La moda que incomoda: pasantías no rentadas, acomodos y drogas en el mundo fashion
Las mismas firmas que dictan las tendencias quedan expuestas por el maltrato a sus empleados; bajos sueldos para los principiantes y alto estrés para los directivos hablan de un clima que está muy lejos de la elegancia que muestran las pasarelas
Ana soñaba con una carrera en moda. Era inteligente, ambiciosa y estaba dispuesta a trabajar mucho. Iba a la Universidad de Yale, consiguió una pasantía en Dolce & Gabbana y luego de graduarse, un puesto como asistente en Tommy Hilfiger en Nueva York. Pero rápidamente descubrió que una carrera en la industria de la moda no era para nada tan glamorosa como había imaginado.
Su sueldo como empleada junior era apenas US$ 24.000 al año que, aún en 2010 no era suficiente para vivir en la gran manzana; dependía de sus padres para mantenerse. "La única manera de acceder a una pasantía no rentada es tener una familia que te financie", dijo.
Trabajaba mucho y muchas horas. Sus jefes esperaban que estuviera a su disposición las 24 horas del día por lo que pasaba sus vacaciones, la cena e incluso los momentos en el baño con el teléfono a mano. Vivía de crisis en crisis y, para sus jefes, cada emergencia era una cuestión de vida o muerte.
"Lo que está en juego es ridículamente innecesario y banal" recuerda. "Me di cuenta en medio de una de las crisis, me vi parada bajo la lluvia, tratando de conseguir un taxi para llegar a Columbus Circle y entregar un poco de cinta adhesiva para los pechos de una modelo en una Gala de la Ópera. Lloré de frustración, como si fuera un problema serio. Era solo un pedazo de cinta".
El 2017 es un año que se caracteriza por exponer empresas con culturas laborales tóxicas. Y si bien en la industria de la moda no es una novedad, la tendencia está cambiando en la medida que diseñadores, fundadores y empleados reconocen que el status quo es insostenible.
Las empresas de tecnología y finanzas fueron las primeras en desenmascarar (y viralizar) las organizaciones tóxicas. La moda, un ambiente que en el mercado norteamericano predomina una visión positiva tanto en cuestiones como la inmigración y los derechos de la mujer, está muy atrasada en lo que se refiere a cultura laboral y derechos de los trabajadores.
Docenas de entrevistas con empleados en empresas de moda de primera linea, desde diseñadores, ejecutivos y gente de relaciones públicas dejan una cosa en claro: aunque la industria puede parecer glamorosa desde fuera, su cultura está llena de problemas.
Para trabajar con diseñadores brillantes en marcas de renombre mundial se acepta una buena dosis de abusos como algo normal.
Los empleados que se ven obligados a trabajar demasiado compran medicamentos en el mercado negro para soportar los horarios extensos y las condiciones estresantes. Todos los entrevistados además dijeron sentirse "prescindibles para sus organizaciones" y "en riesgo de quedarse sin trabajo para la próxima temporada".
"La moda no es una industria fácil" dice Karen Harvey, fundadora y CEO del Karen Harvey Consulting Group, que ha pasado décadas asesorando a marcas de primer nivel como Burberry, Coach, Nike y Tiffany. "Si uno no ama la moda, no se siente como un buen lugar para trabajar: resulta superficial y demasiado exigente. Y cuando uno es joven y está comenzando su carrera estar disponible a toda hora ayuda".
Endogamia
"La compensación tiende a ser más baja porque se considera un privilegio trabajar en una industria tan glamorosa" dijo Julie Zerbo, fundadora y editora de The Fashion Law, un blog de moda y derecho. "Esta es una cuestión subyacente clave. Hay muchas herederas, 'hijas de' y gente de altas esferas sociales", sumó.
Esto tiene dos efectos. El primero es que la industria no es particularmente meritocrática: ingresar depende de contactos y dinero. Segundo, como una proporción de empleados en la industria son ricos, no se sienten motivados a luchar por sueldos apropiados.
Para ellos, el valor está en cosas no monetarias, intangibles: relaciones con gente influyente y ricos y famosos; poder asistir a shows de moda, eventos fabulosos y fiestas: acceso a la ropa de última temporada antes de que salga.
Zerbo cree que el statu quo puede estar cambiando. Hasta hace poco los principiantes debían trabajar gratis, pero en los últimos cinco años han surgido demandas de pasantes contra los grandes sellos como The Row, Lacoste, Burberry, Gucci, Marc Jacobs y Oscar de la Renta y editores de revistas de moda como Condé Nast y Hearst. Muchas de estas marcas reconocieron que es injusto no ofrecer ninguna compensación a los pasantes y cambiaron las normas. Con el tiempo Zerbo cree que esto podría permitir ampliar la gente que considera un trabajo en esta industria.
"La siguiente generación parece tener una actitud diferente" contó Zerbo. "Están dispuestos a luchar por lo que se les debe, tiene el potencial de cambiar como la industria compensa a sus empleados", dijo.
Hundirse y arder
Aunque las demandas están haciendo impulsando las pasantías pagas, el salario inicial en muchos sigue siendo muy bajo. Para los que tienen pasión por la industria pero no tienen familias que los apoyen, ascender en la moda puede ser casi imposible.
Amanda Curtis quería ser diseñadora de moda, por lo que luego de estudiar en la Universidad de Boston, se inscribió en Parsons, una escuela de diseño famosa, donde tenía nueve materias en cada semestre para completar un curso de dos años en uno. Su trabajo era tan bueno que fue seleccionada para una muestra de los mejores alumnos de Parsons.
En 2010 Curtis consiguió trabajo diseñando para Richie Rich en el Fashion Week de Nueva York. Le pagaron US$ 400 por meses de trabajo que involucraron crear conjuntos completos para modelos y gente famosa. Luego, fue un año asistente de la diseñadora Maggy London, donde ganó US$ 35.000 al año. En 2011 trabajó para Diane von Furstenberg donde dice que no le pagaron. (Richie Rich, Maggy London y Diane von Frustenberg no respondieron a los pedidos de comentarios realizados por Fast Company).
La situación era insostenible. Curtis dice que muchos diseñadores eventualmente se "queman" ante las exigencias de trabajo. "La mayoría de los diseñadores no pueden hablar de lo abusiva que es la industria porque siguen en ella y no quieren perjudicar sus perspectivas futuras de empleo" dijo. "Yo no tengo deseo de volver a trabajar jamás para otro diseñador".
Curtis está tratando de cambiar el escenario para la siguiente generación de diseñadores y en los últimos cuatro años trabajó para crear un camino alternativo. Creó Nineteenth Amendment, una plataforma que permite a los diseñadores crear y vender productos sin tener inventario, dado que la ropa se hace a pedido en los Estados Unidos en seis semanas.
Con su nueva compañía, Curtis ofrece una alternativa al statu quo, en el que los diseñadores que no tienen fondos para lanzar sus propias colecciones deben pasar años haciendo trabajo mal pagos para sellos de moda grandes para armar un CV.
"Básicamente lo que hice fue crear la plataforma que hubiese necesitado cuando arranqué en esta industria" dijo Curtis. "Si algo como esto hubiese existido podría haberme concentrado en mi propia carrera desde el comienzo en vez de trabajar para diseñadores a los que mi futuro no les importaba", explica la empresaria.
Curtis también está convencida que los millennials y la Generación Z tienen más claro el balance entre trabajo y vida familiar o social. "Para la generación de baby boomers, no existe el derecho al tiempo de ocio", dice Harvey. "Estar en la moda era todo o nada. Pero los millennials nos está enseñando que hay otras cosas que importan", asegura.
El mercado negro de drogas
Si se logra sobrevivir a los primeros tiempos duros de una carrera en el negocio de la moda, los salarios eventualmente suben, junto con los niveles de stress. "Un buen puesto en la parte corporativa es mejor paga que en otros sectores", explica Harvey. "Christopher Bailey, director creativo de Burberry, tuvo un paquete de paga de £20 millones en 2014".
Alice X pasó 15 años trabajando de relaciones públicas para grandes marcas de la industria y eventualmente triunfó como directora de comunicaciones globales. Se dedicaba a organizar eventos y contactos con la cima de las marcas de la industria, pero cuando se casó y tuvo tres hijos las horas y el stress comenzaron a desgastarla.
"En el sector todos esperan la perfección", explica. "Me aterroriza fracasar y decepcionar a otros, sobretodo por la cultura de despedir a los incumplidores".
Es sabido que las drogas son moneda corriente para soportar una carga horaria muy exigente. En las décadas de los '80 y '90, el uso de cocaína era generalizado, pero entre los colegas de Alice la droga preferida era Adderall, una medicación que aumenta la concentración.
La primera vez que tomó una píldora, que le dio una amiga, se sintió la Mujer Maravilla. "Fue increíble, podía trabajar una semana entera sin parar, ni perder la concentración o la energía", explica.
En breve el uso de la droga se convirtió en un hábito. Lo justificaba con que era más eficiente que nunca: metía una noche de eventos y un día de trabajo sin problema. Se hundía el viernes y dormía 12 horas de corrido.
Mantenía secreta su adicción al Adderall de todas sus relaciones incluyendo a su marido. "Para conseguir las píldoras tenía que comprárselas a estudiantes de la universidad de Columbia" recuerda Alice. "Era una madre con hijos que le compraba drogas a dealers (vendedores de droga) universitarios. Era humillante".
El punto bajo fue cuando su hijo menor se tomó una de las pastillas, y aunque no tuvo mayores complicaciones, tuvo que blanquear la situación con su marido. "Mi mundo se vino abajo como un castillo de arena".
El lado bueno
Alice eventualmente logró dejar el Adderall pero su trabajo sigue tan lleno de stress como siempre. Dice que no se imagina dejar la moda, logró una buena posición. El movimiento que apoya la diversidad de los cuerpos, por ejemplo, le sugiere que las cosas están mejorando.
Desde hace varios años, marcas como Modcloth y American Eagle están en contra del uso de Photoshop. Algunos diseñadores por su parte comenzaron usar modelos de talles grandes en sus desfiles. "Esto le dice a la industria que la perfección es un mito -dijo Alice-, tiene consecuencias para todos los que trabajamos acá".
Alice no tiene ilusiones de que la industria se transforme de la noche a la mañana. Pero ha advertido pequeñas señales de que la industria podría avanzar hacia un ambiente de trabajo más sano y razonable.
La industria centralmente se alimenta de la belleza y la creatividad. Alice siente una gran emoción al comenzar cada temporada, cuando se presenta una nueva colección.
"He estado en la moda por muchos años pero aún me da escalofríos antes de cada presentación en la pasarela cuando se apagan las luces y las modelos salen a escena" dice. "Hay tantas cosas que no me gustan de esta industria pero en ese momento parece que todo vale la pena".
Texto: Elizabeth Segran
Foto: Fast Company
Traducción: Gabriel Zadunalsky
LA NACION