetado las reglas".
El analista ve un mayor riesgo de que una YPF bajo el control del Estado se convierta en un monopolio ineficiente, como la petrolera estatal de Venezuela PDVSA.
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